María Nieves Tapia: «No es lo mismo estudiar para aprobar que para hacer el bien»
María Nieves Tapia, fundadora y directora del Centro Latinoamericano de Aprendizaje y Servicio Solidario (Clayss), participa en el XII Encuentro Estatal de Aprendizaje-Servicio que se celebra del 9 al 12 de diciembre en Pamplona. La mayoría de escuelas y universidades que exponen sus proyectos son de titularidad pública, pero «con el impulso del Papa Francisco» el método se va extendiendo cada vez más a la escuela católica, destaca Tapia, que durante 15 años fue responsable de programas de programas de Aprendizaje-Servicio (ApS) en el Ministerio de Educación de Argentina y en la Ciudad de Buenos Aires
Acaba de publicarse el último Informe PISA, que elabora la OCDE. Usted es una gran crítica de este instrumento de evaluación. ¿Por qué?
Necesitamos relativizar las herramientas. En los últimos años parece que nos hemos contagiado todos de este sentido tan competitivo, casi campeonato de futbol, por ver quién sale primero en la tabla de PISA, y perdemos de vista que los indicadores cuantitativos reflejan solo una parte de la calidad educativa. Hay muchas evidencias acerca de las limitaciones de estos rankings, que no tienen la capacidad de reflejar la gran diversidad que existe en las aulas. Claro que son importantes los resultados en matemáticas, la comprensión lectora…, pero siempre que no condicionemos todo el sistema educativo a responder a los tests de PISA. Hay otras cuestiones más importantes, como la capacidad de responder a los desafíos de la realidad, aprender a ser buenas personas y a vivir juntos como buenos ciudadanos… Eso no se mide en una estadística.
¿Introducir algunos proyectos sociales basta para cambiar el modo en que enseña la escuela?
Se empieza por un proyecto y por alguna asignatura, pero después es verdad que se necesita un impulso. Y esto se puede lograr por dos vías. Por efecto contagio, cuando los docentes y los equipos directivos se entusiasman. O bien paso a paso, cuando un proyecto necesita un abordaje interdisciplinario y se van sumando los profesores de otra materia. Pienso en un ejemplo que quería promover la lectura en un barrio. Al principio, se hizo desde lengua. Pero se vio que era importante organizar juegos para llegar a los niños, y se involucró a educación física. Después surgieron temas relacionados con la salud, y se metió la biología…
¿Qué aporta el Aprendizaje y Servicio (ApS) a los alumnos?
La magia del ApS es que cambia el rol de los estudiantes en su proyecto de aprendizaje. Genera un espacio en el que ellos son protagonistas, en lugar de limitarse a obedecer a las consignas de los adultos, como en la escuela tradicional. Pasan a hacer algo positivo por la comunidad, y eso influye muy positivamente en su autoestima. No es lo mismo estudiar para aprobar, que para hacer el bien a los demás. Se modifica profundamente el vínculo entre el profesor y el alumno. De repente, son un equipo. Está confirmado que confiar en los chicos y chicas aumenta su rendimiento; es el efecto Pigmalión, la profecía autocumplida [Nieves Tapia cita el célebre experimento de Robert Rosenthal y Lenore Jacobson, quienes, en 1968, seleccionaron al azar a varios estudiantes de una escuela y comunicaron a sus profesores que, debido a sus altas capacidades, esperaban de ellos grandes mejoras académicas. No era verdad, pero bastó que los profesores tuvieran esas expectativas para que aquellos alumnos efectivamente avanzaran significativamente].
La pedagogía constructivista, en la que se basa el ApS, tiene muchos críticos, que le acusan de descuidar el ejercicio de la memoria o el valor del esfuerzo.
Algunas de esas críticas son válidas y nos pueden ayudar a mejorar. Si el ApS es percibido como hacer las cosas más fáciles, es que lo estamos haciendo mal; un proyecto de ApS tiene que ser tan riguroso como la asignatura más exigente. Y además implica el esfuerzo de arremangarse, ir a la comunidad a hacer cosas concretas.
El problema es que muchas críticas tienen que ver con una concepción de la educación que tenía su sentido en el pasado, pero ya no responde a las necesidades de esta generación. ¿De qué les sirve a los chicos aprender de memoria los afluentes del Loira, como tuve que hacer yo, cuando tienen toda la información al alcance de la mano, en el celular? Lo que necesitan es aprender a navegar en ese océano de información, saber distinguir lo verdadero de lo falso. Esta generación, que tiene tanto conocimiento a su disposición (ya lo hubieran querido los enciclopedistas), es la que ha favorecido las campañas antivacunas, pese a toda la evidencia científica.
La ApS forma parte oficialmente del currículo en Argentina y hay cauces de colaboración con diversos gobiernos latinoamericanos, o en España, con algunas comunidades autónomas. ¿Cómo va su aplicación a la escuela católica?
Cada vez hay más escuelas católicas que lo aplican. En tiempos del Papa Francisco, casi es obligatorio hacer ApS en cualquier institución educativa católica. Primero, por coherencia, porque el mandato de Nuestro Señor es amar al prójimo, y este es un modo de salir pasar de las buenas palabras a los hechos concretos. Pero además es un manera eficaz de tender puentes entre la formación académica, humana y religiosa, porque muchas veces tendemos a separar los distintos ámbitos, y el estudiante es una sola persona. Esta es una pedagogía que permite, como pide el Papa, trabajar con la cabeza, pero también con el corazón y con las manos. Educación integral, como se ha dicho siempre.