Monseñor Gerhard Müller. A los hombres les interesa el Evangelio, no nuestros líos - Alfa y Omega

Monseñor Gerhard Müller. A los hombres les interesa el Evangelio, no nuestros líos

Su padre era un obrero de Opel; su madre, ama de casa. En su pueblo, Mainz-Finthen, hay restos de un acueducto romano. Tener un horizonte romano, desde niño, en el corazón de Alemania, ha dejado huella indeleble en el hoy prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, monseñor Gerhard Ludwig Müller. Lo mismo que, hace años, el cardenal Rouco trajo a Madrid, para una inolvidable conferencia, al entonces cardenal Ratzinger, este año ha invitado a monseñor Müller a la Universidad San Dámaso. El hombre de la máxima confianza doctrinal del Papa considera que Lumen fidei (La luz de la fe) sería un posible título de la próxima encíclica papal

Miguel Ángel Velasco
Monseñor Müller, con el director de Alfa y Omega, durante la entrevista.

¿Cuáles son, a su juicio, las preocupaciones fundamentales del Papa hoy?
Yo pienso que para el Santo Padre, y también para los demás obispos, la principal preocupación es la secularización, este movimiento de concentrarse todo en lo mundano, y de perder la perspectiva trascendental, algo que no resuelve los problemas de los hombres. El destino del hombre no puede ser sólo este mundo; debe ser claramente esa esperanza que tenemos en la vida eterna. Sin la relación con Dios no existe el sentido fundamental de los hombres, no podemos argumentar la dignidad humana. Sin Dios, tenemos el régimen de los más fuertes sobre los débiles, el darwinismo en lo social.

El Santo Padre prepara una encíclica sobre la fe…
Está dentro de una trilogía sobre el amor: Deus caritas est, la esperanza: Spe salvi, y, ahora, la fe. Lumen fidei es un título posible, porque la fe ilumina a los hombres; es una orientación fundamental para la vida. La fe abre el sentido fundamental de la existencia humana; la fe da un rumbo, una orientación a todos los hombres; pero la fe no es sólo una convicción humana, no es una ideología, ni una filosofía; es una gracia del Espíritu Santo.

La edición de las Obras completas del Papa ha empezado por la liturgia. ¿La fe y la liturgia pueden ser self service, a gusto de cada cual?
La fe no puede ser sólo un sistema de pensamiento; la fe es un contacto personal con Dios, y contiene la adoración a Dios, el reconocimiento de su revelación, de su Presencia encarnada entre nosotros, la íntima relación con Dios en el Espíritu Santo.

La liturgia es un acto objetivo, una veneración objetiva de Dios. No es sólo un servicio, como en la mitología, un acto meramente humano hacia los dioses paganos; nosotros tenemos una liturgia basada en la encarnación del Hijo de Dios. Es a la vez un acto divino y humano. No es una expresión de sentimientos subjetivos, sino una representación sacramental de la Presencia salvífica de Dios. Su esencia es la Presencia sacramental, encarnada, de Dios entre nosotros. Y por eso tenemos también un orden objetivo para la liturgia. La Iglesia tiene la autoridad de dirigir y determinar la forma exterior de la liturgia. Tenemos diferentes ritos, pero siempre es la misma liturgia, algo objetivo.

Cultura de la vida y la alegría

A su juicio, ¿hay una crisis de obediencia y de humildad en la Iglesia?
Sí, en algunos hay una crisis como tal. En la Iglesia obedecemos a Dios libremente, con mucho gusto, porque la obediencia a Dios a través de la Iglesia no nos hace perder la libertad, sino que es el fundamento de la libertad humana. Obediencia viene de ob audire, escuchar a Dios, que nos da la vida, la dignidad, la libertad. No hay oposición entre libertad y obediencia. Sólo cuando uno no tiene un concepto claro teológico, filosófico, de la obediencia, la mezcla con la obediencia militar, o algo así. El Papa, los obispos, los superiores de una Congregación religiosa… actúan en nombre de Dios y quieren favorecer el desarrollo de la personalidad de la persona. En la crisis de la que estamos hablando, existen algunos grupos dentro de la Iglesia que mezclan un poco todo esto con la vida secularizada de este mundo de hoy, y quieren ser como los otros en la comunidad o en la sociedad de hoy, sin distinguir claramente lo que es de Cristo y lo que es del mundo. Existe un mundo con Dios, y existe también un mundo sin Dios y sin sentido profundo de la vida humana. El fundamento de la dignidad humana de todos los hombres en su singularidad es la gracia, es la presencia de Dios con nosotros, el Evangelio. Nosotros predicamos el Evangelio. ¿Qué predican los enemigos del Evangelio? Cultura de la muerte. Hablan del aborto, de la eutanasia; siempre son temas relativos a la muerte. Nuestro principio fundamental no es la muerte, sino la vida, y la vida vence al final sobre la muerte. La diferencia fundamental en la Europa posmoderna de hoy es esta diferencia entre el cristianismo, que representa una cultura de la vida, y los enemigos de la Iglesia, que representan una cultura de la muerte.

