Osoro: «Somos de Jesucristo y somos de Francisco, que es el Sucesor de Pedro»
El arzobispo de Madrid ha participado junto a los cardenales Porras y Barreto en la Semana Francisco organizada por Religión Digital por el décimo aniversario del pontificado del Papa
«Francisco no ha hecho caer en la cuenta de que una nueva etapa de la historia ha comenzado», una etapa que requiere «testigos alegres del Evangelio, no hombres y mujeres que parece que llevamos un peso que no apetece a nadie cogerlo, sino que llevamos la gran liberación que entrega Jesucristo a los hombres». Son palabras del cardenal Carlos Osoro, arzobispo de Madrid, pronunciadas el lunes en la Semana Francisco organizada por Religión Digital con ocasión del décimo aniversario del pontificado del Papa.
«Cuando tenemos un Sucesor de Pedro como el Papa Francisco, que nos hace estar mirando siempre a cada rostro, que nunca olvidemos a nadie, esto es un privilegio», observó Osoro, lo que llevó al arzobispo de Madrid a dar gracias a Dios porque «nos has dado a un Sucesor de Pedro que nos pone en movimiento a todos».
Coherencia, coraje y compromiso
Por su parte, el cardenal Barreto, arzobispo de Huancayo (Perú), subrayó tres características del Papa actual: su coherencia «entre lo que hace y lo que dice»; su coraje, «esa valentía evangélica en el ejercicio de la libertad», y su compromiso «firme, irrenunciable, de seguir el camino que Dios quiere para su Iglesia», una Iglesia que quiere ser reformada, dijo, desde la luz del Concilio Vaticano II. Junto a ello, remarcó que «Francisco es una buena noticia, tanto dentro de la Iglesia como fuera de la Iglesia».
En este sentido, el cardenal Porras, arzobispo de Caracas, aplaudió de Francisco su «profundo amor a la humanidad», su sentido del humor y su ser «signo de esperanza» para el mundo, al tiempo que valoró cómo se sitúa al lado del hombre. «No aconsejes, acompaña», le ha dicho en alguna ocasión, porque cuando uno aconseja se coloca por encima del otro. Así, «la novedad con Francisco está en que él no usa el poder», afirmó.
Sin embargo, los ataques hacia su persona se dan, algo que por otro lado no es algo novedoso en la Iglesia, recalcó el purpurado venezolano. En este sentido, el arzobispo de Madrid reconoció que «a todos nos cuesta cambiar de silla, de sillón, de horizontes, pero yo creo que hay cambios que son necesarios». Cuando viene alguien que convoca a los miembros de la Iglesia a salir, «esto cuesta».
La sinodalidad del Papa
Una salida, un camino, hecho en comunión, todos juntos, como se propone en el Sínodo de la sinodalidad. Todo lo contrario de hacer grupos, que «destroza la misión de la Iglesia». Hay «noticiarios que lo que hacen es dividir, romper, destruir a las personas…», indicó el cardenal Osoro. Esta, dijo, «no es la misión de la Iglesia, y quienes hacen eso no deberían de comulgar».
Por eso, «no seas de esos que dicen “yo soy de Pablo, de Apolo”… Esos no valen para nada y destruyen la Iglesia». Por el contrario, afirmó con rotundidad el cardenal Osoro, «somos de Jesucristo y somos de Francisco, que es el Sucesor de Pedro que el Señor nos ha regalado en estos momentos. Y caminamos con él».
El cáncer de la sinodalidad, en esta ocasión en palabras del cardenal Barreto, son el chismorreo, el clericalismo, «que todavía está muy metido», y la falta de «corresponsabilidad en la misión evangelizadora».
Sobre cómo están calando las reformas de Francisco en las diócesis locales, el arzobispo de Madrid confesó que todas las noches, tras el rezo de completas, se revisa a sí mismo con la carta de san Pablo sobre el amor. «Es verdad que hay veces que encuentras dificultades porque o no te entienden o creen que lo que estás haciendo es lo que no hay que hacer, o que divides a la Iglesia…». «Una opción de comunión absoluta con el Sucesor de Pedro y con lo que él nos está pidiendo —continuó— crea a veces situaciones que no te entienden».
Pero con ese amor de Pablo uno se puede situar ante el servicio al otro, confirmó. Y aunque reconoció que «no soy ningún santito, me tengo que confesar», sí «intento que mi vida sea así». Es «muy bueno y muy saludable», concluyó, tener un amor que «no lleva cuentas del mal».