Osoro en la Paloma: «No hagamos una ciudad muerta, sin sentido, sin arraigos»
En la Asunción de la Virgen, el arzobispo de Madrid ha subrayado que «el ser humano tiene un deseo innato» de Dios y ha lamentado que, al apartarlo, muchos experimentan «vacíos»
«Desde la pasada fiesta de la Virgen de la Paloma, hemos vivido en esta comunidad cristiana acontecimientos dolorosos: la explosión de gas que derribó la casa parroquial y acabó con la vida del padre Rubén, sacerdote al que había ordenado hacía muy pocos meses, de los padres de familia David y Javier, y de Stefko, de nacionalidad búlgara». Con este recuerdo y una oración por los fallecidos y sus familias ha arrancado el arzobispo de Madrid su homilía este domingo, 15 de agosto, en la parroquia Virgen de la Paloma y San Pedro el Real con motivo de la Asunción de la Virgen y fiesta de la titular del templo.
Aludiendo a las lecturas, el cardenal Carlos Osoro ha incidido en que «especialmente en este momento de dificultades por la pandemia, en un tiempo en el que la libertad y la dignidad de la persona humana también se ven cuestionadas en muchos lugares», es necesaria la «Luz de Jesucristo» y ha animado a «ser y dar la Buena Noticia» como la Virgen y, con la propia vida, «hacer percibir la presencia de Dios».
En una celebración en la que han estado presentes, entre otras autoridades, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el alcalde, José Luis Martínez-Almeida, el purpurado ha alentado a mirar la imagen de la Virgen rescatada por Isabel Tintero y fijarse en el rosario que «cuelga de sus manos» y «nos indica un modo de entender la vida y un modo de caminar», en el que Dios está presente como ha estado siempre presente en la capital. «No caigamos en la tentación de hacer de nuestra ciudad una ciudad muerta, sin sentido, sin arraigos, sin motivaciones, sin historia. No eliminemos a Dios de la vida, que es la tentación de una civilización sin entrañas y sin amor», ha aseverado.
Fraternidad con migrantes y refugiados
El cardenal Osoro ha subrayado que «el ser humano tiene un deseo innato de abrirse más y más hasta encontrarse con quien sabe que lo ama» y ha lamentado que, al apartar a Dios, muchos experimentan «vacíos». «Escuchemos a las gentes en las calles, en los hospitales, en las residencias de ancianos, en las colas de parados, en los comedores sociales y en las Cáritas parroquiales, escuchemos a quienes llegan de otros lugares del mundo por circunstancias muy diversas. […] No hagamos teorías, no ofrezcamos baratijas que son pan para hoy y hambre para mañana», ha abundado, pidiendo que «demos Vida a quienes están aquí y vienen aquí» y que, como la Virgen y tantos madrileños, llevemos a otros «la alegría del Evangelio, esa que nace del encuentro con el Señor».
En este sentido, se ha detenido en que, al encontrarse con el Señor, se siente la llamada a «construir la fraternidad» y ha reivindicado «nuestra tradición de solidaridad y apoyo con quienes se encuentran a la deriva de un mundo en conflicto». Y, como arzobispo, ha reclamado «un espíritu generoso, sentido de misericordia a todos los que tienen necesidad de protección y de cuidados» y «que nuestro país tome decisiones respetuosas respecto a las cuestiones que afectan a refugiados y migrantes».
Al término de la Misa concelebrada por el arzobispo de Mérida (Venezuela), cardenal Baltazar Porras; el párroco y vicario de la VI, Gabriel Benedicto; varios vicarios, y un nutrido grupo de presbíteros, la imagen del cuadro de la Virgen ha sido bajada por los bomberos y ha quedado expuesta en el atrio del templo para su veneración por parte de los fieles hasta las 18:30 horas. Los cultos concluirán con el rezo del rosario, a las 19:00 horas, y el canto de la salve. Debido a la COVID-19, la imagen de la Virgen no podrá recorrer en procesión las calles del barrio.