Según el estudio Digital News Report España 2024, elaborado en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra, el porcentaje de españoles interesados por las noticias ha caído del 85 % al 52 % en la última década. ¿Qué ha ocurrido en nuestro país para que haya aumentado la indiferencia informativa? ¿Qué efectos tiene, más allá del descenso en el consumo de información, en la participación en los asuntos públicos y en el buen funcionamiento de la democracia?
Como siempre, acudir a la naturaleza de las cosas suele ayudar a encontrar algunas pistas. Hablar de interés en las noticias es hablar tanto de un objeto (aquello que es interesante) y de un sujeto (alguien interesado). Además, el interés siempre está orientado hacia un fin: lo que interesa, interesa a alguien para conseguir algo, de tal forma que si desaparece el fin, también desaparece el interés. Por lo tanto, la pérdida del interés en las noticias no obedece a una única causa, sino que es un fenómeno complejo, con factores relacionados con el sujeto (el ciudadano) y factores relacionados con el objeto de interés (los asuntos públicos en particular y la vida, en general).
Entre los principales factores de la indiferencia, hay que destacar la creciente desconfianza en los medios de comunicación. Según el citado informe, solo un tercio de los españoles confía habitualmente en las noticias, frente al 40 % que desconfía. Muchas personas perciben que los medios no son transparentes, carecen de pluralidad o no representan de manera justa a determinados grupos. Perciben a los medios como entidades sesgadas, controladas por intereses particulares que no necesariamente reflejan la realidad de manera honesta. Esta desconfianza alimenta la indiferencia, porque los ciudadanos no confían en la veracidad de la información presentada.
En segundo lugar, la indiferencia hacia las noticias está relacionada con la fatiga informativa. Según el citado informe, el 44 % de los españoles confiesa estar quemado con el bombardeo informativo al que está sometido a diario. Esta sobrecarga hace que las personas se sientan abrumadas y algunas opten por desconectar: así, el 37 % de los españoles evita activamente las noticias, un incremento de ocho puntos porcentuales en comparación con el año 2023. En el caso de los menores de 35 años, el porcentaje se eleva al 44 %. Durante la pandemia de COVID-19, este fenómeno se hizo evidente y, más recientemente, el distanciamiento de los ciudadanos con la clase política, en la que no se ven reconocidos, ha reforzado este cansancio hacia la información política.
La popularización de las redes sociales como una fuente principal de noticias ha cambiado los hábitos de consumo de medios, como demuestra el estudio. Muchas personas acceden a las noticias de manera incidental mientras navegan por sus redes sociales, en lugar de buscar activamente fuentes de noticias tradicionales. Este cambio ha contribuido a reducir la profundidad y calidad de la información que recibe este tipo de personas, mayoritariamente jóvenes.
Por último, la tendencia de determinados medios a utilizar títulos sensacionalistas y contenidos gancho para atraer audiencias ha contribuido a una percepción negativa de las noticias. Este enfoque puede atraer clics a corto plazo, pero a largo plazo erosiona su interés en consumir noticias relevantes.
Los efectos de esta creciente indiferencia hacia las noticias se notan en primer lugar en la disminución del consumo de noticias, tanto digitales como tradicionales, como demuestra el citado informe. De manera indirecta, el desinterés por la actualidad tiene un impacto en el menor conocimiento político de los ciudadanos, en una menor comprensión de los eventos y procesos políticos y, como consecuencia, una toma de decisiones más basada en criterios emocionales que racionales. En el terreno del debate público, la indiferencia hacia la actualidad conduce a una reducción en la participación cívica de los ciudadanos, especialmente de los más moderados, que se ven silenciados por las voces más extremas. Por otro lado, a mayor indiferencia hacia las noticias, mayor es la vulnerabilidad a los bulos y la propagación de la desinformación. Y lo que es peor, se engordan artificialmente las justificaciones para controlar la libertad de prensa y amordazar las voces críticas.
¿Qué pueden hacer los medios ante este panorama? Las empresas informativas han optado por varias estrategias. Algunas han decidido centrar sus energías en los públicos interesados, caracterizados por un mayor nivel de ingresos, de educación y de interés por los asuntos públicos y más proclives al pago por noticias. El riesgo de esta estrategia es aumentar la brecha entre una minoritaria audiencia hiperinformada y otra mayoritariamente desinteresada, de tal forma que al que tiene (más interés y mejor información) se le dará, y al que no tiene, incluso lo que tiene se le quitará.
Otras empresas de comunicación han optado por un modelo editorial más abierto, que ofrece más visibilidad y atención a temas tradicionalmente minoritarios como el medio ambiente, el bienestar y la salud mental, la ciencia y la tecnología y con enfoques más positivos de la vida, en detrimento de los asuntos políticos o económicos.
En cualquiera de los dos casos, la solución pasa por el ejercicio de más y mejor periodismo, más transparente y honesto, orientado al bien común, que sepa escuchar las necesidades de sus audiencias, especialmente las más jóvenes, y sepa adaptar sus contenidos a los nuevos formatos. Es imperativo recuperar el interés y que los ciudadanos puedan satisfacer en los medios su curiosidad sobre las cosas importantes de la vida.