«No perdamos la capacidad de admirar ni de asombrarnos» - Alfa y Omega

«No perdamos la capacidad de admirar ni de asombrarnos»

El Papa preside las vísperas en la solemnidad de la dedicación de la basílica de Santa María la Mayor, cuando se conmemora la nevada milagrosa sobre la colina del Esquilino

Ángeles Conde Mir
Momento en que los pétalos blancos caen dentro de la basílica. Foto: Vatican Media

Francisco ha aparecido poco antes de las cinco y media de la tarde en la basílica de Santa María la Mayor para presidir las segundas vísperas en la solemnidad de la dedicación de la basílica, que se celebra cada 5 de agosto. En esa fecha, en el siglo IV, la tradición cuenta que se produjo una nevada milagrosa en la colina del Esquilino, entre los calores del verano romano. La Virgen envió esta señal en forma de nieve a un rico matrimonio patricio y al Papa Liberio para que edificaran en ese lugar una basílica en su honor. Esa nevada imposible se representa cada 5 de agosto dentro el templo en forma de lluvia de blancos pétalos de rosa.

Durante la celebración presidida por el Pontífice se han derramado en varias ocasiones sobre el altar cayendo hasta el relicario que custodia los restos de la cuna del Niño Jesús.

El Papa ha centrado su homilía de estas vísperas en los dos elementos que marcan la jornada de la dedicación de la basílica: La nevada y el icono de la Salus Populi Romani, la patrona de Roma por la que Francisco y los romanos sienten una enorme devoción. Para el Pontífice, estos dos elementos, bien interpretados, «nos pueden ayudar a entender el mensaje de la Palabra de Dios».

«La nevada, ¿es folclore o tiene un valor simbólico? Depende de nosotros, de cómo la percibimos y del sentido que le damos», preguntaba el Santo Padre al comienzo de su intervención evocando el relato de la tradición sobre la basílica.

Ha explicado que la nevada demuestran cómo los prodigios de Dios admiran y asombran por igual. La nevada «es símbolo de la gracia, es decir, de una realidad que une la belleza y la gratuidad».

«La gracia es algo que nadie puede merecer, ni mucho menos comprarse; solo se puede recibir como don y, como tal, es de carácter totalmente imprevisible, precisamente como puede serlo una nevada en Roma, en pleno verano», ha explicado Francisco. Por eso, la gracia provoca admiración y asombro. Así, ha recomendado no perder «la capacidad de admirar ni la capacidad de asombrarse, porque entran en la experiencia de nuestra fe».

Respecto al segundo elemento que centraba la celebración es el icono mariano. Francisco lo ha definido como «la joya de la basílica», en el que aparece «la gracia aparece en su realidad más concreta, despojada de cualquier revestimiento mitológico, mágico y espiritualista, que siempre están al acecho en el ámbito de la religión». Porque «está solo lo esencial: la Mujer y el Hijo». El Papa ha invitado a cada uno a tomarse un tiempo para admirar tranquilamente le icono que él tantas veces visita y que tantos peregrinos visitarán durante el Jubileo de 2025, al que Francisco ha hecho alusión durante esta homilía.

«Hoy nos hemos reunido aquí como una especie de avanzadilla e invocamos su intercesión por la ciudad de Roma, nuestra ciudad, y por el mundo entero, especialmente para pedir por la paz; la paz que solo es verdadera y duradera si parte de corazones arrepentidos y perdonados; el perdón hace la paz porque es la actitud noble del Señor, perdonar», ha dicho Francisco.

Antes de marcharse el Papa, los pétalos han vuelto a llover dentro de la basílica. Mientras, Francisco pasaba unos minutos rezando frente a la Salus Populi Romani, muy cerca de donde desea ser enterrado.