No es verdad 802 - Alfa y Omega

Cualquiera que tenga suficientes horas de vuelo entre las nubes de la política y de la economía sabe lo que determinados periódicos de países que se dicen amigos de España han sido y son capaces de escribir sobre la realidad española. Todo depende de la rentabilidad que le saquen al asunto. Se pongan como se pongan, es así y así fue ya desde los tiempos del franquismo y aún antes. De modo que cualquier ciudadano medianamente avisado y sensato, sabe perfectamente qué es lo que tiene que hacer con esos periódicos. El que quiera dejarse engañar, allá él. Ya es sabido que no faltarán tontos útiles, dentro de casa, dispuestos a ensalzar lo prestigiosos que son esos llamados medios de comunicación. Se editen en Estados Unidos, en Italia o en Francia, en Bélgica o en Inglaterra, los subterráneos más profundos de la historia de los pueblos mantienen rencores históricos, muy difíciles de olvidar y de superar. Lo que The New York Times diga sobre los deseos de los dirigentes actuales de Cataluña respecto a España es bastante previsible.

Leo en una portada de El Mundo: «El Gobierno pagará a colegios en español en Cataluña y Baleares». Quiere decir, sin duda, que el Gobierno va a pagar a colegios que enseñen la lengua española en esas dos regiones españolas. ¡Ah! ¿Pero eso hay que pagarlo? ¿No quedábamos en que el español es la lengua común de todos los españoles? El intríngulis de la cuestión está en que hay algunos que sólo son españoles a la hora de cobrar del presupuesto español, y que dicen tener otra lengua no común, sino propia. Propio, según el Diccionario de la Real Academia Española, es lo contrario de ajeno. ¿Comprenden ustedes? Permitan que reproduzca un texto de una figura histórica catalana, Francisco Cambó. Durante un discurso en las Cortes de la Segunda República, en 1931, dijo textualmente: «Lo que nosotros queremos, en definitiva, es que todo español se acostumbre a dejar de considerar lo catalán como hostil; que lo considere como auténticamente español; que ya de una vez para siempre se sepa y se acepte que la manera que tenemos nosotros de ser españoles es conservándonos catalanes; que no nos desespañolizamos ni un ápice manteniéndonos muy catalanes; que la garantía de ser nosotros muy españoles consiste en ser muy catalanes. Y por lo tanto debe acostumbrarse la gente a considerar ese fenómeno del catalanismo, no como un fenómeno antiespañol, sino como un fenómeno españolísimo». Amén. Le brindo el texto al Muy Honorable Presidente de la Generalidad de Cataluña, señor Mas, y a todos los compatriotas catalanes que, olvidándose del seny y quedándose sólo con la rauxa, creen que toda crítica al aldeanismo simplón y fundamentalista del nacionalismo, del separatismo y del independentismo, es odio a Cataluña. De odio sólo pueden hablar los que sepan qué es eso. ¿De verdad creen que, sin un profundo amor a Cataluña, puede interesar tanto como interesa lo que allí está ocurriendo? No quieren entender que Cataluña es tan España como Burgos, San Sebastián, Madrid o Sevilla. Y duele la deslealtad y la ingratitud y la mentira. ¿Alguno de ellos me puede explicar qué mérito tiene dejar de ser español? ¿O es que quieren parecerse a los que creen que es un mérito dejar de matar?

A todo esto, entre pitos y flautas, y tras el show del partido de fútbol entre el Barcelona y el Madrid, en el que, por cierto, tanto brillaron en las gradas los colores rojo y gualda de la bandera española, el Gobierno de la Generalidad de Cataluña ya ha empezado a recibir, de los impuestos de todos los españoles, otros 1.000 millones más de euros para que pueda ir pagando las nóminas, ya que la gestión económica de Mas y su equipo no ha sido ni está siendo precisamente un ejemplo de eficacia. Y otro interrogante más: ¿pero no ven que lo único que pretende esa lumbrera es tapar su pésima gestión económica a base de separatismo en vena? ¿Hasta cuándo van a durar los paños calientes del Gobierno de España? La demagogia política no borra desastrosas gestiones económicas.