Ojos nuevos - Alfa y Omega

Lo poco, escaso, y limitado; y el derroche, la desmesura, lo exagerado. ¿Se pueden poner en diálogo los opuestos? Ya le digo yo que sí.

Tuvimos hace poco la campaña de oftalmología. Un equipo de gente fuera de serie que, desde hace años, apuesta por la salud de los ojos en este contexto, donde no tenemos atención especializada. No solo llegan, hacen sus operaciones y se van, sino que hay todo un trabajo de fondo, paciente, que va capacitando a los que estamos aquí.

No me digan que no es exagerado: un grupo de diez personas, con lo que supone de aviones, maletas con medicamentos y aparatos. Exagerado es también hacer tres días de viaje hasta llegar y otros tres de vuelta. Y desmesurado el riesgo que supone entrar en un país con zonas conflictivas. Derroche también las más de siete horas para ir a buscarlos y tantas de vuelta.

Seis días de consulta han sido pocos. Escasas las 300 personas vistas y las 23 cirugías. Un equipo local de más de diez personas ayudando en tareas de organización, logística, traducción… Es limitado. No han devuelto la vista a todo Haití. De hecho, solo han revisado a una pequeña parte de Jean Rabel. Quizá si todos los diagnosticados de glaucoma —enfermedad muy prevalente aquí y que te deja ciego— hicieran bien el tratamiento…

La lógica dice: ¿para tan poco tanto derroche? Este mundo nuestro que nos mete dentro sus estándares. Pero, por otro lado, están el amor, la justicia. Dios es desproporcionado y se ríe de nuestros números.

Y me río yo también. Porque que diez personas crucen el mundo me parece poco para tanto bien que han hecho. Ya no te digo adecuar unas gafas al que habían descartado en el colegio porque no daba la talla y lo único que le pasaba en realidad es que no veía. Ni tampoco que ese señor haya podido volver al campo, su único medio de vida, porque le han quitado uno de los pedruscos que no le dejaba ver. O que un chico de 20 años haya empezado con tratamiento del glaucoma previniendo que se quede ciego en unos años. Ese no es el bien del que hablo.

Es que la gente de aquí, en este rincón perdido y olvidado del mundo, han sentido que importan. Que hay quienes ponen en juego sus vidas, saliendo de sus comodidades, por ellos. Y eso es algo que se multiplica, que ha pasado de boca en boca, y que ha tocado no solo a 300, sino a miles. Aquí y allí. Esta gente ha dicho con su vida que los últimos de nuestro mundo no lo son. Desde el día que dijeron en sus casas y trabajos que se venían. En las fronteras que han atravesado, en sus redes sociales. Esta es la lógica del Evangelio: justo en los que no cuentan nada es donde se nos llama al derroche.