«Es inverosímil la capacidad que tiene el Gobierno para hacerse daño a sí mismo»: así lo escribió Ramón Pérez Maura, en ABC, hace unos días, en un artículo que se refería al aborto; tanta lógica vergüenza les da lo que están haciendo, y sobre todo lo que están dejando de hacer, en lo del aborto, que ni un solo miembro del Gobierno estaba en el hemiciclo durante el reciente debate abortista; a lo peor, los del PP –y no digamos los otros– creen que el aborto no debe incluirse en el sangriento y abominable capítulo de los malos tratos… Sólo Isabel San Sebastián ha tenido la gallardía de citar los nombres y apellidos de los 10 valientes a favor de la vida, en la última votación que ha habido en el Congreso de los Diputados sobre el aborto.
Desde luego, lo de la capacidad del Gobierno para hacerse daño a sí mismo se puede hacer extensible y aplicar perfectamente a todos los demás temas, y se puede atribuir no sólo al Gobierno, sino a todo el PP, que es el partido que gobierna, o eso dicen. No consigo entender las luminosas motivaciones por las que el lince de turno, el que haya sido, ha filtrado lo de Rato y ha conseguido que lo de los ERE, lo de Griñán y Chaves, lo del nuevo Presidente socialista del Parlamento andaluz, tan soez y cutre como intolerable todo ello, haya pasado a segundo término, con el consiguiente regocijo de los barandas del PSOE. Sí consigo entender, porque la miseria de la condición humana resulta fácilmente constatable, a qué extremos puede llegar y a dónde puede llevar la avaricia ratonera, pero no consigo entender que personas que se dicen responsables sigan proclamando que «la justicia en España es igual para todos»; ¿para los de los sucios aforamientos, también? ¿Pepiño y Chaves y Zarrías y los Pujol son tratados por la justicia igual que Rato? ¿Y Bono, igual que Ignacio González? ¡Amos, anda…!
Tanta hipocresía no se exhibía ni cuando los caciques no se llamaban Susana. Y menos mal que se han apeado de que lo de Rato no perjudicaba al PP porque era «cosa de un particular…» ¿Cómo no le va hacer daño, un inmenso e inevitable daño, al PP la carcoma de sus propias raíces, en lo de Rato como en todo lo demás? Todos hemos oído, estos días, eso de que «no nos temblará el pulso con los poderosos», pero andan sueltos por ahí varios cientos de poderosos, muchos de ellos embozados bajo el inicuo aforamiento, que se tronchan de risa al oírlo.
Dicho lo cual –como repiten cada minuto ahora los tertulianos–, por favor, échenle un vistazo a la viñeta de JM. Nieto, que ilustra este comentario. Esta vez han sido más de ochocientos los cadáveres flotantes, o hundidos, en el Mediterráneo. ¡Basta de palabras! Son ya miles los seres humanos muertos, y cientos de miles los que han conseguido llegar al soñado y nunca encontrado bienestar; y dicen que hay un millón, o más, a la espera de que las mafias les asfixien, para el resto de sus vidas, robándoles todo lo que tienen, con tal de lograr meterse en un cascarón, si un mínimo de sensatez y de sentido común y de mesura no pone fin, de una vez, a tanta desmesura, insensatez y sinsentido. En el Mediterráneo se está hundiendo también, sin remedio, la dignidad de la ex civilización europea y de la política occidental. Vamos a ver si sirve para algo la cumbre de hoy en Bruselas, porque, como ha escrito un editorialista de ABC, «se sabe que esto no es más que el principio de un drama que puede llegar a ser infinitamente peor».
Mientras tanto, el señor Gabilondo, candidato socialista a la presidencia de la Comunidad de Madrid, un minuto después de haber asegurado en televisión que quiere quitar de la escuela la asignatura de Religión, esa asignatura que piden para sus hijos tres cuartas partes de los padres españoles, asegura sin sonrojarse que, «en el PSOE, por encima de todo, están los derechos de los ciudadanos». ¿Qué pasa, que los padres que piden esa asignatura para sus hijos no son ciudadanos, o qué? Y Monago promete dar 300 euros al mes a los extremeños mayores de 75 años. ¡Toma elecciones! Y, en Cataluña, un muchacho de 13 años asesina; el milagro es que no ocurra más, enganchados como están, impune e irresponsablemente, a las redes sociales en las que cada día están más enredados, con la dignidad, el respeto y la autoridad de padres y maestros en la sección de objetos perdidos, sin ilusiones ni horizontes ni estímulos a la excelencia y al esfuerzo y a la exigencia moral, con una educación que ni sabe ni contesta, con unos dirigentes que, en vez de dirigir, confunden, desvían, mienten y manipulan, y en un ambiente en el que, como decía aquél, «debería estar prohibido saber dos cosas: cómo se hacen las salchichas y las listas electorales». Si sólo fueran esas dos…