Orar por la noche
Martes de la 23ª semana del tiempo ordinario / Lucas 6, 12-19
Evangelio: Lucas 6, 12-19
En aquellos días, Jesús salió al monte a orar y pasó la noche orando a Dios.
Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió de entre ellos a doce, a los que también nombró apóstoles: Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Simón, llamado el Zelotes; Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor.
Después de bajar con ellos, se paró en un llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.
Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y toda la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos.
Comentario
Jesús pasó la noche orando antes de escoger a los doce. Orar por la noche es difícil. Los párpados pesan demasiado para atender. El cuerpo está entumecido. La mente está despojada de su agilidad. Cuando se estira el día la oración tiende a ahogarse en mitad de la noche. Cuando se rompe el sueño para orar se hace a contracorriente, resistiendo a la querencia natural del cuerpo y el alma. La voluntad no tiene fuerzas suficientes.
Decía San Ireneo, asumiendo una antigua tradición, que el sueño era una debilitación de la presencia del Espíritu Santo en el hombre, causa del pecado: la carne y el alma humanas sin el espíritu pierden el vigor que le es propio y se adormecen. Dormimos porque no podemos mantener la atención, porque perdemos la vida espiritual. Jesús, que no tenía pecado, no pasaba las noches en vela: así como asumió la consecuencia mortal del pecado original, asumió todas las noches esa pequeña muerte que es el sueño; cada noche su cuerpo y su alma decaían para dormir. Incluso llegó a dormir en mitad de la tormenta. No disimulaba, asumía realmente nuestro sueño y nuestro cansancio, la inconsciencia de la noche.
Pero no aquella noche. El hecho de que Jesús pasara la noche orando revela la intensidad espiritual de su corazón. La elección de los doce manó de su comunión con el Padre en su corazón humano, y no de un análisis puramente psicológico o sociológico. La Iglesia nace del corazón de Cristo en su oración, y abierto en la cruz. Cristo tras aquella noche de vigilia escogió a los doce que asistirían al despertar de su resurrección. Por eso, los escogió al romper el alba.