«No hay respuestas ante el sufrimiento de un niño»
¿Por qué sufren los niños? «Sobre estas cosas no hay respuestas», admitía el viernes Papa ante un grupo de unos 20 niños enfermos acompañados por sus padres. Al día siguiente, Francisco recibía por tercera vez al Tren de los niños, esta vez con hijos de preso a bordo
Andrea María, padre de un niño enfermo, le cuenta al Papa el difícil embarazo que tuvo su esposa. Los médicos diagnostican que el niño viene con una enfermedad. Aconsejan el aborto, pero los padres se niegan, considerando a su hijo «un don especial del Dios padre».
El Papa alabó esta actitud y calificó de «heroica» la valentía de los padres con hijos gravemente enfermos. A veces, la angustia procede de la incertidumbre acerca de qué pasará con esos niños cuando los padres ya no estén. Otras, por la inminente pérdida del hijo.
Este 29 de mayo, el Papa celebró un emotivo encuentro en la Capilla de la Casa de Santa Marta con un grupo de 20 niños de entre 2 a 14 años gravemente enfermos o minusválidos. A varios los había visito ya en otra visita hace dos años. Le pidieron volver acompañados de otros niños. Pero no todos pudieron repetir. Faltaron algunos, que «ahora están en el cielo», contó una niña dirigiéndose al Papa.
Además de visitar Roma, los niños y sus familias llevan a cabo una peregrinación por los santuarios marianos de Loreto, en Italia, y de Lourdes, en Francia.
El director de la Oficina de Prensa del Vaticano, el padre Federico Lombardi, informó sobre el encuentro, celebrado de forma privada.
«El Papa no lo sabe todo»
Tras escuchar varios testimonios, el Papa reconoció conmovido. «No hay explicaciones: es un misterio», y aludió a la Virgen, «cuando le dieron el cuerpo inerte de su hijo, lastimado, ensangrentado». Ella «lo acarició», aunque tampoco «lo entendía».
Francisco reconoció que el sufrimiento de los niños le toca profundamente. «Pero, ¡usted es el Papa, debe saber todo! No, sobre estas cosas no hay respuestas, solamente la mirada del Padre. Y después ¿qué hago yo? Rezo por ustedes, por estos niños, por este sentimiento de alegría, de dolor de manera especial. Que sea Él a dar la consolación justa a cada uno, de la que tienen necesidad», dijo el Papa.
Francisco animó a los padres a dirigirse con confianza a Dios, desafiantes incluso, a preguntarle: «¿Por qué?». Y a «sentir su mirada sobre nosotros, la mirada de la ternura del Padre diciendo: también mi hijo ha sufrido».
El Papa contó entonces esta historia: «Había un niño que jugaba. El padre lo miró por la ventana del tercer piso y el niño quería mover una piedra grande, pero no podía, porque era muy pesada. Entonces el niño, inteligente, fue por una herramienta de hierro para moverla y no podía, entonces él llamó a sus amigos y quería moverla con sus compañeros de equipo, y no podía porque era una piedra muy pesada.
Ellos querían mover la piedra para jugar allí en ese lugar y al final el papá que observaba desde la ventana bajó, y con mucha fuerza y con un instrumento de hierro ha tirado la piedra. Y el niño regañó al papá:
—Pero papá, tu viste que yo no podía con la piedra?
—Sí
—¿Y por qué no viniste antes?
—¿Por qué no me llamaste?
«No te olviden esto: llamen al Señor. Él sabrá cómo llegar, cuándo llegar, y esto será vuestra consolación», concluyó el Pontífice.
Al día siguiente de este encuentro, el Tren de los niños visitó el Vaticano. Era la tercera edición de una iniciativa organizada por el Atrio de los Gentiles, este año con el lema Vuelo.
El tren, facilitado por la compañía pública de ferrocarriles italiana, llegó a la estación del Estado de la Ciudad del Vaticano con hijos e hijas de presos procedentes de Roma, Civitavecchia, Latina, Bari y Trani.
El tren llegó a la estación del Vaticano poco antes de las 11.00 y los pequeños y sus acompañantes conversaron y rezaron con el Papa.