Morir por amor - Alfa y Omega

Morir por amor

La beatificación que llenó de alegría a Jaén y a toda la Iglesia española y universal fue una auténtica fiesta, no para reabrir heridas, sino para iluminarlas con la luz de tantos valientes que se convirtieron en signos de contradicción. Hoy lanzamos un homenaje a estos 124 mártires que, con su vida, reflejan las consecuencias de ese amor perfecto que supone abrazar la cruz

Eva Fernández
Un momento de la beatificación
Foto: Diócesis de Jaén.

Con el pie de foto de esta imagen tendríamos el mejor texto para este espacio: el elenco de 124 personas, aparentemente corrientes, que murieron ofreciendo su vida por amor; 124 historias que comparten una fe vivida hasta el extremo. Como la del sacerdote Francisco de Paula Padilla, el Maximiliano Kolbe español. Tenía 43 años aquel Jueves Santo cuando vio que los milicianos iban a dar el «paseíllo» a un padre de familia con seis hijos. Los convenció para que le fusilaran a él en su lugar. O como Obdulia Puchol, que se dedicaba a cuidar a pobres en una residencia donde curaba sus heridas y les daba calor y comida. Entre los mártires beatificados el 13 de diciembre en la catedral de Jaén por entregar su vida in odium fidei encontramos también varios jóvenes: Eduardo Infante, de 20 años, o el presidente de la Juventud Católica de Martos, Manuel Melero, de 22; incluso el periodista de 27 años Bernardo Ruiz, director de El día de Jaén. Un ejemplo más de la locura de aquella persecución irracional fue el asesinato del médico Pedro Sandoica, implicado en obras de justicia social con los obreros. Como no podían tener hijos, él y su mujer apadrinaron a muchos niños, pagando sus estudios. Está además Bernabé Toribio, con discapacidad intelectual, sacristán y recadero de unas monjas.

La beatificación que llenó de alegría a Jaén y a toda la Iglesia española y universal fue una auténtica fiesta, no para reabrir heridas, sino para iluminarlas con la luz de tantos valientes que se convirtieron en signos de contradicción para el mundo que les tocó vivir. Hoy, con esta foto lanzamos un homenaje a estos mártires que, con el testimonio de su vida, reflejan las consecuencias de ese amor perfecto, que supone abrazar la misma cruz en la que murió Jesús. La ceremonia estuvo presidida por el cardenal prefecto de las Causas de los Santos, Marcello Semeraro, en representación del Papa, quien al día siguiente los recordó en la plaza de San Pedro. Entre los fieles que abarrotaban la catedral había familiares directos de los nuevos beatos. En la Eucaristía, concelebrada por cerca de 20 obispos, se podía sentir la emoción del de Jaén, Sebastián Chico, y de los dos eméritos, Ramón del Hoyo y Amadeo Rodríguez, quienes impulsaron el proceso de estos españoles que nos pertenecen ya a todos y que podrán ser celebrados cada 6 de noviembre. El cardenal Semeraro recordaba que «su única arma fue el amor» y que «murieron perdonando a sus verdugos». Añadía que en estos momentos «necesitamos también testigos, mártires, que se han entregado totalmente, para que nos lo demuestren día tras día. Los necesitamos en las pequeñas alternativas de la vida cotidiana, para preferir el bien a la comodidad, sabiendo que, precisamente, así vivimos realmente la vida».Al finalizar la ceremonia el obispo de Jaén recordó que la «sangre de estos mártires nos invita a mirar el pasado sin rencor, el presente sin miedo y el futuro sin desesperanza». 

Con los de Jaén, el número de mártires del siglo XX en España en los altares asciende a la cantidad nada despreciable de 2.254. Ellos supieron decir «todo está cumplido». Que al final de nuestra vida, podamos repetir esas mismas palabras. Pensar en ellos nos hará bien.