Página 2 – Alfa y Omega
a

300 años cerrando la Semana Santa

Empezaron venerando un lienzo, pero la Congregación de la Soledad y el Desamparo, que nació en Madrid para acompañar a los moribundos, lo sustituyó por una talla que el Sábado Santo sacan a la calle 35 anderos

Begoña Aragoneses

Manos entrelazadas y cabeza inclinada hacia la derecha, mirando hacia abajo. Una lágrima le cae a la Soledad por su mejilla izquierda. «Han matado a su Hijo», justifica Luis López Perona, hermano mayor de la congregación que tiene a esta talla por titular. Vestida ya de reina para su salida procesional, el Sábado Santo, con terciopelo negro bordado en hilo de plata. Fajín rojo, rosario de cuentas negras e insignias en el pecho. La de la Armada, porque muchos hermanos son militares, y la cruz de la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén, que también hay congregantes. Hay silencio en la madrileña iglesia de las Calatravas el Viernes de Dolores. Aún queda una semana para salir a la calle, pero la Señora está ya en su paso, la candelería colocada, que sacarán 35 anderos. En su capilla, una Sagrada Familia junto a Ella. En la de enfrente, su Hijo yacente. También en su paso. Si su Madre va sobre una peana, Él en catafalco. A sus pies, la corona de espinas y los tres clavos, los elementos de su Pasión. Sus plantas, con los estigmas, están casi a la altura de los ojos del visitante. «Estamos en un lugar de culto y mantenemos el respeto», dice un guía turístico al entrar, seguido de su grupo. Hasta ahora solo se ha oído el ruido de la taladradora que un joven del equipo de priostía utiliza para asegurar bien a la Virgen. Está acompañada en la iglesia por otras Vírgenes —la del Pilar, la del Carmen, la de Montserrat, aunque como dice Perona, «está muy claro que todas son la misma»—, y por santos como Rita y Antonio de Padua. También por los mártires del siglo XX y san Juan Pablo II, cuyos iconos se encuentran en este templo desde 2015.   

Este 2024 se cumplen los 300 años de la Congregación de Nuestra Señora de la Soledad y el Desamparo. Nació para atender a sus miembros en sus últimos momentos de vida y sufragar los gastos del sepelio en el caso de ser necesario. Una agrupación de personas, y de ahí que se llame congregación, «para ayudar al prójimo, en definitiva». Una de sus labores era acompañar al sacerdote para administrar el viático a los congregantes moribundos. Un lienzo de la Soledad fue la primitiva imagen venerada, prácticamente destruida durante la Guerra de la Independencia. De 1870 es el primer documento en el que se habla de la talla de la Virgen: se trata de una partida de gastos en la que se da cuenta de los 40 reales utilizados en restaurar su rostro. Desde aquel año hasta 2014, cuando la congregación se trasladó a las Calatravas, ha recibido culto ininterrumpido por parte de los madrileños en la parroquia de San Ginés. Un incendio en 1922 provocó daños en la imagen, entre otros, la desaparición íntegra de las manos, que fueron sustituidas por las que talló Mariano Benlliure —quien, por cierto, dio forma también al Divino Cautivo, que sale en procesión Jueves y Viernes Santo—.   

Inicialmente, la Soledad procesionaba por el interior de la iglesia de San Ginés, hasta que en 1943 comenzó a participar en la procesión del Silencio. En 1993 salió por primera vez en solitario el Sábado Santo hasta nuestros días, siendo la estación de penitencia que cierra la Semana Santa de Madrid. En su caso, además, organiza la tradicional tamborrada del Domingo de Resurrección, a las 13:00 horas en la Plaza Mayor, y a ella se sumará la Cofradía del Descendimiento de la Cruz y Lágrimas de Nuestra Señora de Zaragoza. Previamente, ambas hermandades habrán celebrado una Eucaristía a las 11:30 horas en el convento de las Carboneras. Y en ese mismo momento, se comienza a organizar la Semana Santa del año que viene, aunque entre medias la congregación vivirá un momento único: la salida procesional extraordinaria, el 5 de octubre, hasta la catedral de la Almudena, donde se celebrará una solemne Eucaristía. Un año  «muy especial» para la Soledad que, después de Los Siete Dolores, «somos la cofradía más antigua de Madrid».

