«No hay voluntad política de cumplir la normativa ambiental»
«La pérdida de biodiversidad, que antes era un problema de especies emblemáticas amenazadas, ahora es muchísimo más grave. Afecta sobre todo a los sistemas agrarios y a las ciudades; es decir, de donde comemos y donde vivimos», afirma la directora de SEO/Birdlife, que participará en la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación de Madrid
Los datos globales que dio a conocer en mayo la Plataforma Intergubernamental, Científica y Política sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES) eran alarmantes: de los ocho millones de especies animales y vegetales existentes, un millón está en peligro de extinción. La Iglesia en Madrid ha querido subrayar este problema al dedicar los actos de la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, este sábado, a la protección de la biodiversidad.
Una cuestión que debería preocupar especialmente en nuestro país. Los borradores del informe (la versión final aún no se ha publicado) denuncian que el bosque mediterráneo es uno de los ecosistemas que están por debajo del umbral de conservación y el segundo más desprotegido, a la vez que es muy sensible al efecto combinado del cambio climático, la transformación del uso del suelo, los incendios (más frecuentes y cada vez más tempranos) y la creciente escasez de agua. El Mare Nostrumque riega gran parte de nuestras costas presenta además una densidad de micropartículas de plástico por kilómetro cuadrado de 1,25 millones, casi 20 veces más que la media mundial. Y, en lo que al aire se refiere, en la región que lo circunda se matan o capturan ilegalmente entre once y 36 millones de aves.
«La pérdida de biodiversidad, que antes era un problema de especies emblemáticas amenazadas, como el águila imperial, el buitre negro o el lince, ahora es muchísimo más grave», explica a Alfa y OmegaAsunción Ruiz, directora ejecutiva de SEO/Birdlife, la organización científica de defensa de la biodiversidad decana de España. Afecta sobre todo «a los sistemas agrarios y a las ciudades; es decir, de donde comemos y donde vivimos», afirma Ruiz, que será una de las ponentes de los actos de la jornada en Madrid.
Ayudas mal repartidas
El problema, matiza, no es que se cultive; sino cómo ha cambiado el sistema de producción agraria. El aumento de los regadíos, los monocultivos y el uso de pesticidas, junto a otras prácticas como no dejar linderos para las especies silvestres entre las fincas, «hacen que se esté empobreciendo el suelo de las zonas agrarias, en particular las esteparias y semiáridas».
Estas prácticas, añade Ruiz, están ligadas a un planteamiento erróneo de la Política Agraria Común, que vincula las ayudas al volumen de producción, cuando en realidad gran parte de los alimentos que se producen se tiran. «Por eso, las ayudas a la agricultura deberían apoyar más bien a quien hace las cosas bien y promover que se produzca mejor y no se empobrezca el campo».
Es una de las 200 recomendaciones que SEO/Birdlife presentó en julio al Gobierno central y a las comunidades autónomas. Son medidas que consideran urgentes para compensar el hecho de que España no ha dado los pasos necesarios para cumplir las metas para 2020 del Convenio de Diversidad Biológica, que el año que viene se revisará en una cumbre en Pekín. Ruiz explica que gran parte de estas medidas estarían cubiertas «si se cumpliera la normativa ambiental europea y la que ya existe en nuestro país».
Más allá de los parques naturales
Pero no se hace «porque no hay voluntad política», y por lo tanto no se destinan a ello los fondos necesarios. «En los últimos diez años, la financiación para implementar y desarrollar políticas ambientales se ha reducido un 70 %. Y la Comunidad de Madrid, que debería ser un referente, ostenta el dudoso honor de ser la autonomía más incumplidora con la regulación ambiental. Aunque en los dos últimos años ha implementado algunas cuestiones pendientes, sigue sin tener por ejemplo un plan de recuperación de especies».
Otro ejemplo de inacción política es que, aunque España es el país que mayor superficie, en términos absolutos y relativos, aporta a la red europea de espacios protegidos Natura 2000, muchos de ellos aún no tienen un plan de gestión que haga efectiva dicha protección. Para Ruiz, Natura 2000 (la red coordinada de espacios naturales protegidos más grandes del mundo) es un ejemplo de un enfoque innovador del cuidado de la biodiversidad. «Pretende demostrar –explica– que la preservación puede ir de la mano con la actividad humana. Por eso no incluye solo santuarios de conservación de la biodiversidad, como los parques naturales, sino también espacios agrarios donde se permiten actividades económicas sostenibles. En España, de hecho, estos constituyen el 40 % de la red».
Paradójicamente, «estos pequeños agricultores que lo están haciendo bien y produciendo biodiversidad no se benefician de las ayudas agrarias, cuando es precisamente a quienes deberían favorecer». Y, al no haberse elaborado planes de gestión en muchos de estos espacios, a veces ni siquiera tienen información clara sobre lo que deben o no hacer en sus campos. «No podemos no apoyar a la gente que vive de, en y con la naturaleza. No hay enemigos del medio ambiente, sino que lo que existe muchas veces es desconocimiento».