No tengáis miedo a los que matan el cuerpo - Alfa y Omega

No tengáis miedo a los que matan el cuerpo

Sábado de la 14ª semana de tiempo ordinario / Mateo 10, 24‐33

Carlos Pérez Laporta
'Jesús predica'. Autor desconocido. Biblioteca Herzog Augus
Jesús predica. Autor desconocido. Biblioteca Herzog August. Foto: www.europeana.eu.

Evangelio: Mateo 10, 24‐33

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:

«Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo; ya le basta al discípulo con ser como su maestro, y al esclavo como su amo. Si al dueño de casa lo han llamado Belzebú, ¡cuánto más a los criados!

No les tengáis miedo, porque nada hay encubierto, que no llegue a descubrirse; ni nada hay escondido, que no llegue a saberse.

Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a la luz y lo que os digo al oído, pregonadlo desde la azotea.

No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No; temed al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la “gehenna”. ¿No se venden un par de gorriones por un céntimo? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo: valéis más vosotros que muchos gorriones. A quien se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los cielos».

Comentario

«No tengáis miedo», nos dice Jesús con insistencia. Luego argumentará los motivos por los que no debemos temer. Pero nos habría bastado que el evangelio de hoy fueran esas tres palabras: «No tengáis miedo». Porque no son las solas palabras las que nos dan paz. Es el dulce tono de su voz el que despeja la oscuridad y las sombras. Nosotros podemos no temer a nada ni a nadie porque Cristo nos dice que no tengamos miedo y mientras Él mismo nos lo diga. Como basta la voz de un padre para socorrer en sus terrores nocturnos a una hija. Como bastó el tono de voz de Juan Pablo II para pacificar a la toda Iglesia en medio del mundo: «non abbiate paura», nos dijo.

Porque en la voz de Cristo, y de todo aquel en cuya voz resuene, es la voz que hizo el mundo. A su voz responden todas las criaturas. Su tono está en consonancia con toda la realidad. En su voz descubrimos «al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la “gehenna”». En su voz reconocemos al que nos hizo: «vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados». Si Él nos habla no hay nada que temer.