«No se puede salir de Misa y, dentro de propia la iglesia, cotillear de todo y de todos»
En el rezo del ángelus, el Papa ha recordado también a las víctimas del ataque yihadista en Burkina Faso y ha pedido que se respete el status quo de Jerusalén
Francisco ha centrado su catequesis de este domingo en hablar de la hipocresía y el ritualismo. A partir del Evangelio de esta jornada, en el que Jesús habla de lo puro y lo impuro, el Pontífice ha reflexionado sobre el significado de la pureza. En la época de Jesús, escribas y fariseos observaban con rigor las normas y acusaban a Jesús y a sus discípulos, por ejemplo, de comer con las manos sin lavar.
En esa tesitura, Cristo les asegura que la pureza no está ligada a ritos, sino, sobre todo, a actitudes interiores. Por ello, el Papa ha explicado que de nada sirve pensar que uno es puro si se lava las manos mientras que por dentro se deja llevar por malos sentimientos e intenciones.
«Esto es ritualismo, que no hace crecer en la bondad; al contrario, a veces puede llevar a descuidar, o incluso a justificar, en uno mismo y en los demás, opciones y actitudes contrarias a la caridad, que hieren el alma y cierran el corazón», ha añadido Francisco.
Esta afirmación es aplicable en la época de Jesús y también ahora. El Papa ha puesto algunos ejemplos que ponen de manifiesto la hipocresía de decir una cosa y vivir la opuesta.
«No se puede, por ejemplo, salir de la Santa Misa y, ya en el altar de la iglesia, pararse con cotilleos mal intencionados y privos de misericordia sobre todo y todos. O mostrarse piadoso en la oración, pero después, en casa, tratar a los miembros de la propia familia con frialdad y desapego; o descuidar a los padres ancianos, que necesitan ayuda y compañía. O ser aparentemente muy justo con todo el mundo, tal vez incluso hacer un poco de voluntariado y algunos gestos filantrópicos, pero por dentro cultivar odio hacia los demás, desprecio a los pobres y a los últimos, o comportarse deshonestamente en el propio trabajo», ha dicho el Papa.
Porque haciendo esto, en realidad, no hay relación con Dios, más allá de gestos externos, mientras que, «por dentro permanecemos impermeables a la acción purificadora de su gracia, entregándonos a pensamientos, mensajes y comportamientos sin amor».
Así, Francisco ha explicado que estamos hechos para una «verdadera pureza», la que viene de Dios.
Y como hace habitualmente, ha dejado algunas preguntas para la reflexión tales como si vivimos cada día la fe con coherencia entre nuestras palabras y nuestras obras.
Dolor por el atentado en Burkina Faso
Tras la oración mariana, el Papa ha lamentado el ataque yihadista de hace unos días en Burkina Faso y que apenas ha tenido repercusión internacional: «Al condenar estos execrables ataques contra la vida humana expreso mi cercanía a toda la nación y mi más sentido pésame a los familiares de las víctimas».
Un domingo más ha expresado su cercanía al martirizado pueblo ucraniano al que ha asegurado que «Dios no es indiferente a su sufrimiento». Y también ha pedido que se siga con las negociaciones para poner fin a la guerra en Gaza. El Pontífice ha deseado «que haya paz en Tierra Santa y que haya paz en Jerusalén». «Que la Ciudad Santa sea lugar de encuentro donde los cristianos, los judíos y los musulmanes se sientan respetados y acogidos y ninguno discuta el status quo de los respectivos lugares santos», ha indicado. Asimismo, ha manifestado su inquietud por que el conflicto se extienda a otras zonas de Palestina, en alusión a los enfrentamientos que se están multiplicando en Cisjordania.
Por último, ha recordado que este domingo la Iglesia celebra la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación insistiendo en que «el grito de la Tierra herida es cada vez más alarmante».
Y, en vísperas de su viaje a Asia y Oceanía, ha solicitado a los fieles oraciones por el fruto de esta visita apostólica. Este domingo, antes del ángelus, Francisco se ha desplazado hasta la basílica de Santa María la Mayor para rezar a la patrona de Roma, la Salus populi romani. Ha pedido a la Virgen que le acompañe en esta gira por cuatro países y dos continentes que supone el viaje más largo y agotador de su pontificado.