Un titular insólito, y no ha sido el único, que ha dejado el pasado el Congreso de Librerías celebrado en junio es el de decir que «el 86 % de los títulos vende menos de 50 ejemplares al año» y que, por tanto, hay que «reducir los títulos que aparecen en el mercado». Todo esto en el mejor año, comercialmente hablando, de la década. Ha sido, a mi juicio, un titular inoportuno. Pero, ¿se edita, realmente, demasiado? ¿Es esto verdad? No exactamente. Los datos han sido extraídos de LibriRed, la plataforma de inteligencia de negocio de Cegal, en la que no están representados todos los canales de comercialización, lo que obliga a poner esta cifra en cuarentena; y si se hacen los deberes a nivel matemático y estadístico, es improbable que el 14 % de la producción editorial sea la responsable de un volumen de facturación tan desmesurado. Veamos que el reciente avance de datos de la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE) 2021 muestra que la venta total de 2021 fue de 2.576 millones de euros, las librerías facturaron 907 millones, y las cadenas 480, dando por bueno que los datos de todas las cadenas se reflejasen en LibriRed, el sumatorio de ambas representa el 53,8 %, es decir falta el 46,2 % de los canales de comercialización. Conclusión: un dato parcial no puede ser elevado a categoría.
Con los datos que proporciona la FGEE, en nuestro país, en 2021, se produjeron 79.373 títulos (6,4 % más que en 2020), entre ediciones y reimpresiones, de los cuales 55.197 fueron en papel (8,9 % más) y 24.176 (1,2 % más) en digital; pensemos que, de esta última cifra, el 98 % de lo publicado ya está contenida en la edición en papel. Si a la cifra de 79.373 le descontamos los títulos digitales (24.176), la cifra producida baja ya a 56.197; si, a su vez, le descontamos los libros de texto (9.192), la cifra se queda en 47.005; y si seguimos descontando el libro de bolsillo (4.602), la cifra baja hasta 42.403; y también se le podrían descontar los títulos de autores que autopublican (1.600 aproximadamente). El contenido único editado sería de unos 40.800 títulos. ¿Se puede hablar, entonces, de que se edita mucho?
En España se ha generado un mantra, tanto entre profesionales como público lector, que viene a decir que se edita demasiado, y se asigna inmediatamente la referencia a una sobreproducción. Pues bien, yo soy de la opinión contraria. El problema es que se lee poco y se compra mucho menos. No hay muchos títulos, lo que faltan son compradores.
Lo cierto es que tenemos un canal ineficiente. En el capitalismo, la venta se hace con la escasez, no con la abundancia. Esto conlleva la posibilidad de subir precios si la demanda supera la oferta, pero eso no es lo que ocurre en el sector del libro, en el que el único mecanismo corrector y estructurador es la devolución. Cuando un eslabón de la cadena de valor piensa que la rentabilidad y la eficiencia del canal se consigue reduciendo los títulos publicados, malinterpreta el principio económico de escasez y las necesidades ilimitadas, confunde correlación con causa. Cuando las curvas de oferta y demanda no confluyen, la bibliodiversidad en edición responde a la posibilidad de elegir, y constituye una anomalía necesaria en un mercado hiperfragmentado. La primera ineficiencia de un canal es no entender que el tamaño del stock es inversamente proporcional al conocimiento del cliente, y que el café para todos no vale. El tema merece un debate serio. Para mí, es una cuestión de fórmulas de comercialización, pero no de reducción de la oferta.
Es evidente que el sueño de un canal es, con muy pocos títulos, alcanzar el 100 % de las ventas, es decir, se quiere lo que en un tiempo pasado se denominaban zafonazos: con los mínimos costes operativos y de gestión alcanzar el total de la venta. Pero esto no es posible desde hace ya muchos años; en un mercado hiperfragmentado en el que tiende a cero el valor del producto y a uno los nichos, el abandono de una economía de larga cola es el finiquito del canal, sustituido por eficiencia por las plataformas de ecommerce y compra en dos clics. Pensemos que la compra online (papel y digital) ha alcanzado en estos dos últimos años porcentajes del 30 %, sin olvidar que no hay una economía de los contenidos, sino una economía de la atención.
La reducción de títulos publicados no puede ser un objetivo en sí mismo, al menos tal y como lo plantean los libreros, pues el volumen de títulos se puede estructurar mediante ediciones puramente digitales o recurriendo a impresión bajo demanda; los títulos publicados no son un inconveniente, pues la reducción de tiradas lo que muestra es hiperfragmentación y tendencia al long tail en un mercado cada vez más elástico, sobre todo en el precio.
En definitiva, no es razonable que lo que es un signo de creatividad y talento bibliodiverso se convierta en un problema. Cuantos más títulos, más riqueza. He estado muchos años trabajando en editoriales y estas saben que se hacen libros para muy pocos clientes; lo que el canal librero debe impulsar es una innovación, un proceso de adaptación al mercado del siglo XXI, más diversidad en títulos y menos zafonazos. Mucho más me hubiese gustado que el titular hubiese sido sobre cómo las librerías se van a incorporar a la lucha contra el cambio climático y la transición ecológica, demandando la ecoedición y llamando a las editoriales a medir huella de carbono e incorporarlo a los créditos de los libros.