¡No nos perdamos lo mejor de la vida! - Alfa y Omega

¡No nos perdamos lo mejor de la vida!

Domingo de la 25ª semana de tiempo ordinario / Mateo 20, 1-16

Jesús Úbeda Moreno
Parábola de los trabajadores de la viña. Salomon Koninck. Museo del Hermitage, San Petersburgo (Rusia).

Evangelio: Mateo 20, 1-16

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:

«El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña.

Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: “Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido”.

Ellos fueron.

Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo:

“¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?”. Le respondieron:

“Nadie nos ha contratado”.

Él les dijo:

“Id también vosotros a mi viña”.

Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz:

“Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros”. Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno.

Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Al recibirlo se pusieron a protestar contra el amo:

“Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno”.

Él replicó a uno de ellos:

“Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos?

¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?”.

Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos».

Comentario

Muchas veces queremos imponer nuestras imágenes y proyectos a Dios pensando que solo encontraremos la dicha si ocurre tal y como aparece en nuestros esquemas más o menos prolijos y elaborados. Se dan por censuradas muchas cosas, como en este caso el valor del trabajo en sí mismo, que equivale a «aguantar el peso del día y el bochorno». Ponemos el cartel de «imposible la dicha» en aquellas circunstancias y vicisitudes que no caben en nuestro esquema. Y el Señor nos pregunta: «¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos?». Dicha libertad se expresa en distintas ocasiones, cuando Jesús hace depender la felicidad de la vida con el hecho de vivir para Él, por su causa.

Al dueño de la viña le urge la proclamación del Reino; nos llama a todos a trabajar en su viña, a unos antes y a otros después, y no hace distinción en la recompensa; por tanto, la diferencia está en el hecho mismo de trabajar en la viña. Cuanto más trabaje en la viña más podré estar con el dueño de la viña. Este es el drama de la parábola que escuchamos el próximo domingo: que los que llegaron primeros no supieron descubrir lo mejor de la viña, «porque estar con Cristo es con mucho lo mejor». Tuvieron más tiempo para disfrutar de su presencia, pero no lo reconocieron, porque no pasó por sus esquemas e ideas preconcebidas y pensaron solo en la recompensa. El drama también lo vemos en los que llegaron más tarde, porque no pudieron disfrutar todo el día de la relación con el dueño de la viña. Lo más importante de la vida es con quién y para quién se vive todo. Hoy puede pasarnos lo mismo, porque el Señor nos sigue llamando a la relación con él a través de cada circunstancia, de toda circunstancia. No hay nada banal e insignificante. El Verbo de Dios se ha hecho carne y permanece entre nosotros en la viña de la vida hasta el final de los tiempos para mostrarnos y hacer posible ese diálogo continuo con el Padre que quiere encontrarse con nosotros —como dice la liturgia— «en cada hombre y en cada acontecimiento para que lo recibamos en la fe». No nos perdamos lo mejor de la vida.