Nacido en una familia atea francesa, se bautizó con 44 años - Alfa y Omega

Nacido en una familia atea francesa, se bautizó con 44 años

El cardenal Cobo administró los sacramentos de iniciación a 70 personas, como Mike Marzo, en la basílica de la Asunción de Nuestra Señora, en Colmenar Viejo. Es una comunidad que «mueve el Espíritu»

Rodrigo Moreno Quicios
Entre las 70 personas que recibieron los sacramentos había desde niños hasta adultos
Entre las 70 personas que recibieron los sacramentos había desde niños hasta adultos. Foto cedida por José Francisco García.

«Siempre que hablo de esto se me pone un nudo en la garganta», nos confiesa Mike Marzo en un perfecto castellano aunque nació en Francia. El pasado 1 de marzo, en la basílica de la Asunción de Nuestra Señora de Colmenar Viejo, recibió los sacramentos de iniciación cristiana —Bautismo, Comunión y Confirmación— junto a otras 70 personas en una celebración presidida por el arzobispo de Madrid, el cardenal José Cobo.

Según nos cuenta este converso de 44 años, «Jesús me dio todo, aunque soy débil y me equivoco en muchas cosas». Para abrazar por completo la fe, Marzo tuvo que imponerse a su familia, que le quiere y con la que tiene una buena relación, pero que es «totalmente atea». Hoy le comprenden, le han felicitado e incluso ha arrastrado a alguno de sus hermanos —más por curiosidad que por devoción— a Misa a raíz de su testimonio. Cuando era pequeño, «nunca tuve contacto con la Iglesia y todo lo que escuchaba en casa sobre ella era muy negativo». «Me crié con la certeza de que Dios no existía y Jesús tampoco y con eso me valía». O le valió un tiempo. Acabó acudiendo a ellos no mucho después, con 15 años y un corazón sincero, después de «una tontería que hice de adolescente» y que podría haber acabado siendo bastante grave.

Por el modo en que esquivó el desastre, «entendí que Dios me había escuchado y empecé a tomar conciencia». Después intentó con muchísima voluntad y «con soberbia» volver al escepticismo, pero fue inútil. Trató de sacarse a Dios de la cabeza leyendo Tratado de ateología, del filósofo francés Michel Onfray, «pero cuanto más intentaba alejarme, más me acercaba». Finalmente tiró la toalla. «Aunque no quería ser un traidor hacia mi familia, tampoco podía traicionar a Dios».

Todo se alineó cuando se mudó a Colmenar Viejo y visitó su basílica. Tras pedírselo, el padre Santiago, uno de los sacerdotes allí, «enseguida se acercó y hablamos». Y también le dio el teléfono de Miguel, el catequista de la comunidad. Mike Marzo comenzó a acudir a las reuniones de catequesis y «empapándome de todos esos conocimientos, me di cuenta de que esto es lo que quiero». «Esto es lo que siempre he pensado con mi corazón. Ya estoy aquí», concluye.

«Esto es la Iglesia»

José Francisco García, párroco de la basílica, confiesa que «nosotros somos los primeros sorprendidos» por haber reunido a 70 personas para recibir los sacramentos de iniciación. «Pero no nos movemos por los números». «Fue una fiesta de la espiritualidad que quiso decirnos que esto es la Iglesia», considera. Aun así, es interesante destacar que «la basílica estaba llena hasta la bandera». Las 600 plazas de los bancos estaban ocupadas. Sumando a las personas de pie, habría al menos 800. «Fuera hacía frío, pero dentro parecía verano».

Este templo fue además la primera parroquia del cardenal Cobo, quien «llegó como diácono y se fue como sacerdote». «Mantiene el vínculo con mucha gente y tiene muchos amigos porque llevaba los grupos de jóvenes», apunta García. Durante su homilía, coincidente con las fiestas de carnaval, el arzobispo de Madrid recalcó que «mientras la gente se ponía máscaras, en la Iglesia podíamos quitárnoslas para mirar al Señor y que nos vea tal cual somos». 

Entre los motivos para una comunidad tan viva, el párroco destaca la presencia de matrimonios jóvenes que arrastran con el ejemplo o migrantes que esperan hasta la reunificación familiar para bautizar a todos los niños. Pero sobre todo, subraya, «la mueve el Espíritu Santo, yo no tengo ese poder de convocatoria».