Cardenal Amigo: «No podemos honrar a la Madre sin tener en cuenta a sus hijos»
El cardenal Carlos Amigo, arzobispo emérito de Sevilla, es el obispo que más imágenes de la Virgen ha coronado en España. Junto a otros prelados, mariólogos y expertos en arte, escribe en Vírgenes Coronadas Canónicamente en España (Edicel), un índice que recoge todas las imágenes coronadas de la Virgen que, debido a la devoción popular que despiertan, han recibido este título
¿Qué es una Virgen coronada?
Es la expresión de la devoción a la Madre de Dios significada en una imagen.
¿Esta devoción a la Virgen es mayor en España que en otros países?
España tradicionalmente ha sido una de las naciones cristianas con mayor devoción a la Virgen, pero no podemos olvidar a los países latinoamericanos. Desde México hasta Argentina, tienen una devoción inmensa. Y exactamente igual en Europa, donde hay santuarios que son objeto de peregrinación permanente, y en el norte de África, donde hay comunidades cristianas que son pequeñas pero con mucha devoción a Nuestra Señora de África. Donde hay Iglesia, hay devoción a la Madre de Dios.
¿Es diferente la religiosidad popular de un lugar al de otro?
Es el mismo texto, el Evangelio, pero cantado con distinta música, la cultura del pueblo. Se puede cantar en castellano, inglés o árabe, pero sigue siendo imprescindible para todos. Y aquello que es imprescindible, uno se lo quiere transmitir a los demás.
¿Qué puede hacer una comunidad para impulsar la coronación de una imagen de la Virgen de su pueblo?
Hay unos requisitos establecidos por la Santa Sede para solicitarla: tener una devoción sincera, ser una imagen antigua de cierto valor artístico y generar una devoción continuada que sea objeto de peregrinaciones. Se pide también un gesto de caridad a los hijos de la Madre de Dios que más sufren. Quienes piden la coronación saben de sobra que no pueden honrar a la Madre sin tener en cuenta a los hijos.
¿Y es más frecuente recibir solicitudes de entornos rurales?
¡Sí, pero en las grandes ciudades también hay! Lo que ocurre es que, cuando hay una manifestación religiosa en una gran urbe, el que vive en otro distrito no se entera. Puede que las identidades se diluyan mucho en las ciudades, pero la participación sigue siendo masiva.
¿Se mantiene despierta la devoción popular entre los jóvenes?
Nosotros vemos que en estas manifestaciones de tipo religioso, los jóvenes no solo asisten, también participan. Aunque en otros campos nos cuesta mucho su participación, aquí se ofrecen voluntarios. El joven lo es en todos los sentidos y tiene entusiasmo por participar con los demás.
¿Y son críticos con estas ceremonias?
¡Eso tampoco está mal! Nos pueden ayudar a hacer las cosas mejor. En la religiosidad popular debemos tener una actitud respetuosa y muy positiva y acoger las críticas constructivas para ver los valores que tenemos en nuestras manos, apreciarlos y darle las gracias a Dios por ellos.
¿Sigue siendo la devoción popular importante en los tiempos que corren?
La religiosidad popular está aumentando porque cada vez se crean más hermandades. Tiene mucha convocatoria, está muy unida a la familia y genera una cohesión social entre personas que no tienen una práctica religiosa habitual. Tiene muchos valores, pero hay que tener mucho cuidado.
¿Por qué?
Por un mal entendido culturalismo. Las autoridades que promueven este tipo de actos a veces lo entienden como un valor cultural y una tradición sentida pero se apropian del símbolo religioso. Desde el punto de vista pastoral tenemos que dejar bien claro qué motivos tenemos para hacer todo esto.
¿Y existe el riesgo contrario de incurrir en un caso de idolatría?
Puede haberlo, y si hay algún defecto tenemos que estar atentos y ayudar con una buena catequesis para encontrarse con la realidad. En la devoción a María, Cristo o los santos, cuanto más se mira la imagen, esta al final se desvanece y uno se encuentra con lo que representa.
¿Recuerda alguna coronación especialmente sentida?
Sí, la coronación de una Virgen de una hermandad que tiene un centro de estimulación precoz para niños diferentes y eran ellos los que hacían lecturas. A veces no se les comprendía muy bien, pero no recuerdo ninguna otra celebración en donde se oyera menos la voz y más el sentimiento del corazón. La Virgen estaba coronada por el amor de estos chicos y su familia y, aunque he estado en otras más solemnes y con más repercusión, el mejor recuerdo que tengo es de esta.