Al presentar más de 600.000 firmas al Congreso de los Diputados, la campaña Esenciales ha confirmado que es posible abrir nuevos caminos de fraternidad y justicia en nuestro país.
Parece difícil —escribo esto en una semana política especialmente bochornosa— pensar que en España puede haber entendimiento y colaboración para trabajar por el bien común. A veces te dan ganas de tirar la toalla, de elegir bando y armarte de explosivos para acabar de dinamitar el espíritu de la Transición. Pero luego te das cuenta de que eso es una tentación: el Mal Espíritu está haciendo de las suyas y tu obligación como discípulo de Jesús es ponerte de acuerdo con personas e instituciones que piensan y se expresan muy diferente a ti. Toca renunciar a ser un pureta que nunca se mancha, pero que nunca avanza, y te pones a escuchar y a comprender; te exiges argumentar e intentar convencer, a veces lo consigues y otras no; toca ceder. Y echas a andar por una senda larga y dura. Pero enciendes la linterna y avanzas. Se va sumando gente distinta. Te ves caminando a la par que la Asociación de Soviets de Getafe, el Colectivo Prostitutas de Sevilla, la Conferencia Episcopal y diversas congregaciones, diferentes agrupaciones feministas y LGTBI… y es imposible no acordarte del Jesús que te transformó con sus encuentros del Evangelio: con la mujer adúltera, con el recaudador de impuestos, con la samaritana, con el centurión romano. Y lo consigues; aunque has sufrido, lo has disfrutado.
Los españoles estamos más cerca de poder acoger e integrar a personas que nacieron en otros países y que decidieron venir a sumar, a trabajar, a pasarlo bien y a veces mal, a ser ciudadanos… Debemos permitirles vivir con plenos derechos y protegerlos de la explotación laboral y sexual, de la marginación, del miedo y de la injusticia.
Debemos pedir a nuestros políticos que se pongan de acuerdo como nosotros y que, dentro de unos meses, voten a favor de la ley para regularizar a medio millón de personas. Hemos demostrado que, ante tanta crispación y falta de miras, hay posibilidad de organizar la esperanza, hay maneras de entendernos por el bien común. Es la hora de abrir nuevos caminos de fraternidad y justicia en nuestro país.