Nuevos servidores para la Iglesia madrileña
La catedral de la Almudena acoge el próximo sábado la ordenación diaconal de diez seminaristas del Seminario Conciliar de Madrid, uno del Redemptoris Mater y dos de la Sociedad de San Pablo. Presidirá la celebración el cardenal Cobo
El día que Adrián León (29 años) entró en el Seminario Conciliar de Madrid había derbi en la capital. Lo primero que vio fue a un seminarista con la camiseta del Real Madrid. «Pensé que por lo menos había uno que era normal», ríe, algo inevitable cuando nos acaba de contar que había estado dando vueltas por las Vistillas porque no se atrevía a dar el paso, en sentido literal. La historia de la vocación de Adrián es «muy lineal». Chico de parroquia «de siempre», lo consideraban el sucesor natural de los curas jóvenes. Por su mente pasaba que quizá ese fuera un camino, pero la verdadera llamada del Señor la percibió él en una vigilia pascual cuando contaba con 19 años. «Estaba intentando conquistar a una chica», una joven que cantaba en el coro, pero esa vigilia dio un vuelco a su vida. Aquello de ser sacerdote, que se le había pasado en ocasiones por la cabeza, entonces le bajó al corazón. «Fue distinto y lo reconocí; fue definitivo», recuerda. Años después, explica cómo Dios lo ha cambiado por completo, tanto externa como internamente, «haciendo las cosas en lo pequeño». Ha habido momentos muy difíciles, sí, como el año pasado, cuando le dijeron que tenía que esperar un año para ser ordenado. Pero «el Señor me regaló la certeza de que no era un no, sino un momento de espera» en el que «afianzar la vocación».
Adrián será ordenado finalmente diácono el próximo sábado. Sucederá en una ceremonia en la catedral de la Almudena, a las 19:00 horas, presidida por el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid. En ella también recibirán el sacramento otros nueve compañeros del Seminario Conciliar de Madrid —además de uno del Seminario Redemptoris Mater y dos de la Sociedad de San Pablo—.
Entre ellos está Héctor Gregorio. En la esfera vital de este joven de 33 años siempre había estado la idea del sacerdocio, pero con la misma fuerza que la del matrimonio. Una cosa tenía clara, que «Dios me pide que sea feliz y que le sirva». En una peregrinación a Guadix (Granada) Dios le despejó las dudas y empezó a ver con fuerza que su vida sería el sacerdocio. Había pasado momentos de inquietud, pero entonces solo tenía paz, «la que el Señor te da».
Nunca ocultó Héctor su ser cristiano en su entorno y eso interpelaba a sus compañeros de instituto. «Me preguntaban cosas; en las comidas, por ejemplo, llegó un momento que me dijeron que bendijera para todos, “porque no nos quita nada”», recuerda. La «ventaja» de ahora es que hay una «completa ignorancia» sobre el hecho religioso, con lo cual la gente no muestra prejuicios, sino más bien están «abiertos a escuchar lo que sea». Para el joven, el seminario ha supuesto crecer «en mi relación con el Señor». Reconoce que cuando entró no tenía costumbre de estar en silencio una hora ante el sagrario o incluso de rezar el rosario; tampoco estaba acostumbrado a un ritmo concreto de confesión. Por eso, estos años han sido de ir «madurando el espíritu de oración». A dos días de su ordenación diaconal, es consciente de que esto no lo lleva él y le pide a Dios no dejarse llevar por el orgullo: «Recuérdame que no soy yo, sino tú, y que por ellos me entrego».