«No queremos un Oriente Medio de piedras muertas» - Alfa y Omega

«No queremos un Oriente Medio de piedras muertas»

Cada Viernes Santo se celebra la colecta por la Tierra Santa. Este año mira especialmente a Siria

Ángeles Conde Mir
Fieles salen de una iglesia en Hasakeh, en Siria
Fieles salen de una iglesia en Hasakeh, en Siria. Foto: AFP / Youssef Karwashan.

«Se vive aferrado a la Cruz del Viernes Santo pero sostenidos por la luz de la Resurrección». Es una de las certeras expresiones que contiene la carta con la que la que la Congregación para las Iglesias Orientales solicita ayuda para los cristianos de Tierra Santa en la colecta de mañana. Parece que el Viernes Santo está siendo especialmente largo en los últimos tiempos para los cristianos de la tierra de Jesús. El cardenal Leonardo Sandri, prefecto de la Congregación, ha explicado que la colecta por Tierra Santa «es un gesto para ayudar concretamente, no solo a que continúe la presencia de los cristianos sino también a mantener los lugares de culto». Y apostilló: «No queremos un Oriente Medio de piedras muertas».

Este año la colecta mira especialmente a Siria, que acaba de entrar en su sexto año de guerra. El padre Jacques Mourad, jesuita sirio, ayudó al cardenal Sandri a explicar la importancia capital que tiene que los cristianos del mundo no abandonen Oriente Medio. Él era prior del monasterio de Mar Elian en Al Qariatayn, un centro en el que cristianos y musulmanes eran recibidos por igual. El Daesh le secuestró durante 84 días. «La guerra ha sido un desastre para todos los sirios. Son tiempos de oscuridad, de mal, de tristeza y de sufrimiento», confesó.

Franciscanos en Siria

Sin embargo, son muchos los sacerdotes y frailes que, a pesar del peligro, no abandonan a su rebaño. En Siria los franciscanos solo han dejado un convento, y siguen presentes en ocho comunidades, desde las que intentan ayudar a la gente a quedarse en su país. Estos conventos forman parte, con los de Israel, Palestina, Jordania, el Líbano, Egipto, Chipre y Grecia, de la Custodia de Tierra Santa, a la que el Papa Clemente VI encomendó en 1342 los Santos Lugares. Sus cerca de 300 frailes aportan esperanza a una región golpeada por las guerras, la violencia y una complicada convivencia interreligiosa.

En el centro, el cardenal Sandri y el padre Mourad, el viernes. Foto: Ángeles Conde

Aún así, no cejan en su empeño de estar, de permanecer y de consolar. Hace unas semanas, el custodio de Tierra Santa, el padre Pierbattista Pizzaballa, invitó a todos los hermanos a rezar y reflexionar sobre la pertinencia de su presencia en lugares especialmente peligrosos, donde casi no quedan ya comunidades cristianas. Y aseguró que «un pastor no abandona su rebaño y no se pregunta si sus ovejas valen mucho o poco, si son muchas o si son jóvenes. Para un pastor todas las ovejas son importantes y ama a todas de la misma forma».

«Gran preocupación»

El cardenal Sandri recordó que «existe una gran preocupación por que Oriente Medio se vacíe de cristianos». Su discurso entronca con la crisis de refugiados, al asegurar que «hay que garantizar que los que quieran se queden y que los que se han ido puedan regresar», para que Tierra Santa no se convierta en un museo. «Se necesita que estas piedras vivas continúen donde ha nacido nuestra fe para testimoniar la fe en Jesucristo», sentenció el cardenal. La paz –insistió– es clave para frenar este auténtico éxodo.

El padre Mourad, por su parte, pidió que se escuche el grito de estos hermanos que sufren como el propio Cristo: «En estos días meditamos sobre Cristo, que es crucificado y muere para que entendamos que el mal no es el auténtico camino. No es a lo que están llamados los seres humanos». El sacerdote explicó que no puede volver a Siria. Fue liberado por los terroristas a condición de que él y un grupo de cristianos a los que también liberaron no salieran nunca de su pueblo. Huyó con la ayuda de un vecino musulmán porque no tenían ni qué comer.

La obra de la Custodia de Tierra Santa es ingente: 55 santuarios, 24 parroquias, 14 escuelas, cuatro casas para enfermos y huérfanos, seis casas para peregrinos, tres instituciones académicas, 2.000 empleos, 630 casas para familias en necesidad, 450 becas universitarias, 170 ayudas completas a estudiantes. Pero, sobre todo, se cifra en una presencia concreta para todo aquel que lo necesita. Por eso, apelan a la caridad y, sobre todo, a la misericordia de todos los cristianos. Piden que no nos olvidemos de ellos ningún día del año pero, en especial, este Viernes Santo.