No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan - Alfa y Omega

No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan

Sábado después de Ceniza. Tiempo de Cuaresma / Lucas 5, 27-32

Carlos Pérez Laporta
'Llamada a Mateo'. Obra de la artista Paula Nash Giltner
Llamada a Mateo. Obra de la artista Paula Nash Giltner. Ilustración: Good News Productions International and College Press Publishing / freebibleimages.com.

Evangelio: Lucas 5, 27-32

En aquel tiempo, vio Jesús a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:

«Sígueme».

Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos y otros. Y murmuraban los fariseos y sus escribas diciendo a los discípulos, de Jesús:

«¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?». Jesús les respondió:

«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan».

Comentario

¿Cómo puede Jesús decir «sígueme» a un pecador? El problema no es ya que coman y beban «con publicanos y pecadores», es que le pida que le siga, que esté con Él, que sea de los suyos. Porque compartir mesa con los pecadores afecta la pureza o impureza ritual, y como mucho a la imagen. Y eso podemos llegar a entenderlo: al final que Jesús esté con los pecadores es comprensible, porque sufren, porque son débiles; es un acto de compasión. ¿Pero que los llame a seguirle? ¿No es un acto de ingenuidad? ¿No somos pecadores justo en aquello en que somos incapaces de seguirle? ¿No somos pecadores precisamente porque no le seguimos en todo?

Pero Jesús no solo come con un pecador, sino que le llama a la santidad de estar con Él. Desde antes de que dejemos de pecar. No se espera a que nos convirtamos. No aguarda a que todo esté en regla. Desde dentro de la misma situación de pecado nos habla, dirige su palabra a nosotros y llama a seguirle. Porque, de hecho, sólo podemos salir del pecado si escuchamos su voz en medio de nuestros infiernos. La virtud no es pura fuerza de voluntad, es la respuesta de amor que el amado invoca en nosotros con su amor. Si no escuchamos su voz seguiremos de espaldas a Dios, aún si nos creemos justificados. La cuaresma no tiene sentido sino como salida al desierto para volver a oír su voz.