Ávila acoge el vía crucis de la sinodalidad 

Miles de abulenses y visitantes trasnocharán este Viernes Santo para acompañar al Cristo de los Ajusticiados a lo largo de los 2,5 kilómetros de muralla y reflexionar sobre los desafíos sinodales

Begoña Aragoneses

«El vía crucis es un ejercicio de piedad en el que se intenta que las personas se configuren con Cristo en su Pasión». Así lo explica Jorge Zazo, vicario de Pastoral de la diócesis de Ávila, días antes de que en la ciudad se celebre una de las grandes citas de la Semana Santa: el solemne vía crucis en la madrugada del Viernes Santo alrededor de las murallas de la ciudad. Con «la disposición de acompañar a Jesús en el camino de la cruz», miles de personas se reunirán a las 5:30 horas en un acontecimiento único que es tradición desde el año 1935, cuando los jóvenes de Acción Católica lo pusieron en marcha porque «lo veían como una necesidad de plasmar la fe del pueblo de Ávila en la calle de una manera más gráfica». Quien habla en esta ocasión es Auxi Rueda, delegada de Medios de la diócesis. Se trata de un recorrido por el exterior de los 2,5 kilómetros de perímetro de la muralla, saliendo de la catedral abulense por el primer arco y regresando a la plaza del primer templo de Ávila, donde se reza la última estación. «Nos imbuimos un poco más en las escenas», detalla Rueda, porque a Ávila se la conoce como «la Jerusalén castellana: la orografía recuerda mucho a la Jerusalén de los tiempos de Cristo, con las calles empedradas, estrechas, las cuestas…». Muchísima gente congrega este vía crucis, «hemos tenido algún año cerca de 10.000 personas; los años de menos gente, acuden unas 1.500, que en Ávila esta cantidad de personas es importante», y de todas las edades, niños y muchos jóvenes. Y eso, a pesar del «mucho frío que hace habitualmente, y más cuando se acerca al río». «Estamos ante la Semana Santa más pura, el gesto devocional más importante de toda la semana, porque no se trata de una procesión al uso», continúa Rueda. «En este caso, los protagonistas son los fieles, que salen a la calle no a ver una procesión, sino a rezar; es la fe del pueblo de Ávila plasmada en sus propias calles». 

El vía crucis lo organiza actualmente el Patronato de la Santa Vera Cruz, la cofradía penitencial más antigua de Ávila, y la diócesis prepara la parte litúrgica. Cada año, los textos los escribe un sacerdote diferente que le da un matiz especial. Por ejemplo, para la JMJ Madrid 2011 se escribió el vía crucis de los jóvenes; en el año Jubilar Teresiano se hizo sobre santa Teresa de Jesús; en 2021 fueron testimonios de personas que sufrieron COVID-19 y la pandemia de alguna manera, «realmente muy emotivo». Y este 2024, el protagonista es el Sínodo. «Si entendemos bien al Santo Padre, la sinodalidad es un estilo que se deriva de una espiritualidad, y la espiritualidad cristiana nace de mirar a Cristo», subraya el vicario de Pastoral. La delegada de Medios añade que «para nuestra diócesis de Ávila es muy importante que este año el vía crucis sea en clave sinodal, porque es una manera de ponernos en camino, que es lo que nos pide el Papa, todos juntos, y de poner en práctica esas actitudes que han salido en el Sínodo». Que no son «impostadas ni es algo que se haya inventado el Papa o la Iglesia», sino que es «algo que está en la misma raíz evangélica; son actitudes que vemos en la propia actitud de Cristo». Así, cada estación remite a una de ellas: la capacidad de silencio, la empatía, la escucha de la Palabra, el estar atentos a la Providencia, tener esperanza en medio de lo inesperado, la pobreza o lo que san Ignacio de Loyola llamaba la «santa indiferencia».

Cristo del XVI
Cristo de los Ajusticiados

En 1938 se unió al rezo del vía crucis la talla que lo sigue presidiendo: el Santísimo Cristo de los Ajusticiados, del siglo XVI, en su día Cristo de la Buena Muerte, porque era el que acompañaba a los reos en su último caminar. Su cara, de una «belleza serena» según Rueda, y la espalda llena de latigazos, son una «verdadera catequesis plástica».

