Nuevas visiones del rostro humano - Alfa y Omega

Nuevas visiones del rostro humano

Hasta el día 6 de enero, puede contemplarse en la Fundación Mapfre, en Madrid, la exposición Retratos. Obras Maestras, proveniente del Centro Pompidou, y que es un recorrido por el amplio y rico género del retrato en la pintura contemporánea

Antonio R. Rubio Plo
'Iturrino' (detalle), de André Derain. Obra de 1914
Iturrino (detalle), de André Derain. Obra de 1914.

El descubrimiento de la fotografía en el siglo XIX no significó la muerte del retrato. Desapareció prácticamente la obra de encargo, y en la representación del rostro prevaleció el enfoque subjetivo del artista, hasta el punto de que Matisse decía que no pintaba retratos, sino cuadros. El expresionismo empezó a deformar los rostros y salpicarlos de maquillajes excesivos, en un ejercicio de sublimación de la vulgaridad, pero ni siquiera el frío racionalismo de los cubistas renunciará a representar al ser humano. En el siglo XX, no desaparece el retrato, aunque a veces adopta la forma de máscara y sus rasgos resaltan la soledad del individuo.

'El poeta Mazim', de Marc Chagall. Obra de 1911
El poeta Mazim, de Marc Chagall. Obra de 1911.

De estos nuevos enfoques participa el autorretrato de Henri Matisse, realizado en 1900, un ejemplo del fauvismo, con su defensa de los colores puros utilizados de un modo directo y agresivo. Aquí las pinceladas son trémulas, y los colores oscuros y estridentes. La obra es un estallido de color, con el predominio del verde, rojo y violeta, y la mirada del artista refleja una expresión de angustia.

'El hombre de Tours', de Juan Gris. Obra de 1918
El hombre de Tours, de Juan Gris. Obra de 1918.

En contraste, el retrato del compositor Erik Satie, realizado por la pintora Suzanne Valadon en 1893, es una insuperable muestra de introspección psicológica. La artista, que en esos momentos mantenía una relación amorosa con Satie, parecía admirar a alguien que había roto con los convencionalismos burgueses para vivir en un cuartucho de Montmartre. En la obra se plasman los rasgos excéntricos del músico, con unos anteojos de equilibrio inestable sobre la nariz, un sombrero deformado, barba poblada y cabellos largos. Todo un ejemplo de la bohemia parisina, donde se conocieron Valadon y Satie, y en la que todo era anárquico y efímero, al igual que la relación entre ambos, rota por aquella mujer de carácter voluble que no soportaba el carácter celoso y posesivo de su amante.

'Retrato de Luciene Bréval', de Ignacio Zuloaga. Obra de 1908
Retrato de Luciene Bréval, de Ignacio Zuloaga. Obra de 1908.

Muy diferente es el retrato de la soprano Lucienne Bréval, pintado por Ignacio Zuolaga en 1908, una cantante especializada en personajes wagnerianos, que por entonces quería representar a la Carmen de Bizet. El artista vasco recreó una atmósfera y un colorido, muy propios de la España sombría de El Greco, Velázquez y Goya. Sobre ese trasfondo aparece un rostro de una mirada atenta y penetrante, dotado de una fuerte personalidad, aunque al mismo tiempo expresa confianza. En la obra están muy cuidados detalles como los pliegues de la ropa o la ondulación de la cabellera.

'Autorretrato', de Henri Matisse. Obra de 1900
Autorretrato, de Henri Matisse. Obra de 1900.

De 1911 es el retrato del poeta Mazim, vecino del pintor Marc Chagall en sus primeros años parisinos y con el que solía tomar café en su estudio en las madrugadas. El artista ruso trabaja el color con plena libertad y realiza una yuxtaposición de planos sobre el espacio del cuadro. La principal novedad es que Chagall no queda limitado por la estética racionalista del cubismo, sino que le da un toque mágico, al escritor representado, lo que se observa en la cabeza, similar a una máscara con rasgos humanos y animales. Acaso se pretende expresar la soledad de Mazim y del propio Chagall, enfrentados a las fuerzas secretas que rigen la creación artística.

'Erik Satie', de Suzanne Valadon. Obra de 1893
Erik Satie, de Suzanne Valadon. Obra de 1893.

Al expresionismo pertenece el retrato del pintor español Francisco Iturrino, amigo de Picasso, y que fue realizado en 1914 por André Derain. Es un rostro ascético semejante a un monje de Zurbarán, y se inserta en un juego de luces y sombras, con predominio de colores negros, grises y pardos, evocadores de técnicas de Goya, aunque el alargamiento del rostro y las inmensas manos recuerdan el arte de las culturas primitivas, o incluso los iconos bizantinos.

La obra de Juan Gris, El hombre de Tours, fechada en 1918, demuestra que las vanguardias no han supuesto el fin del retrato. Por el contrario, la figura humana es abordada por medio de una compleja combinación entre escultura y pintura, que además se inspira en la geometría propia de las cristalizaciones naturales. El pintor español parte de una forma hexagonal para crear un individuo.

'Retrato de mujer', de Pablo Picasso. Obra de 1938
Retrato de mujer, de Pablo Picasso. Obra de 1938.

De Picasso se presenta en esta exposición un Retrato de mujer de 1938, el de Dora Maar, una fotógrafa de los círculos surrealistas y que se distinguía por crear realidades diferentes a partir de imágenes captadas al azar. Es un destacado ejemplo del expresionismo picassiano, un retrato-espejo del pintor y de la personalidad de su modelo y musa de aquellos años, representada como una mujer fatal con el cuerpo tatuado de rayas.

La belleza de lo cotidiano
'Costa de San Francisco', 1955

Otra interesante exposición de la Fundación Mapfre, que se puede contemplar hasta el día 20 de enero, está dedicada a la fotógrafa americana Imogen Cunningham (1883-1976), representante de la transición del pictorialismo a la fotografía moderna y que supo plasmar la belleza de lo cotidiano y utilizó insólitos métodos de experimentación.