No hay mandamiento mayor que estos - Alfa y Omega

No hay mandamiento mayor que estos

Jueves de la 9ª semana de tiempo ordinario / Marcos 12, 28b-34

Carlos Pérez Laporta
'El escriba trata de tentar a Jesús'. James Tissot. Museo de Brooklyn, Nueva York
El escriba trata de tentar a Jesús. James Tissot. Museo de Brooklyn, Nueva York.

Evangelio: Marcos 12, 28b-34

En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:

«¿Qué mandamiento es el primero de todos?». Respondió Jesús:

«El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser. “ El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” No hay mandamiento mayor que estos». El escriba replicó:

«Muy bien, Maestro, sin duda tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios». Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo:

«No estás lejos del reino de Dios».

Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Comentario

¿Qué quiere Dios de mí en este instante? «¿Qué mandamiento es el primero de todos?».

«El primero es: “Escucha…”». Guarda silencio. Antes de nada, antes de creer, antes de pensar, antes de hablar, primero escucha. Acalla tu voz y abre tu corazón para que tus oídos se abran. ¿Qué escuchas? La realidad de ti mismo y del mundo, pero aún más, algo se oye en la voz del mundo y en la voz de tu corazón; por detrás de esas voces algo se siente. Si no escuchas, si no oyes la voz de Dios que te habla, nada puedes hacer. Pero, para eso es necesario saber cómo habla Dios. Dios tiene una Palabra, salida de su silencio. ¿Qué oyes en tu interior? ¿Qué pide tu corazón? ¿Y qué resuena en el mundo? ¿Qué grita silenciosamente la historia?

«El Señor, nuestro Dios, ES», existe, es el que es. Todas las cosas vienen y van, y su voz se pierde. Pero la voz de Dios late por debajo de nuestro corazón y por encima del corazón del mundo. Porque Él lo hace todo, y sin Él nada existiría. Sin escuchar su voz en cada instante nada vendría a la vida. Él es quien me hace a mí en este instante, y me llama para que le busque. No quiere mis cosas, no quiere mis esfuerzos; no, me quiere a mí, quiere que le ame en todo lo que hago y en cada persona que encuentro: «“amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”». Si no tengo ese amor, no soy nada.