Estuvo doce horas frente al cadáver de su madre. Aitana tiene 3 añitos y una pérdida irreparable sumada a un suceso traumático que, sabemos, la acompañará siempre. Su padre quebrantó la orden de alejamiento que había impuesto Maialen, aunque consentido por ambos, para visitarla en un apartahotel de Vitoria, que la madre de esta había reservado para esconderla de su maltratador, con esa bravura de quien protege a su hija como a un tesoro. Salió mal. Supuestamente, murió ensangrentada, junto a sus dos bebés, de los que estaba embarazada, a manos de quien le prodigaba amor eterno en sus nutridas redes sociales. El sábado pasado fueron encontrados los cadáveres de una mujer de 38 años, embarazada, y de su hijo de 3 años, en Granada. Siete crímenes en este mayo nefasto, con cinco niños muertos, cuatro aún en los vientres maternos. Miguel Lorente, exdelegado del Gobierno contra la violencia de género decía en ABC, que «estamos fallando en la detección de los casos, porque no hay políticas destinadas» a esto. El derecho de las mujeres a abortar, a levantarse con el género que sientan o a ser lentamente borradas del lenguaje copa esfuerzos y leyes. Pero la prevención para no ser acuchilladas, no.