«Nuestra primera obligación es rezar y alabar al Señor»
El custodio de Tierra Santa basa toda su acción en el diálogo: con las otras confesiones, con las autoridades políticas, con las instituciones culturales y con todos los hombres de buena voluntad, pero sin renunciar al carácter católico de una misión que los franciscanos tienen encomendada desde el siglo XIV y cuyo rasgo principal es la preservación de los Santos Lugares
«Un poquito de itañol se entiende». No solo se entiende sino que habla el idioma de Cervantes con fluidez. «Es mi primer año, mi noviciado», explica. «Faltan algunos días para terminarlo, hay muchas impresiones y algunas ideas: no pretendo tener una visión completa».
En el convento jerosolimitano de San Salvador, sede de la Custodia de Tierra Santa, el padre Francesco Patton, OFM, titular de la más señera de las subprovincias franciscanas desde mayo de 2016, se mantiene cauto. Motivos tiene: la realidad eclesial que administra es compleja. Cuando se habla de la Custodia de Tierra Santa, no se habla solo de Israel y Palestina, sino también de la presencia en Jordania, Líbano, Siria, Chipre, Rodas y Egipto. Compleja, rica e internacional. «Somos 260 frailes de 40 nacionalidades distintas. Es verdaderamente una riqueza porque es la expresión de nuestra universalidad y catolicidad. No olvide que catolicidad significa universalidad».
Pero sin obviar la importancia que implica vivir en los Lugares Santos. Según Patton, «son el testigo de la realidad de la Encarnación y de la Redención, de ahí que nuestra primera tarea sea rezar y alabar al Señor. En los distintos lugares el Señor ha realizado algo esencial para nosotros: en Nazaret, la distancia entre Dios y la humanidad ha desparecido; en esa misma ciudad, Dios se hizo carne; en Belén, nació como un Niño. Es algo extraordinario, porque nos presenta la cara de Dios en la cara del Niño. Así nos pide que le acojamos».
«Al recorrer los emplazamientos de Galilea cercanos al lago Cafarnaúm y otros —prosigue el custodio— «hay un contacto vivo con lo que Jesús dijo e hizo, lo que nos hace disfrutar de estos pasajes del Evangelio que están en los lugares». Y por supuesto, Jerusalén, sede del Cenáculo —lugar de la Eucaristía y del Sacerdocio—; Getsemaní —lugar de la oración de Jesús y de su entrega a la voluntad del Padre—, el Gólgota —donde, como dice san Pablo, «el Hijo de Dios me amó y entregó su vida para mí»—, y el Santo Sepulcro, lugar donde se cumplió el otro milagro con la Resurrección, por lo que nuestra carne ahora vive en Dios.
Una herencia excepcional de la que, en opinión de Patton, se deriva la tarea principal de los frailes de la Custodia: contemplar y rezar. Después hay otra tarea que es la acogida de peregrinos. «Nuestra experiencia es importante porque no se puede acoger si no se entiende el significado del lugar. En este momento, estamos en cincuenta santuarios. Son muchos».
La tarea pastoral se desarrolla en las parroquia latinas. «En cada una de ellas suele haber una escuela; y son escuelas que permiten el diálogo: hay una mayoría de alumnos musulmanes y una minoría de cristianos. Son escuelas de convivencia».
Corre el rumor según el cual el Gobierno de Israel habría reducido su aportación a las escuelas de titularidad de la Custodia.
El problema tuvo lugar hace dos años, cuando hubo diferencias entre las escuelas cristianas y el Gobierno. Tras un parón algo se ha movido y ahora estamos recibiendo la aportación. Hay diálogo a todos los niveles sobre este asunto.
¿Cuáles son las perspectivas de la Custodia a largo plazo, tanto en el aspecto económico como en el religioso?
La sostenibilidad ha de garantizarse con los aportes de toda la cristiandad. Por ejemplo, a través de la colecta del Viernes Santo, que es el mayor soporte económico de la Custodia. Hay también otras fuentes de financiación privada.
¿Está garantizado el futuro del proyecto pastoral?
Es sostenible a largo plazo. Tenemos el número suficiente de hermanos y tenemos vocaciones procedentes de todo el mundo, de Asia, América Latina, África y Europa. En nuestro proyecto y realidad, hay muchas colaboraciones con institutos religiosos y con laicos comprometidos. Trabajamos en equipo y en red.
