Musulmanes y cristianos: «A la hora de ayudar todos somos uno»
Una asociación y una parroquia católicas entregan alimentos donados por entidades musulmanas. Ejemplo de que, como dice el Documento de Abu Dabi, «la fe lleva al creyente a ver en el otro a un hermano que debe sostener y amar»
«Todos tenemos las mismas manos para ayudar, el mismo corazón». Hakima llegó a España desde Marruecos hace más de 20 años. Cada vez que acudía a por su ración de alimentos a la Asociación Nazaret, en el madrileño barrio de San Blas, se salía de la fila para pedir que le hicieran un hueco entre sus voluntarios. «He pasado mucha hambre y no quiero que la gente lo sufra como yo».
Su perseverancia surtió efecto y ahora es ella la que está al otro lado, en la asociación que nació en 1977 de la mano del jesuita Lorenzo Almellones y gracias al empuje de una madre de familia, Teresa Rosingana. La asociación ayuda en la actualidad a 700 familias al mes. Uno de los últimos grandes repartos en los que ha participado ha sido el de 1.800 kilos de alimentos donados por la Fundación for Islamic Culture and Religious Tolerance (FICRT), en la campaña Juntos somos mejores, realizada en colaboración con la Confesión Religiosa Islámica Al-Tasamoh y la mezquita de Sheikh Zayed bin Soltan en Granada.
FICRT ha aunado en esta acción sus pilares básicos: la promoción de la tolerancia religiosa, del diálogo interconfesional y del conocimiento del hecho religioso en España; la mediación cultural, y la presencia en la sociedad civil a través de iniciativas solidarias. «Coincidiendo con el Ramadán», explica Alfred G. Kavanagh, su presidente, «pensamos que sería bonito hacer una iniciativa dirigida a las familias en estado de necesidad, independientemente de su religión».
Juntos somos mejores ha entregado en varios puntos de España 38 toneladas de alimentos a entidades católicas y musulmanas de atención a los más desfavorecidos. En Madrid, además de los centros de La Ventilla y San Blas, se destinaron alimentos al Centro Cultural Islámico de Leganés y a la Comisión Islámica de España.
En Valencia se enviaron a la Asociación Islámica y al Servicio Jesuita a Migrantes (SJM), cuyo director, José María Segura, valora la importancia de que una institución cristiana como la Compañía de Jesús coopere con una fundación que tiene el islam en su nombre.
Los alimentos enviados a Granada fueron distribuidos entre varias entidades musulmanas y en el Hospital San Rafael, de la Orden San Juan de Dios. Su coordinadora, Inés Riera, muestra su satisfacción también por contar con la ayuda de una fundación con tan clara vocación multicultural.
Y en Córdoba los destinatarios fueron el Banco de Alimentos, que se valió de voluntarios de Cruz Roja para la descarga de las cajas en lo que supuso una muestra más de cooperación solidaria, y la Asociación Addiffatayn.
En el ADN de FICRT se encuentra aquello que se lee en el prefacio de la Declaración de Abu Dabi sobre la Fraternidad Humana, firmada en 2019 por el Papa Francisco y el gran imán de Al-Azhar, Ahmad Al-Tayyib, y que es su documento inspirador: «La fe lleva al creyente a ver en el otro a un hermano que debe sostener y amar». Así que decidieron invertir el presupuesto de 2020 en paliar los efectos de la crisis provocada por el coronavirus.
El resultado global han sido 2.000 cajas con alimentos no perecederos como legumbres y pasta, y que respondía a esa idea de multiculturalidad incorporando sopa árabe o dátiles. Se localizaron entidades beneficiarias enraizadas en sus barrios, con un conocimiento profundo de las necesidades de sus vecinos, y en las que, además, se da una fructífera colaboración interreligiosa. «Lo bonito es ver que en la relación vecinal hay mucha más tolerancia de lo que uno a veces tiene la impresión», destaca Kavanagh.
Tolerancia «participativa»
Una tolerancia entendida como «participativa, que es interesarse por el otro, entender el hecho religioso del otro». Porque las relaciones personales lo cambian todo: «El gran factor unificador en estos tres meses de Estado de alarma», asegura el presidente de FICRT, «ha sido la profunda solidaridad: las diferencias por motivos étnicos, nacionales o religiosos no han salido a flote».
Así lo viven en el barrio de La Ventilla, en Madrid, al que llegó otro de los cargamentos de la campaña para 150 familias. Parapetado tras el skyline de la ciudad que componen las cuatro torres y una quinta en construcción, hace más de 100 años esta era una zona deprimida de la capital, y allí comenzó el padre José María Rubio, santo jesuita, su ingente labor apostólica y social que a día de hoy continúa la Compañía de Jesús.
Fruto de esa labor, tal y como explica Pablo Veiga, SJ, nació Pueblos Unidos, un proyecto que trabaja con migrantes del barrio y que ha establecido recientemente una vinculación con FICRT con vistas a afianzarla en el futuro. «En el barrio tenemos un índice de población de origen marroquí elevado, y nosotros siempre hemos apostado por el diálogo interreligioso», subraya el párroco de la también vecina San Ignacio de Loyola, convertida en centro neurálgico de esta colaboración.
Esta unión entre culturas y religiones en que se ha convertido la campaña Juntos somos mejores sorprendió a los propios voluntarios, empezando por la grafía árabe de las cajas. «Pero fue un motivo para poder explicar, porque a veces se ve lo musulmán como una cuestión fundamentalista o fanática», reconoce Veiga. Así, descubrieron que «también hay fundaciones o personas de religión musulmana que tienen sensibilidad e inquietud por generar puentes».
Lo cierto es que las confesiones religiosas «nunca han sido un elemento diferenciador en la acción social de las parroquias. Las Cáritas atendemos a todas las familias necesitadas, vayan al culto evangélico, a la mezquita o a ningún lado». De hecho, los propios beneficiarios pudieron valorar que «una entidad católica repartiera alimentos provenientes de una musulmana».
Ayuda en la integración
Yolimar, venezolana que llegó a España junto a su marido y sus dos hijas hace año y medio, colaboró en este reparto de alimentos como voluntaria. Conoció Pueblos Unidos en un momento en el que «estábamos prácticamente en situación de calle» y ahora vive en acogida, gracias a los programas de hospitalidad de la parroquia, junto a varios jóvenes africanos musulmanes refugiados.
«Ellos están interesados por conocer la cultura cristiana; como yo soy catequista en la parroquia, me preguntan qué les cuento a los niños de Dios, y si tenemos un libro». «Yo les digo que Dios no es un libro, es tu corazón. Y a su vez, ellos nos dicen cómo llaman Alá a Dios, y nos explican el Ramadán». El día de la entrega solidaria, «cuando empezamos a bajar los alimentos de la furgoneta, allí éramos uno solo, cristianos y musulmanes, pero uno solo. Esta campaña, definitivamente, ayuda más a la integración».
«Doy gracias a Dios porque me puso en esta parroquia», señala Yolimar. «Esta es realmente una familia». Un sentimiento que también tiene Hakima: «Cuando voy a la asociación me siento nueva, ¡todos me dan un cariño! Musulmanes, cristianos… yo no tengo problemas. Tenemos un mismo Dios, pero diferentes maneras de rezar». Y se despide: «Adiós, hija. Cuando pase este virus tenéis que venir a casa, que os haré una comida marroquí». Hecho.