Efectivamente, mucho de Ignacio hay en el vía crucis, de su espiritualidad basada en «vivir con Jesús y como Jesús». Y esto es la sinodalidad, «tener a Jesús muy clavado en el corazón y tener su estilo; en definitiva, vivir a lo Jesús», apunta Zazo. De todas estas actitudes, el vicario destaca la humildad: «En este mundo dividido y en esta Iglesia a veces tan tensionada nos falta reconocer este principio fundamental del actuar de Jesucristo». Y otro punto importante, «el de sentir con la Iglesia» en obediencia al Espíritu Santo, porque Él «no se contradice». Así, «caminar juntos no es solo con los que estamos en esta época, sino también con los que nos han precedido; y, siempre, con el Papa». «Caminamos con Pedro y bajo Pedro; es la garantía no solo de comunión de la Iglesia, sino de fidelidad a Jesucristo». Cada estación va explicada con una meditación y precedida de la Palabra de Dios. Hay textos de los evangelistas y de Pablo, pero también de Isaías, Jeremías o los Proverbios, porque todo en la Biblia «se orienta a Jesús».

Desde hace 18 años, el vía crucis se emite a través de la cadena COPE para cualquier punto de España. La propia Rueda va narrando los textos, incluso en la pandemia, que lo hizo desde casa, lo cual es un servicio a los que participan en él —complicado poner altavoces en los 2,5 kilómetros de recorrido—, pero también a enfermos y mayores que no pueden acudir. «Es una manera de llevarlo hasta sus casas». Y esto, añade Zazo, es importante: «Rezar, estar unidos en la oración en Jesús; esto es lo que nos construye, como caminar juntos».

Se afianzan las pasiones: «Es rezar con los ojos»

Cada vez más parroquias incorporan montajes de la Pasión de Jesucristo, auténticos vía crucis en tres dimensiones para catequizar

Begoña Aragoneses

No hay nada en la pasión de la parroquia San León Magno que se haya dejado al azar. Nada que no tenga su sentido, tanto litúrgico como compositivo. Sagrario García y el equipo de belenistas del taller parroquial (Pilar, María José, Julián, Pedro…) echan mano —y qué mano— de su creatividad. Si en Navidad el montaje se centra en Belén, para la Pasión de Semana Santa nos trasladamos a Jerusalén, aunque en esta iglesia que linda con la Puerta de Toledo el relato empieza en Betania y Betfagé, de donde era el pollino con el que Jesús entró triunfal en la ciudad. Un total de 14 escenas repletas de detalles para quien quiera mirar con ojos curiosos y, por supuesto, de fe. Por ejemplo, el agua del pozo, hecha con gel de velas; el muchacho que está en el huerto de los Olivos envuelto en una sábana, tal y como Marcos detalla en su Evangelio; el cáliz que sostiene Jesús en la escena de la Última Cena, hecho con el capuchón de un boli; los candelabros del interior de las casas, fabricados con abalorios; los pergaminos, escritos de verdad; las sandalias que, a las puertas del cenáculo, han dejado Jesús y sus apóstoles; hay caracoles de verdad en los muros de la casa de Caifás; los olivos están hechos con cepas de vid y romero y la corteza de las palmeras, con las escamas de piñas…   

Excepto las que se aprovechan del belén o se «tunean» para la ocasión, la mayoría de las figuritas propias de la pasión se han traído de Sevilla, donde hay tradición de hacer miniaturas de los pasos que procesionan. Por ejemplo, el Jesús con la cruz a cuestas es el de las Tres Caídas de Triana; el Cristo de la flagelación es el de las Cigarreras; la sepultura es el paso de Santa Marta… Las compran blancas y las pintan ellos mismos. Muy significativas son las heridas de Jesús en la flagelación y las filigranas de oro y plata de sus mantos.  En San León Magno se lanzaron a esto de la pasión en 2019 con 55 figuras y tres escenas; este año hay 100 personajes más y 14 escenas. Ocupan un total de 15 metros de largo por 1,20 de ancho, «pero todavía quedan metros de iglesia», sostiene el párroco, Enrique Olmo, por eso las ideas se amontonan: se podría hacer el beso de Judas, la Resurrección, los discípulos de Emaús… De momento, la pasión, actualización del tradicional vía crucis de las paredes, se convierte en una auténtica catequesis. A ella acuden los niños de parroquias cercanas y también grupos que hacen visitas por Madrid. «Si peregrinar es rezar con los pies, esto es rezar con los ojos», concluye Olmo. 