¿Por qué fase atraviesan las relaciones con los responsables de las otras confesiones?
En este momento tenemos un buen diálogo con los griegos ortodoxos, con los armenios ortodoxos, y con los coptos… con todos. Para nosotros es esencial el diálogo con griegos y armenios porque en el Santo Sepulcro y en Belén compartimos el espacio físico del lugar santo.
Impera el statu quo.
Eso es: cualquier iniciativa tiene que ser por acuerdo. Recientemente hemos restaurado el Santo Sepulcro, el santuario más importante de la cristiandad. Una obra importante por su peso simbólico, ha sido una gran experiencia de cooperación.
¿Y con las otras dos confesiones monoteístas?
Tenemos oportunidades de diálogo. Con los musulmanes en las escuelas, como he dicho anteriormente, hay diálogo con alumnos, familias y profesores, sin olvidar el diálogo de la vida diaria, que es fructífero.
¿Con los judíos?
Hay colaboración a nivel cultural. Cuando se hacen exposiciones, los museos israelíes nos piden hacer operaciones comunes. Hay cooperación académica, a través de la Facultad de Ciencias Bíblicas y Arqueológicas de la Flagelación. En materia arqueológica, hay relación con el Departamento de Antigüedades Judaicas. Hay aprecio mutuo: les gusta a ellos y a nosotros.
¿En qué consiste a día de hoy la acción de la Custodia en relación con los refugiados?
Trabajamos con refugiados y migrantes en todo Oriente Medio. Aquí en Israel centramos nuestro trabajo en Haifa y Tel Aviv, donde hay más de 50.000 migrantes católicos. A los refugiados los apoyamos indirectamente a través de una asociación judía.
¿Y en el resto de países?
Trabajamos directamente con los refugiados. La situación más dramática es la de Siria, cuyo símbolo de la destrucción es Alepo: antes de la guerra, Alepo tenía tres millones de habitantes, de los que alrededor de 300.000 eran cristianos de distintas confesiones. La ciudad tenía buena vida social, cultural y económica. Ahora es como Varsovia después del gueto.
¿Cuántos cristianos quedan?
Más o menos 30.000. Algunos viven en otros lugares de Siria, como Latakia, pero la mayoría ha dejado el país.
¿Qué planes tiene la orden franciscana?
Seguiremos manteniendo nuestros sitios y parroquias: dos en Damasco, una en Alepo, otra en Latakia, que ha doblado el número de fieles; sin olvidar otras dos iglesias en dos pueblos situados en una región controlada por Al Qaeda.
¿Cuál es, a la postre, el objetivo final de su mandato?
Que los hermanos que viven y trabajan en la Custodia crezcan como una fraternidad. Y que esa vida fraterna sea un testimonio de cómo se puede vivir juntos siendo de distintas nacionalidades.
También hay proyectos culturales completos.
Hemos empezado un proyecto de Museo de Tierra Santa y hay una primera sección multimedia. Habrá una sección arqueológica en la iglesia de la Flagelación que probablemente estará activa antes de final de año. La tercera sección es la histórica, que estará en San Salvador. Será un lugar de la memoria cristiana y franciscana de Tierra Santa.
La presencia franciscana en Tierra Santa se remonta a 1217, cuando el Capítulo General de la Orden celebrado ese año creó la provincia que, según el fascículo oficial que hoy distribuye la Custodia, «abarcaba todas las regiones en torno a la cuenca sudoriental del Mediterráneo, de Egipto y Grecia y más allá». En 1219 y 1220 fue visitada por el mismísimo san Francisco de Asís. Hubo que esperar a la bula del Papa Clemente VI, con fecha de 21 de noviembre de 1342, para que los franciscanos empezaran a administrar los Lugares Santos. No han dejado de hacerlo ni un día desde entonces. En la actualidad, la Custodia está conformada por alrededor de 300 misioneros, 54 santuarios, 24 parroquias, 14 escuelas, cuatro casas para enfermos, ancianos y huérfanos, tres institutos académicos, dos editoriales, 1.850 puestos de trabajo, 650 viviendas para necesitados, y 362 becas anuales para estudiantes.