Monseñor Juan José Asenjo: «Tenemos que evangelizar la religiosidad popular» - Alfa y Omega

Monseñor Juan José Asenjo: «Tenemos que evangelizar la religiosidad popular»

El próximo domingo, 5 de mayo, el Papa Francisco tendrá un encuentro con cofradías y hermandades de todo el mundo, para abordar el papel que tienen estas asociaciones públicas de fieles en la era de la nueva evangelización. En España, la presencia de estas realidades eclesiales «ha sido un dique de contención frente a la secularización», y aunque «en el ejercicio de la piedad popular aún hay que purificar muchos aspectos», su potencial evangelizador «puede ayudar a que mucha gente le abra el corazón a Cristo», como explica en esta entrevista monseñor Asenjo, arzobispo de Sevilla

José Antonio Méndez
«Sólo se podrá mejorar la vida cristiana de los cofrades desde la cercanía y la caridad».

¿Qué labor tienen, en la Iglesia del siglo XXI, las hermandades y cofradías?
Las hermandades y cofradías, que tienen un arraigo muy grande en toda España, son asociaciones públicas de fieles que tienen cinco objetivos: buscar el culto a sus titulares, incrementar la vida cristiana de sus miembros, formar cristianamente a quienes las componen, llevar a cabo el anuncio de Cristo en medio del mundo, y servir a los pobres. Todo eso sigue valiendo hoy. Las cofradías y hermandades son y han sido un dique de contención contra la secularización, y han actuado como una gran carpa que ha impedido que se secara el humus cristiano de nuestra tierra. Tenemos que amar a estas realidades, porque, aunque en el ejercicio de la piedad popular aún hay que purificar muchos aspectos, sólo se podrá mejorar la vida cristiana de los hermanos y cofrades desde la cercanía y la caridad.

¿Y cuáles son esos aspectos que aún hay que purificar?
Hay dos principales. El primero, la tendencia a potenciar los elementos estéticos y formales, lo cultural y exterior —palios, bandas, joyas, mantos…— por encima de lo interior, del meollo de la vida cristiana. Pocas veces se cita a los hermanos y cofrades para rezar juntos, para celebrar juntos el sacramento de la Reconciliación, para charlas formativas… El segundo, fruto de la secularización interna de la Iglesia es una deficiente eclesialidad. Hay cofrades y hermanos que no se saben, ni se sienten, ni viven, ni vibran, ni quieren vivir como miembros de la Iglesia, de su parroquia, de su diócesis. Es la famosa frase de Una cosa es la Iglesia, y otra las hermandades y las cofradías. Pero igual que debemos crecer en vida interior dentro de nuestras cofradías, también tenemos que crecer en vida eclesial, en sentirnos miembros de la Iglesia, porque eso redunda en amor a Jesucristo, en vida de oración, y en ejemplaridad.

Este déficit de interioridad y de eclesialidad, ¿cómo se corrige?
Primero, estando cerca. El obispo, los sacerdotes, los laicos y las otras realidades eclesiales debemos ser cercanos y sentirnos Iglesia con ellos, no despreciar la piedad popular como si fuese un subrproducto religioso. Después, tenemos que evangelizar la religiosidad popular para despegar el polvo del pecado que, con el paso de los siglos, se ha pegado a su epidermis. Como pasa en toda la Iglesia.

Pero, a veces, la resistencia viene de dentro de las mismas Cofradías…
Se está avanzando mucho en este campo. Es verdad que hay muchos cofrades durmientes, que tienen escasa relación con la hermandad o la cofradía, y que aparecen en la víspera de la procesión o del paso. Pero, a lo largo de mis años de obispo en Andalucía, primero en Córdoba y ahora en Sevilla, he encontrado a muchos cofrades ejemplares, que aman a Cristo y a la Iglesia, que se implican en el apostolado y sirven a los pobres. Mi obispo auxiliar y yo insistimos, a tiempo y a destiempo, en la importancia de la formación cristiana dentro de las cofradías, y ya hay muchas que se reúnen cada 15 días para rezar y formarse con los materiales de iniciación cristiana de adultos editados por la Conferencia Episcopal. Y algunos lo hacen con auténtica avidez de profundizar.

Las expresiones de religiosidad popular, ¿son instrumentos válidos para la nueva evangelización?
Por supuesto. Las estaciones de penitencia, con esos Cristos tan expresivos, o los pasos con esas imágenes marianas llenas de sentimiento, contempladas en la serenidad de la noche, invitan a la compunción del corazón, al arrepentimiento de los pecados, al encuentro con el Señor. Los pasos son catequesis bien expresivas de los misterios fundamentales de nuestra fe, de la Pasión, muerte y resurrección de Jesús, que tenemos que dinamizar y explotar, porque pueden ayudar a que mucha gente conozca la historia de la salvación y le abra el corazón a Cristo.

Fuera de la Iglesia también hay quien menosprecia la piedad popular como un fanatismo del pasado…
La realidad es que, en Andalucía, el prestigio de las hermandades y cofradías está creciendo, porque están haciendo un grandísimo esfuerzo por ayudar a quienes más sufren la crisis. Muchas sacrifican sus presupuestos y aplazan proyectos para mejorar el paso, la candelería o los varales, para dar todavía más a los pobres. En Sevilla, mucha gente puede seguir viviendo gracias a la labor de Cáritas, de las cáritas parroquiales y de las hermandades y cofradías. Sin ellos, la crisis sería mucho peor.

¿Qué espera del encuentro que mantendrá el Papa con cofradías y hermandades de todo el mundo?
Espero que el Santo Padre nos dé consignas concretas. En 2006, Benedicto XVI se reunió con las Hermandades de Roma y pidió que buscasen lo esencial, que no es la estética, sino el encuentro con el Señor. También les pidió que fuesen expresiones de vida cristiana en medio del mundo, talleres de santidad. Es un programa fantástico, en el que se explicita lo que propuso el Concilio Vaticano II: que todos los cristianos, por el Bautismo, estamos llamados a la santidad. Porque también los cofrades y los hermanos están llamados a ser santos.