Francisco en la audiencia: «No todo lo que nace de la ira es malo»
«Existe una santa indignación» que nace cuando «nos estremece las entrañas la opresión de un débil», ha dicho el Papa Francisco en su catequesis semanal dedicada a los vicios y virtudes
«La ira es un vicio desenfrenado que quita el sueño y nos hace maquinar en nuestra mente sin poder encontrar pensamientos razonables», ha afirmado el Papa Francisco este miércoles durante la audiencia general. En ella, ha continuado su ciclo de catequesis sobre los vicios y las virtudes.
Para el Pontífice, este pecado «destruye las relaciones humanas porque expresa la incapacidad de aceptar la diversidad del otro». Comienza «detestando el tono de su voz, sus pequeños gestos y sus formas de razonar y de sentir». Luego la relación «degenera» y «no se calma con el tiempo», ya que «se magnifican los malentendidos en lugar de apaciguarlos».
La solución pasa por «abordar el problema inmediatamente e intentar la reconciliación», ya que «es importante que todo se disuelva inmediatamente, incluso antes de la puesta del sol», ha dicho el Papa. En este sentido, «no hay que entregar la noche al diablo, porque el vicio nos mantendría despiertos en la oscuridad, rumiando nuestras razones porque siempre creemos que el problema es del otro y no somos capaces de reconocer nuestros propios defectos».
«Pero no todo lo que nace de la ira es malo», ha matizado Francisco. «Hay una parte irascible en nosotros que no puede ni debe negarse, y a veces es bueno que la ira se desahogue de manera adecuada», añadió. De esta manera, «si una persona no se enfada nunca, si no se indigna ante la injusticia, si no siente algo que le estremece las entrañas ante la opresión de un débil, entonces significa que no es humana, y mucho menos es cristiana», ha lamentado.
Así, «existe una santa indignación, que no es ira», ha explicado. Una experiencia que Jesús «conoció varias veces en su vida». Ha citado el caso de «los mercaderes en el templo, cuando realizó una acción fuerte y profética no dictada por la ira, sino por el celo por la casa del Señor». Sin embargo, «nunca respondió al mal con el mal».
Entonces, «nos corresponde a nosotros ahondar en la justa medida de las pasiones, y educarlas bien para que se vuelvan hacia el bien, y no hacia el mal», ha concluido. «Todos somos pecadores y todos tenemos nuestras cuentas en números rojos, y por tanto todos tenemos necesidad de aprender el arte de perdonar».