Nathalie Becquart: «Sinodalidad es pasar del yo al nosotros»
La religiosa javierana, que acaba de ser nombrada subsecretaria del Sínodo de los Obispos por el Papa Francisco, sostiene que la sinodalidad es clave para «la transformación misionera de la Iglesia» y en su «necesaria reforma para salir del clericalismo»
Estudió en una de las mejores escuelas de negocios, HEC, y luego se convirtió en consultora en marketing y comunicación. Como dice uno de sus libros, Religiosa, ¿por qué? ¿Cómo influyó un voluntariado que hizo en el Líbano?
Cuando terminé mis estudios no estaba segura de lo que quería hacer. Me fui de voluntariado durante un año al Líbano porque quería servir con mi tiempo antes de trabajar. Llegué para enseñar en una escuela católica dirigida por monjas en Beirut. Fue entre 1991 y 1992, justo después de la guerra civil, y los jóvenes de 15 o 16 años a los que daba clase no conocían más que la guerra. El fin de semana iba a la montaña a un centro que acogía a huérfanos y familias desplazadas que lo habían perdido todo. En contacto con ellos, escuchando sus sufrimientos y sus esperanzas, lejos de mi país y de mi cultura, me planteé «¿qué es la vida real?». Hice mis primeros ejercicios espirituales al estilo de san Ignacio; me conmovió el amor infinito de Cristo y me di cuenta de que todo lo que había recibido a través de mi familia, mi educación, mis estudios, no podía tener sentido si no era para devolverlo. Cuando conocí a jóvenes religiosos y religiosas en el Líbano que daban testimonio de la alegría del Evangelio, comencé a plantearme la cuestión de la vocación religiosa. Regresé a Francia con esta pregunta y comencé a trabajar en una consultora de marketing y comunicación especializada en asociaciones, fundada por un protestante. Seguí mi discernimiento vocacional y, en el momento que conocí a las religiosas javieranas, supe que, si entraba en una congregación, iba a ser esa. Me alcanzó su forma de estar profundamente arraigadas en Cristo con una intensa vida espiritual y plenamente comprometidas en el corazón del mundo a través de diversas misiones. En 1995 dejé mi apasionante trabajo para ingresar en el postulantado.
Comercio, sociología… y vela. ¿Cómo le han ayudado estos temas en su tarea?
La obra del Espíritu Santo es unificar nuestras vidas. Dios nos llama con todo lo que somos, nuestras experiencias, nuestros dones, y viene a purificarlos, a convertirlos. Lo que aprendí y recibí en mis estudios me fue muy útil en mi labor pastoral cuando tuve que gestionar equipos, iniciar y gestionar proyectos, preparar grandes eventos como la JMJ o los encuentros nacionales de estudiantes Ecclesia Campus, con el desafío de encontrar financiación. Durante mis estudios de Filosofía y Teología en el Centre Sèvres, vi la necesidad de dialogar con las humanidades y las ciencias sociales, que proporcionan una forma de descifrar la realidad. Quería formarme en sociología para profundizar en un enfoque teológico-pastoral que parte de la realidad porque proporciona una herramienta de análisis de la sociedad. En mi trabajo en pastoral juvenil, me apoyé en estudios sociológicos para comprender y descifrar mejor la cultura de los jóvenes, su funcionamiento. La espiritualidad ignaciana me invita a conocer y amar el mundo, a comprenderlo con distintos enfoques para discernir cómo proclamar el Evangelio hoy. La sociología me ha ayudado a pensar y proponer enfoques pastorales inculturados. La experiencia de navegar desde pequeña me ha moldeado. Al animar retiros de Vie en Mer, entrée en prière, realmente experimenté el mar como un lugar fuerte de experiencia espiritual. El mar también me dio un lenguaje para nombrar y compartir esta experiencia, especialmente a través de la escritura poética. Además, mi experiencia como patrón también me ha enseñado mucho sobre el ejercicio de la responsabilidad y el trabajo en equipo. Cristo llamó a los pescadores del mar de Galilea como los primeros discípulos; la barca es el lugar de formación de los apóstoles, y la travesía en la tormenta prefigura la travesía pascual.
Fue responsable de la Pastoral Juvenil en Francia. ¿Cómo es la relación entre los jóvenes y la Iglesia?
Francia es un país muy secularizado con una sociedad plural marcada por el laicismo. La Iglesia es pobre con cada vez menos recursos humanos y económicos, pero muy viva y también con mucha creatividad. Durante varios años ha habido una verdadera renovación en la pastoral juvenil con muchas iniciativas nuevas. La JMJ de 1997 en París marcó un punto de inflexión; hay un antes y un después para la Iglesia en Francia y la pastoral juvenil aún vive de este impulso. Las organizaciones benéficas estudiantiles y los movimientos scout católicos crecen. Casi uno de cada dos estudiantes pasan por la educación católica. Por tanto, la Iglesia todavía tiene una gran área de contacto con los jóvenes. Tenemos la suerte de tener dos lugares como Lourdes y Taizé a los que peregrinan muchos jóvenes. Los jóvenes católicos practicantes y comprometidos siguen siendo minoría, pero muchos jóvenes tienen una verdadera sed espiritual y se trata de encontrar lugares y caminos para llegar a ellos. Cada año son más los adolescentes y adultos jóvenes que piden el Bautismo. Ya no estamos en un cristianismo sociológico y la Iglesia en Francia es un laboratorio interesante. Estamos viendo el desarrollo de dos movimientos opuestos: cada vez más jóvenes ya no se reconocen en una religión y, al mismo tiempo, también hay una especie de despertar religioso. Pero las encuestas que hemos podido realizar a los jóvenes católicos muestran que esto no pasa necesariamente por las prácticas sacramentales e institucionales habituales. El Sínodo de los Jóvenes ha demostrado claramente que los jóvenes quieren una Iglesia relacional y no institucional. La puerta de entrada a la fe es la aventura mística o el compromiso solidario y caritativo.
