Omella denuncia «los obstáculos y las trabas» a la educación concertada
El presidente de la Conferencia Episcopal carga contra las propuestas que no son prioritarias en un contexto de pandemia y que tensionan la sociedad
El cardenal arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, realizó este lunes su primer discurso inaugural como presidente —resultó elegido el pasado mes de marzo— en una Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española. Fue una alocución larga y muy pegada a la realidad social, sanitaria y política. Se solidarizó con los fallecidos y con todos aquellos que lo están pasando mal; agradeció el trabajo de tantas personas, también de Iglesia, en estas circunstancias; defendió una economía que ponga en el centro a las personas; hizo una llamada a la unidad, al acuerdo y a la buena política ante las tensiones; y censuró, sin citarlas, la ley Celaá y la ley de eutanasia.
«Dada la situación de emergencia nacional y mundial, deberíamos evitar tensionar más la sociedad política con cuestiones que no sean prioritarias o que requieran de un debate sereno y profundo. Ahora deberíamos centrarnos en encontrar soluciones que ayuden a salir a flote a las familias que se están hundiendo, a los empresarios que no tienen más remedio que cerrar sus negocios. Es conveniente evitar distracciones inútiles y polarizadoras», manifestó.
Aunque no se refirió explícitamente a la ley Celaá, el purpurado reclamó la conveniencia de un pacto educativo que pudiera concretarse en «una ley sólida que no sea objeto de debate con cada cambio de color político en el Gobierno».
En este sentido, Omella lamentó «los obstáculos y las trabas que se quieren imponer a la acción de las instituciones católicas concertadas» y ha insistido que «no es momento de enfrentar instituciones públicas y privadas». En su opinión, lo que hay que hacer es «trabajar conjuntamente, cooperar de forma eficaz y eficiente para ofrecer una educación adecuada a todos los niños, adolescentes y jóvenes, respetando en todo momento el derecho de los padres y madres a escoger libremente el centro y el modelo educativo para sus hijos».
El arzobispo de Barcelona defendió la fórmula de la concertación pública, que ha considerado «válida y útil» para que sea efectiva «la participación plural, la diversidad que enriquece a la sociedad y la implicación de la ciudadanía en la consecución del bien común».
Además, recordó que la ni la formación moral en valores ni la Religión deben desaparecer de los planes educativos. «Defendemos la presencia de la asignatura de Religión. En una sociedad tecnocrática en la que un pequeño virus nos ha desbordado, se hace más que nunca necesaria la enseñanza y el cultivo de la filosofía, de la teología y de la espiritualidad», añadió.
Con todo, reivindicó el Pacto Educativo Global propuesto por el Papa Francisco, que busca poner en el centro de la educación a las personas, escuchar la voz de los niños, tener a la familias como primera e indispensable educadora, educar para acoger a los vulnerables…
Defensa de la vida
Otra de las críticas que realizó el presidente del Episcopado tiene que ver con la eutanasia, cuyo proyecto de ley está en fase de tramitación en el Congreso de los Diputados. «Ante el sufrimiento que derriba a la personas, algunos proponen la eutanasia como solución. Nosotros apostamos por una cura integral de las personas que trabaje todas sus dimensiones: médica, espiritual, relacional, psicológica», continuó.
En su opinión, «la vacuna contra la tristeza, el dolor, la soledad y el vacío existencial de las personas enfermas no puede ser única y exclusivamente la eutanasia. Esta medida no sería ni la más justa, ni la más humana, ni la más fraterna».
Del mismo modo, recalcó que las propuestas eutanásicas no pueden ser catalogadas como derechos y que la respuesta de la sociedad en su conjunto ha de ser la de promover «una ética del cuidado y del reconocimiento personal, no legislaciones y lógicas superficiales e individualistas que extiendan la cultura de la muerte y fomenten el subjetivismo moral».
Y concluyó: «Queremos renovar nuestro compromiso irrenunciable con la defensa de la dignidad incondicional de cada ser humano desde el momento de su concepción y con un morir digno en que la vida sea plenamente humana y pacífica hasta el final».