La tradición de montar pasiones en Semana Santa crece y se afianza en Madrid. En la parroquia Nuestra Señora del Buen Aire, en Moratalaz, este año por primera vez hay una muestra de pasos en miniatura obra del encargado del belén, Enrique Delgado. Son, resume, «producto de mi fe; se hace lo que se cree». Lo de la Semana Santa le vino por un amigo cordobés. «Quise experimentar» y se metió bajo un capirote. «Me gustó muchísimo y lo que hice, lo copié». «Compro figuras en escayola, añado pliegues, cambio las manos, quito defectos» y reutiliza las del belén, «una pastora por Virgen y un san José por san Juan», por ejemplo. Los pasos los hace con cajas de madera; los varales para llevarlos, con patas de silla; utiliza pan de oro y plata… Ahora mismo tiene 23 escenas, algunas de la cuales las sacaron en procesión los niños de la parroquia la semana pasada: varias Vírgenes reproducciones de tallas reales, como la de la Alegría de Toledo, dos flagelaciones, el Cristo de Medinaceli, que «no podía faltar», o dos calvarios. «Para el año que viene ya tengo en mente más; mientras el cuerpo aguante…».

Algunos viandantes sacaban el móvil para grabar, quién sabe si un día ese vídeo en el teléfono pueda recordarles que en la parroquia de su barrio hay un pueblo que camina unido, con las puertas abiertas de par en par para ellos. Otros, semiescondidos detrás de las ventanas, observaban el flujo de peregrinos que habían cortado temporalmente las calles de la vecindad de ciudad dormitorio en la que nunca pasa nada. Había quien se santiguaba al paso de Cristo rodeado de olivos y otros que miraban entre sorprendidos y confusos mientras tomaban el vermú de la mañana. El Domingo de Ramos el pueblo de Dios de mi parroquia, en Alcorcón, caminó, cantó, rezó unido hacia los umbrales de Jerusalén. Con sencillez niños, jóvenes, adultos, ancianos, nos acompañábamos con la conciencia de ser una gran familia que no solo celebraba el pórtico de la Semana Santa, sino que hacía muestra pública de ello, orgullosos de acompañar a Jesús en su camino al Gólgota para morir y resucitar con Él. Qué importante es no acostumbrarse a los regalos del Señor, que cada día hace nuevas todas las cosas. El domingo rezamos por todos los sufrimientos detrás de cada balcón. Dios sabe si en el momento preciso.

La muerte no es la última palabra

Son tiempos oscuros, pero no podemos caer en la desesperanza, decía Pezzi a las puertas de la Semana Santa. En efecto, si hay algo que los cristianos vivimos estos días es que el Amor es mucho más fuerte. Ojalá la Resurrección traiga consigo la Luz en un mundo lleno de sombras

Sandra Várez

Rusia vive estos días el duelo por el terrible atentando en la sala conciertos del Crocus City Hall, que se ha llevado por delante la vida de unas 140 personas y ha causado otros tantos centenares de heridos. A las imágenes difundidas por los propios terroristas les sobra crudeza, pese a los intentos de los medios y las redes sociales de eliminar los detalles más duros de la mayor masacre terrorista sufrida en este país en dos décadas, tras la matanza en Beslán del año 2004.

Banderas a media asta con crespones negros; cines, teatros y polideportivos cerrados en el día declarado de luto oficial; televisiones con la programación alterada y enormes velas sobre fondo negro con el lema Lloramos, 22.03.2024 colocadas en sustitución de los carteles publicitarios se sucedían estos días, mientras los mismos rusos que hacían cola una semana antes para ir a votar se arremolinan en las inmediaciones del Crocus para rezar y llorar a los muertos.

«No hay consuelo»; «el dolor es terrible»; «no son personas, son animales». Los mensajes de consternación y solidaridad no han cesado, mientras continúan los trabajos de desescombro para encontrar más víctimas, la mayoría de ellas fallecidas por el incendio provocado por los propios terroristas. Una tragedia que ha alcanzado a numerosas regiones de Rusia, ya que Piknik, el mítico grupo de rock ruso que actuaba ese fatídico viernes, había conseguido vender hasta 6.000 entradas. 

Hasta el momento, lo único oficial sobre la autoría es que detrás de ella está el grupo terrorista ISIS-K, que tiene a Rusia entre sus principales objetivos, tanto por su colaboración con Siria como por su «política antimusulmana».

Sin embargo, pese a la confesión del propio grupo terrorista, de la detención de los principales sospechosos —que comparecieron ante los juzgados con signos de haber sido torturados— y los numerosos avisos por parte de las inteligencias de EE. UU., Alemania y Reino Unido sobre la inminencia de un ataque de estas características, Putin sigue empeñado en vincular el atentado con Ucrania para justificar así su ofensiva contra este país y su amenaza al resto de Europa. Una estrategia más de propaganda del régimen, que lleva años desmantelando la conversación pública y la capacidad crítica de la sociedad rusa, imposibilitada para votar en libertad porque los principales opositores están exiliados, presos o silenciados. De esta manera, el duelo nacional por los muertos ha quedado enturbiado por los intentos del Kremlin de dominar el relato y de alimentar un argumentario que le permita mantener la idea de que la población rusa apoya la guerra. 

