Nueva propuesta de reforma constitucional: España, ante el abismo - Alfa y Omega

Nueva propuesta de reforma constitucional: España, ante el abismo

La estructura territorial del Estado no sólo genera graves disfunciones económicas. España está a punto de entrar en un «proceso revolucionario», y no es descartable una guerra. Lo advierte el Instituto de Estudios de la Democracia de la Universidad CEU San Pablo, que presentó ayer una propuesta de reforma constitucional

Ricardo Benjumea
Reunión de los constituyentes en el Congreso, el 1 de septiembre de 1977.

España necesita con urgencia una reforma constitucional. De lo contrario, el proceso de disgregación territorial abocará pronto al país a un «proceso revolucionario», con riesgo cierto de «soluciones bélicas». Es la advertencia que lanza el Instituto de Estudios de la Democracia de la Universidad CEU San Pablo, que ayer presentó en Madrid su informe Recuperar España. Una propuesta desde la Constitución. La propuesta no cuestiona el modelo autonómico, pero sí garantiza que «el Poder central del Estado vuelve a tener al menos las necesarias facultades para dirigir efectivamente los intereses de la nación española en su conjunto». Participaron en el acto el antiguo embajador ante la Santa Sede, don Francisco Vázquez, y el ex ministro de la UCD José Manuel Otero Novas.

El documento es fruto de diversos debates en el Aula Política del Instituto de Estudios para la Democracia de la Universidad CEU San Pablo, a partir de ponencias presentadas, entre otros, por los miembros de la Asociación Católica de Propagandistas don Teófilo González Vila, don Alfonso Coronel de Palma o el propio Otero Novas. Se han recibido también numerosas aportaciones externas, como las de José María Aznar, Esperanza Aguirre y Soraya Sáez de Santamaría, José Bono y Guillermo Fernández Vara, Manuel Pizarro, Gustavo Bueno, Pío Mora o incluso el convergente Frances Homs, a que el nacionalismo catalán no sale precisamente bien parado en el informe.

«Hay Comunidades Autónomas que, de modo reiterado, incumplen las leyes del Estado», y «partidos políticos, legalizados e incluso en Gobiernos y Parlamentos autonómicos que confiesan que su objetivo y plan es la independencia, y que recorrerán ese camino digan lo que digan la Constitución y las leyes», se lee en el texto. «Esas indebidas reivindicaciones», sustentadas sobre falsificaciones de la Historia, no pueden dejar indiferente a nadie, porque «perjudican los intereses de todos los españoles». Además, «la experiencia histórica nos enseña que siempre que hemos iniciado procesos de desintegración y autodeterminación como los actuales, aunque en principio pudiera existir retórica amable en el centro y en la periferia, los cerramos con amplios derramamientos de sangre. Así ha ocurrido en España en los años 30, en los años 70 del siglo XIX, en los años 40 del siglo XVII…; se ha derramado mucha sangre de todos los españoles». Y se remata: «No nos engañemos con que los conflictos bélicos son cosa de tiempos pasados».

Con los nacionalistas, no sirven las políticas de apaciguamiento, porque «la debilidad es provocadora». Poco a poco, han ido consiguiendo todas sus reivindicaciones, y hoy se encuentran a un nivel de 90 sobre 100, es decir, a un paso de la independencia. ¿Y cuál es la respuesta de los grandes partidos? El PSOE está dispuesto a ceder más poder a las Autonomías, y el PP se plantea para Cataluña algo similar a un concierto económico. Así que «los nacionalistas ya saben que Madrid sobrepasará el actual nivel de 90». Y «volveremos a confiar en la lealtad de los nacionalistas por haberles dado el 96 % de la independencia, como lo creímos en 1978, cuando les facilitamos el 50 %. Pero ahora ya sabemos que nos engañaremos».

El momento es crítico, pero la Historia demuestra que, a veces, los cambios se producen de forma inesperada en momentos de agotamiento de los sistemas. Se cita, como ejemplo, el caso de Francia, con el paso de la IV a la V República en 1958. También hoy cabría la posibilidad en España de que el Jefe del Estado llamara a un nuevo jefe de Gobierno, con apoyo de los grandes partidos, para que prepare una reforma constitucional, sometida después a referéndum.

El desastre se puede evitar todavía, pero el tiempo se acaba.