Orinar sobre los indigentes, morderles... «los perros hacen lo que sus dueños piensan»
«Los perros hacen lo que sus dueños piensan», es la conclusión de Álex mientras empuja su carro a la salida del madrileño comedor del Ave María, de los Trinitarios. «A mí ya me han meado encima de la mochila seis o siete veces, mientras los amos sujetan la correa y esperan a que terminen. Una vez, cuando vi que el animal se empezaba a colocar, quité la mochila. El dueño se ofendió y quería pelearse conmigo».
Hay casos mucho más graves, en los que los perros son utilizados como auténticas armas. En muchas de las agresiones que, según el Informe Hatento, han sufrido casi la mitad de los indigentes, hay implicados perros. Así le ocurrió a Noel, que pasa los días en la iglesia de San Antón pero duerme, parapetado con un cartón, en el pasaje que comunica la plaza del Rey con la calle Colmenares, en la capital.
Una madrugada del invierno pasado, «de repente sentí una dentellada en la pierna. Era un perro tipo pitbull, y sus dientes habían atravesado el saco de dormir y la manta. Lo llevaban tres chicos jóvenes, de unos 20 años. No parecían neonazis, pero estaban organizados. Como soy muy bruto di una patada al animal y lo estampé contra el muro del otro lado del pasadizo. Los chicos empezaron a insultarme y amenazarme».
Noel sabe artes marciales y no le costó mucho defenderse. «Poco después llegaron dos policías de paisano. Estaban siguiendo a este grupo porque eran sospechosos de 30 ataques contra personas sin techo. La única prueba que había era el ADN del perro, que habían extraído de las mordeduras de las otras víctimas. Los chicos primero lanzaban al perro contra los indigentes, y luego seguían ellos con sus botas. La Policía los detuvo, y ahora están pendientes de juicio».
También con petardos
Su historia es similar a lo que le ocurrió, en Navidad, a unos amigos de Fran. Este vecino de Lavapiés, vinculado a la parroquia de San Cayetano, conoce a la mayoría de personas sin techo del barrio. «En plenas fiestas, un día me encontré a dos de ellos sangrando y recogiendo sus mantas y sus cosas en la plaza de Arturo Barea. Son dos hombres, relativamente mayores y con alcoholismo profundo. Tres chicos y una chica jóvenes les habían azuzado a los perros –un rottweiler y otro más pequeño–, se liaron a palos con ellos y les tiraron una traca entera de petardos encima».
La Policía intervino porque Fran buscó y paró a un coche patrulla. «Los avisé yo porque los sin techo la mayoría de las veces no quieren denunciar. Cuando son ataques entre indigentes, suelen tomarse la justicia por su mano. Y si los agresores son otros, es como si no hubiera pasado nada».
En el caso de Noel, el de los perros no es el único ataque que ha sufrido. Sin embargo, los considera casos aislados en comparación con la actitud general de la gente, que es positiva. «Mucha gente pasa y no te dice nada. Si ya te ven varias veces, te saludan. Yo estoy al lado del Ministerio de Educación, y los funcionarios y los guardias civiles me traen cafés, comida, ropa…».