Pero lo cierto es que, como denuncian los propios corresponsales en Rusia, cada vez es más difícil conocer qué ocurre en el país fuera de los cauces de información oficiales o de canales como Telegram, ya que los medios independientes han sido eliminados o expulsados, como le ocurrió al periodista de El Mundo Xavier Colás hace unos días. «Un corresponsal tiene que ser alguien que escribe sin miedo sobre el gobierno como si el gobierno no le vigilase y que al mismo tiempo escribe con cuidado sobre gente corriente como si de verdad pudiesen leerle al día siguiente. Nunca al revés», decía en su perfil de X. Y para esa gente corriente, probablemente, lo que acabe quedando de la masacre sea más munición para una guerra cuyo final parece cada vez más lejano y más tensión ante el estallido de un conflicto bélico mundial.

Juan Pablo II, en su mensaje por la paz del año 2002, el primero tras los ataques a las Torres Gemelas de Nueva York, hablaba del terrorismo como un mal «que nace del odio y engendra aislamiento, desconfianza y exclusión», que desprecia la vida, que está movido por un instinto de muerte y ante el que solo caben la defensa, el derecho y la colaboración internacional. Defendía el derecho de los estados a defenderse, pero también el perdón como una vía fundamental para una paz que cada vez tiene menos puertas abiertas.

Son tiempos oscuros, pero no podemos caer en la desesperanza, decía el arzobispo de la Madre de Dios en Moscú, Paolo Pezzi, a las puertas de la Semana Santa. En efecto, si hay algo que los cristianos vivimos estos días es que la muerte no es la última palabra y que el Amor es mucho más fuerte. Ojalá la Resurrección traiga consigo la Luz en un mundo lleno de sombras.

Una llamada me sorprendía estos días. Un buen amigo de la calle ha aparecido muerto arropado por el frío, las hojas, los cartones y algún paquete de vino. Peregrino de la vida, caminante de piel macerada por el sol, con ojillos sonrientes y cicatrices en el alma. Capaz de ir hasta Roma andando, con la valentía del que nada tiene porque todo lo posee, enamorado de los perros y de los niños. Entraba en el templo a rezar o a calentarse, al final viene a ser lo mismo, cerrar los ojos para encontrar algo o a alguien que prenda tu interior. Cargando con su mochila, una mochila con lo esencial: algo de ropa, sus medicinas, una Biblia, algunos papeles… Fiel a los cafés con sus amigos, a las conversaciones sin reloj, a los abrazos verdaderos. Cabezota, muy cabezota, y muy suyo: le costaba aceptar a los diferentes, siendo él tan especial y tan diferente. A José Luis le gustaba trabajar, sentirse útil; tan pronto te limpiaba el patio como te pintaba una casa o te organizaba el jardín. Hay quien tiene flores entre sus dedos y pétalos de colores en su corazón. Su mayor pecado era no cuidarse apenas. Hacía poco caso a su cuerpo, poco caso a los médicos, poco caso a los compañeros de camino que se preocupaban por él. Por eso no temía a la muerte pero sí a la soledad y a la tristeza. El día que recibió el Bautismo, la Comunión y la Confirmación fue discreto, como sus pasos, y festivo, como una boda gitana. Aprendía los cantos para alabar, para bendecir, para pedir perdón, para decir a Dios secretos al oído. Dando tumbos: de la finca al parque; del parque al albergue; del albergue al hospital; del hospital al videoclub; del videoclub a la casa parroquial; de la casa parroquial a la calle. Peregrino de la ciudad y de los caminos. Sediento de vino y de abrazos. Buscador de santuarios en los que poder dormir y, a lo mejor, rezar. Querido amigo, seguro que este último camino será ligero y hermoso, saltando entre las nubes y las estrellas, sin el peso de tu mochila ni de tus cicatrices, con tus ojillos sonrientes y tus brazos bien abiertos, al encuentro del abrazo del buen Dios.

En zonas rurales de Haití alejadas de la capital, como es el caso de Jean Rabel, no ha llegado la violencia de la que hablan estos días los medios de comunicación de buena parte del mundo. Sin embargo, aunque no sea a golpe de bala, se está atentando también contra vidas inocentes.

No suelo hablar de personas concretas porque me cuesta narrar historias que para mí son sagradas. Pero esta vez lo voy a hacer, porque él es el que está en mi pensamiento. Porque creo que solo así puedo decir que esta realidad tiene que cambiar.

