Osio de Córdoba, confesor de Cristo. Dios de Dios, Luz de Luz
Perseguido y torturado por no renegar de su fe, amigo del emperador Constantino y factor principal de su acercamiento al cristianismo, protagonista en varios Concilios, defensor de la verdad frente a la herejía de Arrio, autor de una buena parte del Credo que profesamos cada domingo en Misa…: un próximo Congreso en Córdoba y un libro editado por la BAC recuperan a Osio, obispo de Córdoba, como una de las principales figuras del cristianismo de los primeros siglos en nuestro país, y modelo de evangelizador para nuestros días
Osio, obispo, de Córdoba llevó en su cuerpo, durante toda su vida, las marcas de las torturas que padeció bajo la persecución del emperador Diocleciano, en el año 303, quizá la más sangrienta de todas las que tuvieron lugar bajo el Imperio Romano. Años después, ya al final de su vida, cuando contaba con casi cien años, tuvo que defender de nuevo la fe ante el entonces emperador Constancio, esta vez por la presión de los arrianos. Osio escribió al cabeza del Imperio: «Fui confesor de la fe al comienzo, cuando hubo persecución en tiempos de tu abuelo Maximiano [compañero de armas de Diocleciano]. Si tú también me persigues, también hoy estoy dispuesto a soportar lo que sea antes que traicionar la verdad».
Este amor por la verdad fue el fundamento de la libertad de Osio, a quien no le importaba oponerse hasta al mismo emperador con tal de no echar a perder el depósito de la fe. Es más, esta libertad le llevó incluso a intentar convertir a Cristo al mismo César; en su Historia de los heterodoxos españoles, Menéndez Pelayo destaca que Osio ya acompañaba a Constantino en Milán en 313: «El emperador tenía en mucha estima sus consejos, y parece indudable que Osio le convirtió al cristianismo, o acabó de decidirle en favor de la verdadera religión, pues el pagano Zósimo atribuye la conversión del César a un sabio de España, a quien los historiadores convienen en identificar a Osio». En todo caso, parece que el obispo de Córdoba tuvo un gran ascendente sobre Constantino, e influyó de algún modo en la redacción del Edicto de tolerancia religiosa que el emperador proclamó en Milán el año 313.
Pero, si sorprendente es su papel en la conversión de Constantino, más admirable fue la participación de Osio en el Concilio de Nicea. Su defensa de la verdad le llevó a mostrarse inflexible con la herejía de Arrio, que asumía a Cristo como Hijo de Dios, pero no como Dios mismo. Se trata una tentación humanista, no tan lejana de nuestros días, cuando muchos ven a Cristo como una figura de una talla humana excepcional, una especie de hermano mayor ejemplar. El arrianismo, que cuestionaba la unidad religiosa del Imperio, llevó al emperador Constantino a convocar un Concilio en Nicea, en el año 325, que presidió el entonces obispo de Córdoba y en el que estuvo presente el mismo Arrio, cuyas tesis quedaron refutadas. Precisamente a Osio se le debe la formulación del Credo que nos ha llegado hasta nuestros días: …Creo en un solo Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros lo hombres, y por nuestra salvación, bajó del cielo… Menéndez Pelayo afirma que, en Nicea, Osio mostró las huellas del tormento que padeció bajo Diocleciano, para atestiguar la fuerza de su fe frente a las tesis de Arrio.
El Jesús de verdad
Ahora, dos iniciativas quieren recuperar la figura de Osio y proponerla, en este Año de la fe, como la de un cristiano que hace vida del Credo que profesamos. Así, del 28 al 31 de octubre, se celebra en Córdoba el Congreso El siglo de Osio en Córdoba, con la participación de destacados expertos en la historia de la Iglesia. Y la BAC acaba de publicar Osio de Córdoba. Un siglo de la historia del cristianismo, de varios profesores de la Facultad de Literatura Cristiana y Clásica San Justino, de la Universidad San Dámaso, de Madrid: Juan José Ayán, Manuel Crespo, Jesús Polo y Pilar González, con textos de Osio y testimonios sobre él de personajes de su tiempo.
Su sucesor hoy en la sede de Córdoba, monseñor Demetrio Fernández, que preside el Congreso, alertaba hace tiempo sobre determinadas aproximaciones históricas hacia la figura de Jesús «que no transmiten al Jesús de la Iglesia» y que «siembran confusión» e incluso «tanto daño hacen a nuestros fieles». Porque hoy, como en tiempos de Osio, «la tentación arriana sigue queriendo reducir a Jesucristo a un hombre excepcional, con una salvación diluida simplemente en un buen ejemplo». Por eso, cuando muchos pisan hoy un terreno movedizo moral y doctrinal, es necesario volver a testigos valientes, como Osio, que nos acerquen a Jesús, Dios de Dios, Luz de Luz.