¿Cómo es posible que, después de dos guerras mundiales, se siga despreciando la vida en Europa?
Muchos de estos representantes de la cultura de hoy siguen, lamentablemente, las ideologías que estaban a la par del comunismo y del nacionalsocialismo: las que dicen que el hombre es el salvador de sí mismo. Esto es absolutamente imposible; todos nosotros necesitamos la salvación, la redención. No podemos ser nuestros propios salvadores: éste es el error fundamental también en la Europa organizada, en Estrasburgo, en las Cortes judiciales, en los Parlamentos de Europa. Tenemos demasiados políticos que no entran en el núcleo de la existencia humana; son esclavos de unas ideologías antihumanistas.

¿Cómo se ve España desde el Vaticano, la Iglesia en España?
La Iglesia en España ha perdido mucho, pero también los españoles han perdido mucho. Cuando se pierde identidad, se ha perdido todo. Se necesita una renovación de la cultura española, de todas las culturas nacionales que tenemos en Europa, de la cultura europea y de la mundial. Esto sólo puede suceder con una nueva evangelización. La gente no tiene que tener miedo de la nueva evangelización. Dios no hace a los hombres seres asustados; les da coraje para realizar la vida en la alegría de vivir, de formar una familia. La cultura de la vida es una cultura de la alegría, de la esperanza. Por ella, todos podemos aguantar todos los sufrimientos, todas las molestias, la finitud de la vida humana. Y participar en los sacramentos, en la liturgia, no interrumpe el tiempo del trabajo o el tiempo libre que tenemos, sino que nos da fuerza. A todos los hombres, incluso a los nihilistas con todas sus dudas, o con complejos de inferioridad o de superioridad, los sentimos como amigos; la nuestra es una cultura de la vida, de la alegría, de la amistad, de la benevolencia hacia los demás. Los demás hombres no son nuestros enemigos.

El nuevo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, con el Santo Padre Benedicto XVI.

Superar prejuicios ideológicos

El Santo Padre ha hablado del código genético de la Teología, y sobre el sensus fidelium ha dicho que no es una especie de opinión pública en la Iglesia.
No es una colección de diferentes opiniones, como en un partido político; es también un don sobrenatural, que a través de la lectura de la Biblia, de vivir con la Palabra de Dios, con la Tradición viva de la Iglesia, forma dentro de los hombres un juicio espiritual. No tiene nada que ver con la formación de la opinión de un partido, del Estado, del Parlamento. Este contacto interior con el Espíritu Santo, este sensus fidelium, nos es dado en el Bautismo, en la Confirmación, en la permanente participación de la Eucaristía, en la oración. Es un juicio interno para distinguir si un espíritu es de Dios, o del mundo.