Este niño tiene 3 años. Padece hidrocefalia y, sin embargo, hasta hace nada era autónomo y hablaba y caminaba sin problema. Pero hace cosa de un mes, algo —porque no se sabe la causa, el único TAC en el país se encuentra en Carrefour, una de las zonas más conflictivas de Puerto Príncipe y tampoco hay otros medios para poder estudiarle— hizo que empeorara, dejándole postrado, incapaz de mover brazos o piernas, sin habla, y ya no es capaz ni de mantener la cabeza. Pero es que, además, presenta unas crisis en las que todo el cuerpo se le pone en tensión y el niño solo gime. 

Probablemente no se curaría tampoco en otro sitio, pero… ¿y el sufrimiento? Esos gemidos… No hay posibilidad de que le hagan una derivación ventriculoperitoneal, pero es que no hay acceso ni a un analgésico potente, porque para eso tendría que ir a Puerto Príncipe y… no se puede. Va a sufrir y a sufrir en brazos de su madre, que será el único alivio que tenga. 

Esto es. Por eso no me sale más que silencio. Porque este dolor no encuentra palabras para nombrarse. 

¿Y qué hacen? Rezan. Porque experimentan que solo Dios no les deja de lado. Todo lo demás se lo quitan… menos la fe.

El presidente de la Conferencia Episcopal no tiene algo así como «un programa de gobierno», pero siempre es interesante observar los acentos que marca al estrenar su servicio. Una clave en las primeras intervenciones de Luis Argüello es la necesidad de pasar de la identificación mecánica entre Iglesia y sociedad a la conciencia de que un cristiano se hace, no nace como tal. Por tanto, la cuestión del itinerario de la fe y el desafío de la misión en una sociedad crecientemente alejada de su raíz cristiana. 

Cuando se le pregunta sobre la necesidad de una rápida adaptación de la Iglesia a los tiempos observa que «la realidad a la que nos dirigimos es el corazón, y los caminos del corazón son más lentos». La gracia y la libertad no se someten a las planificaciones. Ante el problema de la escasez de sacerdotes se pregunta cuál es la primera vocación deficiente en nuestra Iglesia y responde: «La vocación al matrimonio abierto a la vida es la que ha caído más». El verdadero reto es que todos los bautizados asumamos de manera adulta la comunión y la misión de la Iglesia, «todos discípulos y todos misioneros», que es, a su juicio, el gran objetivo para el que el Papa ha convocado el reciente sínodo.

En cuanto a las relaciones entre la Iglesia y el Gobierno, asunto que el nuevo presidente conoce a fondo, mostró el deseo de una colaboración respetuosa y a la vez crítica, partiendo de que ningún poder del mundo debe divinizarse. La Iglesia quiere servir a la convivencia en este momento de polarización, y eso implica reivindicar principios básicos como la seguridad jurídica, la separación de poderes y la lealtad a la palabra dada. Diálogo y colaboración sin perder el horizonte de la verdad. 

Argüello reconoce que los números de la institución disminuyen y el alejamiento de muchas personas es evidente, pero «si estamos atentos, descubriremos también muchos latidos del corazón humano para los que el Evangelio de Cristo tiene una luz y un suelo firme que aportar». Y expresó el deseo de que esa respuesta la ofrezcan sobre todo los laicos en sus ambientes, y que «espoleen nuestro ministerio episcopal para iluminar la realidad desde el Evangelio y la doctrina social de la Iglesia».

Celebro muchas de las críticas proferidas contra el turismo en las últimas décadas. Con los nostálgicos afirmo que las ciudades ya no son lo que eran y sí, en cambio, parques temáticos; con los místicos, lamento que en las catedrales la dispersión haya reemplazado al recogimiento y el espectáculo al misterio y, por último, con los filósofos aseguro que, de seguir extendiéndose la mentalidad turística, homogeneizadora por naturaleza, ya no quedarán ciudades que visitar porque todas serán la misma. El mundo ya no será tanto una miríada de peculiarísimos lugares como un vastísimo no-lugar. Ya no tendrá sentido el viaje porque tampoco existirá lo ajeno. Uno puede llegar a comprender que alguien se desplace a Londres para conocer londinenses, pero le desconcertaría mucho que lo hiciese para conocer turistas: basta un breve recorrido por el centro de la propia ciudad para hacerlo.

