Nadia Coppa: «Hay zonas donde el abuso de poder masculino aún es fuerte»
La nueva presidenta de la Unión Internacional de Superioras Generales reconoce que la vida consagrada no cuenta con los números del pasado pero sí con la entrega incondicional
¿Por qué cree que fue elegida nueva presidente de la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG)?
Fue una auténtica sorpresa y una gran alegría experimentar la confianza que ha depositado en mí la vida consagrada femenina. La elección supone una novedad que llega tras el trabajo realizado en mi congregación, las Adoratrices de la Sangre de Cristo. Creo que ha sido determinante mi experiencia en la constelación de Roma, de la que era delegada, donde hubo un dinamismo muy bello.
Tiene 49 años. Una mujer joven en un contexto religioso cada vez más envejecido. ¿Cómo puede interpretarse esto?
La vida religiosa femenina está atravesando un momento de búsqueda sincera de novedad y dinamismo. Estamos en una fase de transformación; se necesitan nuevos modelos o paradigmas que hagan de la vida consagrada un signo profético tanto en la Iglesia como en el mundo. La juventud y frescura que me caracterizan han marcado también mi trayectoria como superiora general de mi congregación desde 2017.
¿Qué representa usted para el futuro de las religiosas en el mundo?
Siento que soy una pequeña semilla en el corazón del mundo. Soy solo una hermana llamada a facilitar una red de conexión y a hacer visible la riqueza de la vida consagrada: una vida sencilla, alegre, inmersa en la gente, que tiene que desligarse de las estructuras.
Durante 13 años ha trabajado con personas con diversas adicciones patológicas. ¿Cómo puede ayudarle esta experiencia en su nueva misión?
Esta experiencia con adultos que sufrían todo tipo de dependencias que los habían vuelto esclavos, en procesos de rehabilitación y de reinserción social, con historias durísimas a sus espaldas de abandono y de sufrimiento, me ha permitido crecer espiritualmente como mujer y como consagrada. Los toxicómanos son el último eslabón de una cadena de injusticias. Con ellos he aprendido a hacer espacio a todos; a vivir la misión como oportunidad de cambio social; a trabajar en red con otros laicos y organizaciones.
Desde principios de mayo es la nueva presidenta de la UISG, el organismo que aglutina a más de 1.900 líderes de congregaciones religiosas femeninas a las que pertenecen unas 650.000 monjas. Nacida en Italia en 1973, era la superiora general de las Adoratrices de la Sangre de Cristo desde 2017. Graduada en Psicopedagogía y experta en adicciones, ha trabajado con toxicómanos y mujeres maltratadas.
La Asamblea Plenaria de la UISG se estructuró en torno al tema Abrazar la vulnerabilidad. ¿Qué significa esto hoy?
No somos superiores; al revés, la vida religiosa es también vulnerable. Hay que entender la vulnerabilidad como un espacio sagrado para acoger la gracia. Solo cuando ponemos esto en valor vamos al encuentro de la humanidad. Esto nos pone frente al reto de caminar juntos. No contamos con la visibilidad y los grandes números del pasado, pero tenemos que ser cada vez más mujeres de entrega sin condiciones.
¿Cómo está integrando la Iglesia la voz femenina?
Estamos en un proceso. Como en todo, debemos tener paciencia y aceptar la espera para que haya un intercambio recíproco. Las mujeres consagradas estamos al frente de algunos de los mayores desafíos del desarrollo internacional a través de un modelo excepcional de acompañamiento y compromiso con los más necesitados. Trabajamos codo con codo con la Unión de Superiores Generales (USG), y en pocos meses publicaremos un documento conjunto que nos permitirá continuar caminando juntos en una lógica de colaboración sinérgica.
¿Podemos hablar de una revolución feminista en la Iglesia?
Hay un deseo de estar más presentes en la toma de decisiones. El Papa ha enriquecido mucho la vida de la Iglesia favoreciendo nuestra presencia.
Algunos sectores critican que la Iglesia llega tarde…
Pero estamos llegando. Y esto es imparable. Avanzamos en la sinodalidad y han nacido experiencias muy enriquecedoras que han puesto valor el enfoque del genio femenino.
Se hace cada vez más visible la verdad de los abusos a las religiosas. ¿Qué hace la UISG para frenar este fenómeno?
El abuso es una forma brutal de injusticia. Hay formas más evidentes que otras, pero todas dejan heridas profundas en las personas implicadas y menoscaban la credibilidad en la Iglesia. La UISG trabaja para sensibilizar a las congregaciones. Hay congregaciones a la vanguardia, pero otras que se han quedado más relegadas. Es fundamental facilitar el diálogo dentro para que las personas se sientan libres de poder denunciar abusos externos, pero, sobre todo, internos. Hay zonas del mundo donde el abuso de poder masculino aún es muy fuerte, donde prevalece una Iglesia jerárquica en la que la vida religiosa femenina es vista, sencillamente, como cumplir servicios.