Obispos de Extremadura: «No puede prohibirse la comunión en la boca» - Alfa y Omega

Obispos de Extremadura: «No puede prohibirse la comunión en la boca»

Publican una carta pastoral con reflexiones sobre la situación provocada por la COVID-19

Fran Otero
Foto: Europa Press.

Los obispos de las diócesis de Extremadura —Celso Morga, arzobispo de Mérida-Badajoz; José Luis Retana, obispo de Plasencia; y Diego Zambrano, administrador diocesano de Coria-Cáceres— ha publicado este lunes una carta dirigida a todos los fieles en la que incluyen una serie de reflexiones al hilo de la pandemia que vivimos y en la que piden a los sacerdotes que no se prohiba la comunión en la boca.

«Hay que evitar restricciones arbitrarias o que limiten los derechos de los fieles. En concreto, por más que sea preferible la comunión en la mano por razón de la situación, no puede prohibirse la comunión en la boca, como ha ocurrido en algunas ocasiones», afirman los responsables de las tres diócesis en un texto acordado en una reunión conjunta el pasado 9 de octubre y firmada este lunes, fiesta de san Pedro de Alcántara, patrón de Extremadura.

La misiva, que se estructura en seis puntos, incluye esta petición en el tercero, titulado Volver a las iglesias con alegría. En él, hace, además, una invitación a los fieles a volver a la Eucaristía y a los sacramentos de forma presencial. Y añaden: «No es prudente suplir, más allá del tiempo necesario, la participación personal en la liturgia eclesial con otros medios excepcionales, por ejemplo telemáticos».

Más allá de estas recomendaciones, los prelados agradecen a los sacerdotes y los fieles el esfuerzo para adecuar los espacios y su comportamiento para garantizar las celebraciones y piden que esta voluntad se mantenga en la organización de la catequesis y de otros encuentros pastorales.

Vulnerabilidad

El texto comienza con una reflexión sobre las lecciones que nos deja la pandemia. La primera, la conciencia de que «somos vulnerables». «No es que no lo supiéramos, pero la COVID-19 nos ha hecho tomar conciencia de esta gran verdad de nuestra vida. No somos dioses, ni inmortales, ni todopoderosos. […] Un virus, prácticamente invisible si no es a la lente de un microscopio, puede acabar con millones de vidas humanas», apuntan.

A pesar de que esto puede llevar al desconcierto, desánimo, incertidumbre e incluso miedo, creen que si esta vulnerabilidad es asumida con madurez humana y cristiana «ofrece la posibilidad de encarar las dificultades de una manera nueva».

Otra de las reflexiones tiene que ver con la idea de que «no podemos ni debemos vivir solos», algo que la COVID-19 ha puesto todavía más de manifiesto. «Somos hermanos y estamos hechos para el encuentro», añaden.

En este sentido, reconocen que las comunidades eclesiales son un espacio privilegiado para fortalecer la comunión y el compromiso con las personas que están sufriendo los efectos de la situación.

Llamada a la responsabilidad y a la esperanza

Finalmente, hacen una doble invitación a los fieles. Una primera que tiene que ver con la responsabilidad ante la segunda ola: «La situación nos obliga a recordar a todos la responsabilidad con la que hemos de vivir la situación presente, procurando un comportamiento sensato, prudente pero sin miedo, capaz de encontrar los medios oportunos para cuidar la salud propia, pero también la de los hermanos».

Y otra a mantener la esperanza y la fe: «Para los que aman a Dios todo les sirve para el bien, hasta el punto de que esperamos el milagro de que un virus tan inhumano termine por servirnos para ser más humanos y más hermanos».