Coincido, como he dicho, con todas estas críticas. No puedo hacerlo, sin embargo, con aquella que condena el fenómeno por cuanto tiene de multitudinario. Según esta, el turismo habría devaluado el arte democratizándolo. Exponer las catedrales a la mirada fisgona del turista, rendir los cuadros a los influencers de gatillo fácil y sesera limitada, procurar que lo bello sea también instagrameable implicaría degradarlos a la condición de objeto de consumo. El lector conocerá, en este sentido, la distinción benjaminiana entre el valor de exposición y el valor de culto, cuya relación es inversamente proporcional: si aumenta el uno, decae inexorablemente el otro. Las obras de arte invitarán al culto a condición de que sorteemos la tentación de sobreexponerlas. La belleza artística está hecha para los pocos y no para los muchos, para el grupúsculo y no para la multitud. Pervivirá solo en la medida en la que perviva el misterio. 

Tengo varias objeciones a esta idea, en la que entreveo un indignante trasfondo esotérico. Parte de la muy cuestionable premisa de que todo cuanto concierne al vulgo es necesariamente vulgar. Yo, chestertoniano infatigable, no puedo sino impugnarla. Nadie en su sano juicio negaría que los cuentos de hadas sean artísticos por el mero hecho de que también sean populares. El arte románico se hacía a mayor gloria de Alguien tan alto como Dios porque no dudaba en servir a algo tan bajo como el populacho. A lo largo de la historia, todas las personas sensatas han concebido el asombro de la muchedumbre como un inigualable síntoma de belleza. Tengo la indemostrable pero verdadera convicción de que el arte contemporáneo ha caído en la vulgaridad porque se ha desentendido del vulgo.

Pero corro el riesgo de desviarme del tema. Para concluir que el turismo ha devaluado el arte democratizándolo conviene aceptar primero que lo haya democratizado. Yo niego la mayor. Creo que, lejos de popularizarlo, lo ha concentrado en manos de esa clase de privilegiados cosmopolitas que pueden permitirse el lujo de viajar de un lugar a otro. Ya no forma parte de nuestra cotidianidad, si es que alguna vez lo hizo. El hombre contemporáneo, obligado a transitar calles hórridas, hacinado en bloques de hormigón, no vive circundado de arte, sino más bien de fealdad. La belleza ha adquirido, por desgracia, los contornos de una excepción. Ya no es patrimonio del hombre corriente, sino del hombre corriente que en ocasiones se transmuta en turista. Apena constatar que el centro de Oporto pertenece a todos salvo a los portuenses y que el de Madrid es hospitalario con todos salvo con los madrileños.

Por otro lado, solo podemos afirmar que el arte se ha devaluado a condición de que concibamos la idolatría como una peculiar forma de devaluación. El turismo no ha provocado una depauperación, sino una reverencia; no un desapego, sino un fetichismo. Nuestros ancestros no erguían las catedrales para que las admirásemos como bellezas; las erguían para que rezásemos a la Belleza. No construían casas para que las contemplásemos arrobados; las construían para algo más prosaico como habitarlas. Frente a quienes lamentan la devaluación del arte, yo añoro aquellos tiempos en los que un hombre podía pasar por delante de un monumento con la despreocupada indiferencia de quien oye llover, aquellos tiempos felices en los que no le invadía la irrefrenable necesidad de desenvainar el móvil y fotografiarlo, aquella edad dichosa en que la belleza era menos admirable porque era cotidiana. El turismo nos recuerda esa verdad paradójica según la cual no hay manera más eficaz de subestimar algo que idolatrarlo. La condena del arte no ha sido la democracia, sino el fetichismo; no ha sido la exposición, sino precisamente el culto.

La colecta del Viernes Santo, un bálsamo para Gaza

El Papa tiene la intención de llevar a cabo un proyecto con fines humanitarios en Gaza y Cisjordania para crear oportunidades de trabajo. Lo hará con parte de la colecta para Tierra Santa

Victoria Isabel Cardiel C.

Cientos de camiones humanitarios, sobre todo con comida, se acumulaban al cierre de esta edición a las puertas de la Franja de Gaza a la espera de que Israel levantase el bloqueo. La ONU aprobó esta semana un texto para exigir un alto el fuego inmediato en la zona. Los suministros han cruzado el paso fronterizo de Rafah con cuentagotas mientras que, al otro lado, la población está al borde de la hambruna. Al Papa —que cada tarde llama por teléfono, con el corazón encogido, al sacerdote Gabriel Romanelli, párroco de la iglesia católica de la Sagrada Familia— le preocupa mucho esta deriva despiadada. Por eso «tiene la intención de llevar a cabo un proyecto con fines humanitarios en Gaza y Cisjordania que pueda ayudar a la población a reanudar una vida más digna y que pueda crear oportunidades de trabajo, una vez terminada la guerra», según adelanta L’Osservatore Romano, que asegura que parte de las ofrendas de los fieles en la colecta para Tierra Santa de este Viernes Santo, 29 de marzo, se dedicarán a este fin.

