Me cuentan que la felicitación navideña de la Generalidad de Cataluña es algo así como una estampa de las luchas en tiempos de Felipe V; no cabía esperar otra cosa. A eso debe de referirse Caín en la viñeta que ilustra este comentario, cuando habla de Fabricantes de falsos recuerdos. En un artículo titulado Nacionalismo y democracia, José María Carrascal ha escrito, para la Tercera de ABC: «Empeñarse en querer derechos a la carta es tan anacrónico como reclamar prevendas por pertenecer a una raza, a una religión, a una cultura o a un territorio. Nacionalismo tornado imperialismo, en suma». Y el artículo concluye así: «Nuestro problema es cómo convencer a los catalanes de que esa época ya ha pasado, después de habérselo admitido durante tanto tiempo y de que sus líderes les hayan lavado el cerebro con ello». Mientras el ministro de Asuntos Exteriores de España, señor Margallo, proclama que «nadie excluye a Cataluña de la Unión Europea; se autoexcluye», no faltan observadores lúcidos y atentos, serenos y previsores, que avisan al Gobierno de España, reiteradamente, de lo peligroso que es llevar la situación hasta el borde del precipicio o, dicho de otro modo, esperar al choque de trenes. De un choque de trenes no pueden salir más que desgracias.
Un catalán notable, catedrático de Derecho Constitucional, el profesor De Carreras, ha recordado estos días que «el mayor error que se puede cometer al analizar la propuesta de referéndum acordada por cuatro partidos catalanes es tomársela en serio». E Isabel San Sebastián ha titulado uno de sus artículos, en ABC, No con mi dinero; y escribe: «Yo no pago mis impuestos para que Junqueras y Mas financien con ellos el robo de mi parte del Patrimonio Histórico cultural y territorial que pretenden escindir de España. Las políticas de apaciguamiento sólo han servido para incrementar el apetito de poder de los nacionalistas y fomentar el separatismo». Otro agudo comentarista, en ABC, Ignacio Camacho, ha señalado que «el desafío secesionista es ya el conflicto político más grave planteado en España desde el Golpe de Estado en 1981». Mientras los analistas avisan de que premiar el intento de secesión de los nacionalistas catalanes con ventajas económicas sería, de hecho, haber cedido a su chantaje, indigna la noticia de que unos llamados Cristianos por la independencia hayan organizado un acto –dicen que de oración– por la independencia en el templo de la Sagrada Familia de Barcelona, y aún indigna más que se les haya permitido.
En un país cuesta abajo como es la España actual, en el que los jóvenes están desocupados, o se tienen que ir al extranjero a buscarse la vida, se está creando un verdadero bloqueo generacional que, de año en año, se va haciendo más insoportable; y los sociólogos avisan de que las familias pueden ser un colchón sólo durante un cierto tiempo, sobre todo si no se las ayuda, que es lo que ocurre en España. Los insensatos de la progresía de salón encampanan la voz para gritar que no se usen las leyes como diques de contención. ¿Entonces qué son las leyes, y para qué están, sino para ser diques de contención frente a golfos e indeseables de toda laya y ralea?
¿Te imaginas en España una coalición entre los dos grandes partidos como ha conseguido Angela Merkel?, le pregunta doña Soraya, Vicepresidenta del Gobierno, al Presidente Rajoy, en una viñeta de Ricardo, en El Mundo. Y el Presidente contesta: No. Creo que aquí ella prefiere gobernar sola. Mientras siguen los 5 millones de parados y sigue impune el desafío a la unidad de España, nuestros parlamentarios se toman 35 días de vacaciones navideñas. Total, como no hay nada que arreglar…
Con la operación salida de vacaciones, Tráfico quiere, al parecer, poner a prueba a los conductores veteranos y someterlos a un examen de actualización. ¿Por qué no hacen que los abogados vuelvan a la Facultad, los sacerdotes al Seminario, los médicos a la universidad, y los periodistas a hacer prácticas, como en sus años jóvenes?
A todo esto, parece que ante la nueva ley del aborto, ya hay lumbreras, como la Presidenta de Católicas por el derecho a decidir en España, que sin que nadie les haya dado vela en tal entierro –nunca mejor dicho– ya deciden qué es lo que tienen que hacer o dejar de hacer las mujeres españolas, porque lo dijo Blasa, punto redondo. Y una ginecóloga y la directora de la Fundación Mujeres firman, en El País, un artículo titulado Diez razones para no cambiar la ley del aborto, que son otras tantas inapelables razones para cambiarla. ¡De corazón les deseo un 2014 a todos!, aunque no va a ser fácil.