Pablo, español del cuerpo de baile de la JMJ: «El Papa nos dijo: ¡Son muy bravos, ustedes!»
Fue quien recogió la cruz entre la decimotercera y la decimocuarta estación del vía crucis que el Papa presidió este viernes, 4 de agosto, en la Colina del Encuentro, en Lisboa. Pablo Izquierdo de Mendoza (25 años) es de Madrid y forma parte del cuerpo de baile de la JMJ que estos días están coreografiando los actos centrales de la JMJ Lisboa 2023. En lo más alto de la estructura de cubos azules que forman el escenario instalado en la Colina del Encuentro (que simulan una cascada de agua en azul, el color de la Inmaculada), Pablo acompañó con sus gestos la estación en la que Jesús es depositado en el sepulcro, y en la que se meditaba sobre el miedo de los jóvenes al futuro.
No fue fácil porque, al ser la parte más alta del escenario, el viento se notaba con fuerza. Pero las vistas que Pablo tenía desde allí, de los 800.000 peregrinos congregados, fueron únicas. Hablamos con él, al terminar el vía crucis, y nos cuenta sus impresiones sobre el Papa Francisco que, saltándose todo el protocolo, pidió a los bailarines que se acercaran al terminar. «¡Son muy bravos, ustedes!», les dijo. Pablo, en su saludo personal, bromeó con él. «Santidad, me he subido al ego argentino para bailar el vía crucis». «Ay, mirá este sinvergüenza…», le respondió riendo el Papa. «Fue como estar con el abuelo de todos». Ya sabían los bailarines que el Papa estaba «muy satisfecho» con su trabajo desde que los vio en la ceremonia de acogida, «y ya nos dio mucho ánimo».
Ensayos de 13 a 14 horas diarias
Hace dos meses, Pablo supo que había sido seleccionado para formar parte del equipo de artistas de la JMJ. Bailarín profesional de danza española, se había presentado al casting, una selección dura de un mes en varias fases que le coincidió, además, con la época de exámenes en la Universidad San Dámaso, porque Pablo, además, está estudiando Ciencias Religiosas. «Me levantaba a las 4:00 horas de la madrugada, me aprendía la coreografía, la grababa y enviaba, y me ponía a estudiar».
Cuando le dijeron que estaba admitido le surgieron los miedos, porque sería la primera vez que bailaba tras una recuperación de año y medio por una fractura de cadera. «Por eso empecé Ciencias Religiosas», en la convalecencia, aclara. Ahora, la JMJ «ha sido mi vuelta a la profesión» y, además, «para poner los talentos al servicio». Reconoce que en este tiempo no ha tenido ni un dolor, «ya se lo dije al Señor en el sagrario antes de venir, “si esto es tuyo, lo vas a hacer posible”, así que sí debe ser suyo», ríe.
Una vez seleccionado, Pablo se trasladó a Portugal junto a los otros 54 integrantes del cuerpo de baile de los cinco continentes. «Hay 23 nacionalidades distintas», lo que ha supuesto una riqueza inmensa. «Aquí también se ve la catolicidad de la Iglesia; cuando rezamos el rosario, es precioso que cada misterio se haga en eslovaco, inglés, francés, vietnamita…». Se alojan en Cascais, en un colegio cedido cuyos anteriores inquilinos fueron niños ucranianos. Han estado ensayando entre 8 y 9 horas diarias, y estos últimos días, antes de que todo comenzara, entre 13 y 14 horas.
«Ahora se trata de mantener la calma y hacerlo todo muy profesional», cuenta, porque ellos son también «peregrinos y voluntarios», pero «tenemos que controlar el furor de estar con el Papa» para «ayudar a la gente a que viva bien la ceremonia». Para eso «tenemos que ser profesionales». Este sábado, 5 de agosto, su escenario de la Colina del Encuentro cambiará por el del Campo de Gracia, donde participarán también en la vigilia de la noche dando paso al Santísimo Sacramento para su adoración.
Destaca Pablo el papel de Matilde Trocado, la directora artística, que ya dirigió un musical sobre san Juan Pablo II en la JMJ Madrid 2011. «Ha hecho una apuesta arriesgada de la puesta en escena; la visión artística del tema es totalmente novedosa», algo que quedó patente en el vía crucis. Ayuda también el escenario, «que ha sido construido para esto», y las pinturas de las lonas, que «hizo un diseñador que trabaja con Scorsese».
Segunda JMJ
Para Pablo, esta es su segunda JMJ. La primera, la de Cracovia 2016, fue especial porque la vivió recién convertido. Una entrada en la Iglesia de la mano de santa Teresa de Jesús. Hijo de padres agnósticos, en su casa no se hablaba de religión y él nunca tuvo ningún contacto con la Iglesia. Sí recibió el Bautismo al nacer, «el 18 de diciembre, el día de la Virgen de la Esperanza», como un guiño a su futuro. La Virgen le acompañó también en su infancia porque la de los Remedios, la patrona de su Colmenar Viejo (Madrid) natal, es muy querida en la localidad.
En 2015, con motivo de la celebración del Año Jubilar Teresiano, algo empezó a cambiar en él. Estaba en 1º de Bachillerato y ya tenía grandes inquietudes culturales. «Ese año, todo era santa Teresa, en el arte, la literatura…». Comenzó a empaparse de su vida, y una noche, «viendo la serie sobre su vida de Concha Velasco», todo cambió. Como Edith Stein, toda una noche viviendo a la santa de Ávila y todo da un vuelco. «Al día siguiente llamé a una compañera de clase que sabía que practicaba y le dije: “Llévame a ver a tu párroco”». Era el día de san José, «para que veas los hilos» de su conversión.
Comenzó entonces un acompañamiento en la parroquia San Antonio de la Florida que le llevó a recibir la Primera Comunión y la Confirmación a las 17 años, y que continúa en el grupo Horeb, de discernimiento vocacional de la diócesis de Madrid. Pablo también está involucrado en la Red Fratelli, que los jóvenes de la diócesis pusieron en marcha, impulsado por el arzobispo emérito, cardenal Carlos Osoro, como una forma de participación en la vida social y política.
Sus padres siguen siendo agnósticos y «flipan en todos los colores» con él, pero le respetan y acompañan. El año que se convirtió, como regalo de cumpleaños lo llevaron al sepulcro de santa Teresa, y la JMJ Cracovia 2016 fue su regalo de Comunión y Confirmación. Para Pablo, el Papa Francisco ha sido su Papa, «yo he crecido con sus enseñanzas». Por eso, tiene grabadas a fuego eso de «hagan lío» o «no balconeen la vida». En el vía crucis él balconeó bastante —«el objetivo era mirar a la estatua del marqués de Pombal para no perder el equilibrio»—, aunque, esta vez, fue para «poner los talentos al servicio».