Francisco Cerro: «Nunca pensé en ser obispo. Es algo que me desborda»
Francisco Cerro es un obispo sencillo y cercano. Basta echar un vistazo a una galería de fotos de su paso por Coria-Cáceres para verle siempre en medio de los fieles, cuando no detrás. Como uno más. Su vida sacerdotal se desarrolló entre Toledo, donde fue ordenado, y Valladolid, hasta que en 2007 Benedicto XVI le nombró obispo. Este sábado toma posesión en una de las diócesis más significativas de nuestro país
Vuelve a los orígenes. A Toledo. Y como arzobispo. ¿Cómo recibió el nombramiento?
Con mucho agradecimiento por la confianza que el Papa me dispensa y con el reto de volver a la diócesis donde recibí la ordenación sacerdotal de parte de don Marcelo. Es un auténtico gozo y una responsabilidad, a la vez que una gran ilusión.
¿Lo había imaginado alguna vez cuando era seminarista o sacerdote?
Nunca pensé en ser obispo. Es algo que me desborda. Uno se pone al servicio de la Iglesia y es hijo obediente para cumplir una misión cuando te lo piden, el Papa en este caso.
Han sido casi 13 años en Coria-Cáceres. Allí nació, en Malpartida de Cáceres, y allí empezó su ministerio episcopal. ¿Qué balance hace?
Hemos trabajado todo lo que hemos podido. Lo importante es que tratamos de llevar a cabo la misión que Dios nos encomendó. Siempre con la humildad de reconocer que uno no llega a todo, pero hace todo lo posible para servir al pueblo de Dios.
En los últimos años han vivido un importante proceso sinodal, del que ha surgido una nueva estructura diocesana con más protagonismo de laicos en general y de mujeres en particular.
Vi claro el convocar un sínodo en el que participaron más de 4.000 personas. Allí se puso de manifiesto la importancia de los laicos en la Iglesia y, entre ellos, de muchas mujeres. Algunas de ellas son delegadas episcopales en la diócesis en los momentos actuales. Los laicos vienen realizando una labor magnífica y creo que es un acierto que se impliquen en la vida de una diócesis. Tienen una misión y su papel es insustituible. Por eso necesitamos un laicado bien formado y preparado que sepa dar respuesta a todos los retos de la sociedad actual. Y en España hay muchos retos ante los que la voz de los laicos es muy necesaria: en lo sociopolítico, en la cultura, en el trabajo, en la familia…
¿Cómo ve la archidiócesis que lo va a acoger?
Hace mucho tiempo que salí de Toledo. Mi vida sacerdotal transcurrió fundamentalmente en Valladolid. Por lo que conozco, es una diócesis muy viva, con un clero bien formado un laicado comprometido, y con una gran presencia y deseo de transformar el mundo según el corazón de Dios. También la vida consagrada tiene mucho futuro en estos momentos.
¿Cuáles serán sus prioridades?
Sobre todo, como he hecho siempre, voy a trabajar con la pastoral de juventud; me preocupa mucho. También la vivencia misionera. De hecho, en Toledo tenemos una presencia muy fuerte en Perú, en la diócesis de Lurín y en la prelatura de Moyobamba. Con esto también quiero potenciar la vida consagrada, las vocaciones sacerdotales —en Toledo hay muchas, pero siempre son necesarias más— y el laicado, tan necesario para que haya una vivencia profunda de transformación de la sociedad y del mundo al servicio de los más pobres. Voy a servir, a entregar mi vida, a darla por todos, sabiendo la inmensa labor que ha hecho la Iglesia en este lugar y que tiene que seguir haciendo para que Jesús y el Evangelio estén presentes, para dignificar a la persona y servir a los más necesitados.
Toledo es una sede que han ocupado grandes obispos. ¿Tiene algún referente?
Los últimos arzobispos han sido pastores según el corazón de Dios. Han trabajado grandes dimensiones y han sido eficaces en su labor pastoral. Yo llego como humilde siervo del Señor.
¿Ha hablado con el Papa Francisco tras el nombramiento?
Con el Papa he estado unas cuantas veces, pero en estos momentos no he hablado con él. Le escribí una carta de agradecimiento y le envié un ejemplar de uno de mis últimos libros. La relación con el Papa Francisco siempre ha sido muy buena y muy cordial. Afectiva y efectiva, como suelo decir.
La Iglesia en Extremadura lleva años reclamando para sí el monasterio de Guadalupe, que hoy pertenece a Toledo. ¿Se resolverá esta situación?
Los obispos extremeños ya hicieron sus deberes. Será ahora la Santa Sede la que tenga que tomar una decisión.
Su predecesor en Toledo ha dedicado sus últimos escritos como pastor de esa diócesis a la cuestión de la eutanasia, cuya legislación parece que avanza no solo en España sino también en el resto de Europa. ¿Qué opina?
Me siento muy identificado con las palabras de don Braulio. Hay que apostar por la vida desde su concepción hasta el final. La Iglesia está por la solución de los cuidados paliativos. Hay que cuidar la vida y luchar contra el sufrimiento. Renunciar a la vida no es la solución en un momento tan importante.
Siguiendo con los temas sociales. Hay un problema acuciante en la actualidad. Se vive en Extremadura y también en Castilla-La Mancha, entre otros lugares: el de la España vaciada. Hace unos días, abordó la cuestión con el resto de obispos de Extremadura.
Hay que trabajar y apoyar a estas poblaciones para que no se queden sin recursos. Nosotros hemos podido conocer el sufrimiento de los agricultores y de sus familias. Hay que dar solución al problema del campo.
La Iglesia todavía mantiene una presencia fuerte en las zonas rurales, ¿no?
Siempre he dicho que la presencia de la Iglesia en el mundo rural es muy hermosa, significativa y modélica de cómo se tiene que estar en estos lugares.