Los ecos de la guerra han vaciado Tierra Santa de peregrinos. El Saxum Visitor Center, un centro de recursos multimedia para quienes visitan Jerusalén en busca de las huellas que dejó Jesús, es un reflejo de cómo el odio ha convertido en un lugar fantasmagórico lo que antes rebosaba de turistas devotos. «El 9 de octubre recibimos el último grupo y volvimos a abrir el 25 de noviembre. Pero de las 1.500 personas que nos visitaban por mes, ahora contamos como mucho con 100», describe su directora, Blanca Ramírez. Un grito desesperado que comparte el ecónomo de la Custodia de Tierra Santa, fray Tony Choukry, y que hace más necesaria que nunca la colecta del Viernes Santo: «No hay casi nadie, es terrible esta situación». 

La Custodia de Tierra Santa suele recibir el 65 % de la recaudación, mientras que el 35 % restante va al Dicasterio para las Iglesias Orientales, que lo utiliza para la formación de los sacerdotes y para subvenciones a las distintas circunscripciones eclesiásticas de Oriente Medio. De ese dinero, la Custodia invertía normalmente el 20 % en mantener con decencia las piedras de la memoria por donde pasó Jesucristo y el resto era para las familias cristianas que, en 1948, eran el 20 % de la población local y ahora no llegan ni al 1,4 %. Este año «mucha gente ha perdido su trabajo desde que comenzó el conflicto», por lo que «distribuiremos todo entre los cristianos» a través de las distintas actividades educativas, asistenciales, sanitarias y sociales que saca adelante la orden mendicante de los franciscanos, asegura Choukry.

En 2023, la colecta de Tierra Santa recaudó 6.571.893 euros. Según los datos que hizo públicos el Dicasterio para las Iglesias Orientales, 2.376.167 euros se donaron a los seminarios, a las casas de formación religiosa y a las instituciones culturales. Casi un millón de euros se dedicó al Pontificio Instituto Oriental, que ahora engloba —por decisión del Papa— la Pontificia Universidad Gregoriana. Por su parte, la Custodia franciscana destinó más de dos millones a la formación escolar de los jóvenes de Tierra Santa. Una parte se invirtió en la Universidad de Belén, una de las prestigiosas fundaciones que garantiza los estudios académicos de 3.300 jóvenes, musulmanes y cristianos, que se forman para construir un futuro de paz en los Santos Lugares. Además, el terremoto del 6 de febrero, que golpeó las regiones noroccidentales de Siria, con edificios derrumbados en Alepo, Latakia e Idlib, así como las regiones meridional y central de Turquía, puso el foco de las necesidades en esta región. Se destinaron más de un millón de euros para la reconstrucción de viviendas y la restauración de iglesias y casas religiosas. Este año, como asegura Choukry, la situación en Tierra Santa hace que sea especialmente necesaria la participación de los fieles en la colecta. Los territorios que se beneficiarán del apoyo serán Jerusalén, Palestina, Israel, Jordania, Chipre, Siria, Líbano, Egipto, Etiopía, Eritrea, Turquía, Irán e Irak.

50 años de colecta
Pablo VI instituyó la colecta para Tierra Santa hace 50 años

En el haber de Pablo VI, el Papa que llevó a buen puerto el Concilio Vaticano II, despuntan siete encíclicas. Quizá la menos conocida es Nobis in animo, publicada el 25 de marzo de 1974 y con la que instituyó esta colecta especial del Viernes Santo para sostener la Iglesia radicada en la Tierra Santa. El documento papal, que pertrechó la fuente principal para el sustento de la vida que se desarrolla en torno a los Santos Lugares y el instrumento que ha dado la Iglesia para no dejar de lado a las familias cristianas de Oriente Medio, ha cumplido medio siglo. «El mensaje también está arraigado en la Sagrada Escritura, en la primera carta a los Corintios, donde el apóstol dice: “Llevaré vuestros dones a Tierra Santa, los que tenéis como muestra de vuestra generosidad”», asegura el ecónomo de la Custodia de Tierra Santa, fray Tony Choukry, uno de los franciscanos que cuida de la memoria de Jesucristo y nutre con distintas actividades asistenciales la zona desde 1217.