A Isabel Ambrosio, la nueva alcaldesa socialista de Córdoba, hay que agradecerle tres cosas. La primera, que dijese que iba a retirar del ayuntamiento cordobés un cuadro de san Rafael del siglo XVIII, restaurado por sus predecesores en el cargo y en el partido, sólo por ser «simbología religiosa». Así dejó claro que para buena parte de la nueva izquierda la religión es molesta per se, dañina a la vista, indigna de un lugar público ni aun envuelta en los barnices del arte y de la historia. La segunda es que, gracias a su anuncio, muchos cordobeses se han enterado de que san Rafael es el Custodio de su ciudad. Hasta se ha creado un grupo en Facebook (No me toques a san Rafael), que va por 23.000 seguidores. Lo mismo hasta ha logrado que alguien se haya encomendado al arcángel que protege en el camino de la vida, cuyo nombre significa medicina de Dios, y cuya historia narra el libro de Tobías para explicar que, a pesar de las dificultades, compensa confiar en Dios. Y lo tercero que es digno de agradecimiento es que haya rectificado y deje el cuadro en su sitio. Así también demuestra que parte de la izquierda más beligerante, cuando tiene que gobernar, acaba por mostrar cierto sentido común. Y estético. San Rafael arcángel, protégenos en este camino…