A los 50 años del Concilio Vaticano II, se sigue hablando del Concilio de unos y del Concilio de otros.
Tenemos que superar estas calificaciones ideológicas, estos prejuicios postconciliares o preconciliares. Existe sólo una Iglesia. En toda la historia de la Iglesia, hay un desarrollo orgánico. Lo que vale del Concilio Vaticano II es su doctrina. Todos los Concilios son una representación del magisterio de la Iglesia; también el Concilio Vaticano II es legítimo porque tiene la confirmación de todos los obispos de la Iglesia, junto con el sucesor de san Pedro, Vicario de Cristo. Por eso, es un Concilio que vale mucho, que ha hecho una declaración del conjunto de la fe católica de una manera muy diferente a muchos concilios anteriores. Pero en él hay una explicación fundamental del misterio de la Iglesia, de la Palabra de Dios, de la liturgia…, toda una presentación positiva y sistemática del misterio de la fe cristiana. Por eso, tenemos que superar estas tensiones entre tradicionalistas y progresistas; causan un gran daño a la Iglesia. Todos nosotros formamos un solo cuerpo y un solo espíritu en Jesucristo. Con las guerras internas en la Iglesia, no podemos favorecer la nueva evangelización. Los hombres de hoy no están interesados en nuestros líos. Están interesados en el Evangelio, cuyos testigos somos nosotros, todos juntos.

Unidad, no división

¿Los medios de comunicación siguen siendo una asignatura pendiente de la Iglesia? ¿Qué le parecería un Sínodo de los Obispos sobre los Medios de Comunicación?
Los medios de comunicación son buenos, porque las técnicas modernas son buenas ayudas para proclamar y anunciar el Evangelio, pero pueden ser también mal usadas. La técnica sólo depende de los que se sirven de ella. Nosotros sabemos que entre los periodistas, lamentablemente, hay algunos grupos ideológicos que no conocen la doctrina ni la vida de la Iglesia. Se concentran sólo en algunos escándalos, verdaderos o no verdaderos —también hay muchos escándalos inventados o construidos—, pero no miran todo lo que hacen los fieles, toda la Iglesia, porque la Iglesia son todos los fieles que se comprometen en la vida política, cultural, en la educación, en todos los campos. Es un trabajo positivo que ofrece la Iglesia a toda la Humanidad. ¿Quién es la voz de los pobres, de los explotados en el mundo hoy? No son los neocapitalistas, no son los liberales, interesados en sus propios intereses, en sus propias ventajas. La Iglesia es la voz de la justicia social, de la paz entre los pueblos. Es un factor unificador.

También ocurre en las naciones: no nacen de la división de los hombres. Por ejemplo, España es una nación con tanta cultura, con tanta Historia, con una riqueza de las culturas regionales…, pero todo esto debe servir para la unidad pluriforme, no para la división en pequeños grupos y regiones, lo que es una atomización de la sociedad. La Iglesia tiene que ser el signo de la unidad íntima con Dios y los hombres, y también de la unidad de los hombres en los diferentes países y culturas; porque nosotros presentamos una cultura de la amistad.

¿La crisis económica se debe a otro tipo de crisis más de fondo?
Es una crisis más de fondo, previa, una crisis de la moral pública, también de la moral sexual; también de la ética en la economía, en la política, en los Bancos. En todos estos campos de la vida humana necesitamos principios éticos. El problema es que tenemos pocos líderes; falta una gran figura, grandes personalidades en los diferentes países, en Europa. Algunos Gobiernos tienen como resultado de su trabajo una destrucción del fundamento de la moral. Bajo la palabra liberalización, han promovido la insolidaridad entre los hombres, y entre los jóvenes y sus padres. No se pueden producir más tensiones: la solidaridad entre las generaciones es importante.

La crisis demográfica no es sólo de la demografía estadística; es una crisis de la vida, del futuro de la sociedad en Europa; por eso, la crisis demográfica es el resultado de una falsa liberalización de los valores, de los principios fundamentales de la ética.

¿Es usted optimista sobre nuestro futuro inmediato? ¿O es razonable un cierto pesimismo?
No podemos ser pesimistas, pero tampoco optimistas de una manera superficial. Dependemos de la gracia divina, pero también del trabajo y el compromiso de los cristianos. Somos católicos. Gratia et libertas: el actuar divino y el actuar humano forman una unidad en Jesucristo. Cuando vemos la historia de la Iglesia, siempre hay altibajos, pero dependía de los cristianos comprometidos ante las grandes preguntas y desafíos, que no se dejaron dominar por el miedo, ni manipular sin resistencia.

En Porta fidei, el Papa habla de una profunda crisis de fe. ¿Es ésta la raíz de la crisis moral?
Claro. Para nosotros católicos, fe y moral forman una unidad, al contrario que los protestantes (sola fides). Nosotros decimos fe, pero también obras, caritas, amor.

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