Tensiones en la vida pública
Educación y eutanasia son dos de las cuestiones del debate público que han generado tensiones en los últimos tiempos, pero no las únicas. De hecho, Omella hizo un llamamiento a potenciar la comunión ante el riesgo de que aflore «el resentimiento y la división». «No es momento de divisiones, no es momento para dejar que los brotes populistas irresponsables e ideológicos traten de colarse. Es el momento de la cohesión, de la cordialidad, de trabajar unidos, de mirar a largo plazo liberándonos del cortoplacismo de las elecciones o de la bolsa. Es el momento de la unidad y de la buena política», advirtió.
En este sentido, lamentó que existan propuestas que buscan deslegitimar y poner en peligro «las instituciones básicas que han mantenido durante estas décadas aquel gran acuerdo nacional [la Transición] y han dado a nuestro país prosperidad y convivencia en la diversidad de su pueblos».
Esta llamada a la no polarización y a reducir la crispación la hizo extensiva a toda la sociedad y a los católicos en particular: «No debemos dar al mal más alas, sino que debemos dar continuamente oportunidades a la concordia y a la reconciliación».
Una economía más humana
En otro de los apartados de su discurso, el presidente de los obispos españoles reflexionó sobre la situación económica. En su opinión, la COVID-19 pone de manifiesto «carencias previas» en el modelo productivo y, por ello, defendió la promoción de «un mercado laboral digno, que permita conciliar la vida familiar con la vida laboral» y una economía que «tenga el horizonte puesto en la prosperidad inclusiva y sostenible, donde se pueda dar el desarrollo humano integral».
Recordó que en la superación de la crisis y la reconstrucción se debe «priorizar» a los socialmente más vulnerables, esto es, personas y familias en situación de exclusión o al borde de la misma por desempleo. Y puso en valor la labor que ha hecho la Iglesia «con todos los medios a su alcance» y ha advertido de la necesidad de colaborar con ella pues las limitaciones de aforo en los templos está repercutiendo en las arcas parroquiales.
Derecho a la atención espiritual
Tras reconocer la labor de la Iglesia —«que ha multiplicado exponencialmente su atención a las personas y a las familias»—, el arzobispo de Barcelona trajo a la memoria a las personas no pudieron recibir atención espiritual en los primeros meses de la pandemia por falta de material de protección. «Esperamos que se haya aprendido de la situación y, de ahora en adelante, se reconozca la importancia del acompañamiento o asistencia espiritual durante la enfermedad. El derecho a recibir una atención espiritual es un derecho humano que no se puede vulnerar», agregó.
Finalmente, Omella apuntó que la Iglesia debe estar comprometida en crear esperanza ante la «envergadura del trauma que está impactando sobre todos nosotros» y del «enfrentamiento continuo de los líderes políticos».
«Corremos el riesgo de dar pábulo a la desesperanza, alimentar una mirada excesivamente negativa sobre nosotros como país, hundir nuestra autoestima colectiva, dejarnos vencer por el pesimismo e incluso caer en la depresión cultural», subrayó.
- Es habitual que en la inauguración de cada Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal tome la palabra el nuncio del Papa en España para transmitir un saludo y el ánimo del Pontífice a los pastores.
El discurso de Bernardito Auza en esta ocasión ha tenido un recuerdo especial a los sacerdotes o obispos fallecidos y un agradecimiento al personal sanitario y a las fuerzas del orden público por su trabajo en estas circunstancias.
Aunque no fue muy concreto, Auza ha pedido a los obispos que en estos momentos sean luz para los hombres y mujeres y que les ayuden a ser conscientes de su libertad. «Compete a la tarea que Cristo ha dado a los apóstoles y a su sucesores sacar a los hombres de las sombras atávicas que proyecta la experiencia de su vulnerabilidad, a fin de que, siempre consciente de su libertad, no quede a merced de ningún oscuro albur, ni pierda de la mano las riendas confundido en un porvenir incierto», ha añadido.