Hablando del Sínodo, ¿cómo evangelizamos a los jóvenes hoy? ¿Deberíamos utilizar marketing?
Los jóvenes son muy diversos y no hay una manera única de evangelizarlos. Lo que ha planteado el Sínodo es que los propios jóvenes son los que evangelizan a otros y, por tanto, no podemos pensar en la pastoral juvenil sin involucrarlos. De ahí el desafío de vivir la misión con los jóvenes en corresponsabilidad, con líderes jóvenes que deben ser llamados, formados y apoyados. Como dice el Papa Francisco, «evangelizar no es hacer proselitismo». No se evangeliza a través del marketing, sino con la atracción, con el testimonio. Dicho esto, vivimos en sociedades de comunicación y consumo que impactan en la cultura de los jóvenes. Hoy la comunicación es parte de la evangelización, es un tema de inculturación. Corresponde a los actores pastorales discernir con los jóvenes cómo comunicarse de manera ad hoc y evangélica para llegar a otros jóvenes, sabiendo que lo importante es ante todo el encuentro.
Se ha especializado en sinodalidad en la Boston College School of Theology and Ministry. ¿Por qué es importante en la Iglesia?
En esta fase actual de la recepción del Vaticano II, en nuestro contexto histórico, estamos llamados a fortalecer y desplegar la sinodalidad en todos los niveles de la Iglesia. El Papa Francisco lo dice claramente: es lo que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio. Todos estamos invitados a promover e implementar la sinodalidad allí donde estemos. Hemos de vivir nuestra fe cristiana en este estilo sinodal que es un estilo misionero para anunciar el Evangelio a los hombres y mujeres de este tiempo. Se trata, en primer lugar, de dar vida a las instituciones sinodales que no son solo el Sínodo de los Obispos o el sínodo diocesano, sino también un consejo pastoral de la diócesis o parroquia, un consejo presbiteral, un capítulo local, provincial o general para el comunidades religiosas, asambleas generales y consejos de movimientos eclesiales… Es una buena noticia que el próximo Sínodo, en 2022, tenga el tema Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión. La sinodalidad es importante hoy porque es el instrumento clave de la actual transformación misionera de la Iglesia y de su necesaria reforma para salir del clericalismo.
El Papa Francisco la eligió, precisamente, como subsecretaria justo antes de un Sínodo sobre esta cuestión. ¿Qué cambios implica la sinodalidad en la Iglesia?
La sinodalidad es un estilo misionero que es una forma de vida y una práctica marcada por la escucha y el discernimiento. Para hacer realidad la sinodalidad en el día a día, debemos integrar y vivir la espiritualidad de la sinodalidad que requiere actitudes de fe y confianza (en Dios, en los demás), de escucha y humildad, de diálogo y de libertad para buscar la verdad. Se trata de desarrollar una verdadera cultura del encuentro al servicio del bien común, acogiendo y respetando las diferencias con la convicción de que el Espíritu habla en todos y de que solo podemos discernir las llamadas del Espíritu juntos en esta escucha recíproca. Sinodalidad significa pasar del yo al nosotros, redescubrir la primacía del nosotros eclesial, de la comunidad, una comunidad abierta, inclusiva, que camina junta poniendo a Cristo en el centro. Al poner a Cristo y a los demás en el centro, la sinodalidad nos construye como pueblo de Dios.
Es la primera mujer en ocupar un cargo de este tipo y, además, con derecho a voto. Casi involuntariamente, se ha convertido en un referente para muchas mujeres…
Sí, me quedé muy impresionada y conmovida con los mensajes de alegría compartida de todo el mundo. Muchas mujeres, por supuesto, y especialmente monjas, recibieron este nombramiento como propio. Pero también muchos hombres, muchos sacerdotes, obispos y cardenales, me dijeron lo felices que estaban con esta decisión del Papa Francisco y lo que simboliza: la presencia en la estructura misma del Sínodo de los Obispos de mujeres, de religiosos –no olvidemos que fui nombrada con otro subsecretario religioso, el agustino español Luis Marín de San Martín– y de laicos. Esto refleja visiblemente la consideración del sensus fidei. Me siento apoyada por las oraciones de muchos y un eslabón en una cadena abierta por muchas mujeres involucradas en la Iglesia en el campo que tengo ante mí. Me llama a vivir esta misión como un servicio humilde, conectado con el pueblo de Dios, escuchando a todos, especialmente a los más pobres y a quienes sufren.
La Almudena acogió el pasado domingo la ordenación episcopal de Luis Marín de San Martín, OSA, nuevo subsecretario del Sínodo. «Una Iglesia en salida es una Iglesia sinodal», recordó el cardenal Osoro. El propio Marín definió su nueva tarea como «muy hermosa, compleja y de una gran exigencia», y mostró su confianza en el Señor. «Solo el amor es importante, solo el amor es la respuesta, solo el amor permanece», dijo. Más información en esta noticia.