Monseñor Fisichella: «No existe ningún pretexto para desafiar el magisterio de Francisco a la luz del anterior»
Se cumple el 25 aniversario de la publicación de la encíclica Veritatis splendor de san Juan Pablo II, dirigida a los obispos de la Iglesia Católica. Monseñor Fisichella, presidente del Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización, asegura en una entrevista con motivo de esta efeméride «que no existe ningún pretexto para desafiar el magisterio del Papa Francisco a la luz del magisterio anterior». Por el contrario, «debemos reiterar cuánta continuidad hay en el desarrollo»
En esta entrevista con Vatican News, monseñor Rino Fisichella, presidente del Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización, recuerda los aspectos más destacados de la encíclica Veritatis splendor y subraya que «no existe ningún pretexto para desafiar el magisterio del Papa Francisco a la luz del magisterio anterior».
«Veritatis splendor llegó en un cambiante contexto cultural muy determinado por el secularismo y, en consecuencia, también por un fuerte relativismo filosófico. Por eso presenta una serie de puntos fundamentales que permanecen como las referencias para la doctrina cristiana», asegura Fisichella.
¿Qué quiere decir el Papa Juan Pablo II cuando habla de verdades inmutables, de normas morales universales?
En primer lugar, cuando hablamos de la verdad, debemos tener siempre un concepto dinámico. La verdad no es una dimensión fija. La verdad para los cristianos es, por encima de todo, la Palabra viviente que el Señor nos ha dejado. No olvidemos que dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida». Por lo tanto, la dimensión de la verdad se abre a un encuentro personal: es la verdad del Evangelio, es la verdad representada por la persona de Jesucristo. Hay algunos puntos fundamentales que permanecen como hitos en la enseñanza dogmática y moral de la Iglesia. Obviamente, todo esto requiere de los teólogos una gran obra de interpretación. La norma inmutable se basa en la verdad del Evangelio. Ese principio de instancia que es insertado, permanece en su validez, en su criterio de juicio que continuamente, sin embargo, debe ser abierto por el descubrimiento de la verdad de la Palabra de Dios.
Entonces nos enfrentamos a un dinamismo de verdades permanentes firmemente vinculadas a la tradición. Entonces hay una continuidad que se renueva siempre…
Absolutamente. La Iglesia católica no puede aceptar, en mi opinión, una idea de la verdad cerrada en sí misma. La verdad, por su propia naturaleza, se refiere a la fidelidad y también a la libertad: «La verdad os hará libres». Una verdad que se abre cada vez más es una verdad que hace que incluso cada creyente, cada hombre, descubra una libertad más profunda. Sin embargo, esto también requiere lealtad. El vínculo entre fidelidad y verdad es un vínculo típico de la concepción bíblica de la verdad.
Esta lectura de la verdad, por lo tanto, requiere fidelidad. Algunos sectores de la Iglesia critican al Papa Francisco porque, en su opinión, se desvía de la doctrina católica y se refieren, en concreto, a la Veritatis splendor. ¿Qué responder?
El magisterio nunca debe utilizarse instrumentalmente para hacer un contraste en el desarrollo de la doctrina. Cuando hay un uso instrumental, temo entonces que no exista el deseo de un descubrimiento de la verdad y que tampoco haya una fidelidad a la tradición de la Iglesia. Creo que no existe ningún pretexto para desafiar el magisterio del Papa Francisco a la luz del magisterio anterior. Por el contrario, debemos reiterar cuánta continuidad hay en el desarrollo. Creo, de igual modo, que también es importante leer detenidamente toda la enseñanza del Papa Francisco y no únicamente alguna intervención: el mosaico viene dado por el conjunto de los azulejos, no por un solo azulejo.
El magisterio del Papa Francisco es, entonces, un mosaico que no puede leerse solo mirando las piezas individuales. ¿Cuál es entonces el rostro general de este magisterio?
El de una gran apertura en la obra de evangelización. Ese de no anticipar la norma al anuncio. Creo que los elementos deben ser necesariamente estos: el encuentro con la persona de Jesús, el anuncio constante que la Iglesia debe hacer, que los pastores están llamados a hacer para llegar a todos. Esta es la idea de la Iglesia en salida y, por lo tanto, también la capacidad —como dice la Evangelii gaudium— de acompañar a nuestro contemporáneo, de caminar junto a él para comprenderlo, para entender realmente cuáles son las instancias y a veces también tal vez, dar un paso hacia atrás. Por lo tanto, esta dimensión emerge junto con la necesidad de misericordia. El Jubileo de la Misericordia fue el signo concreto de cómo el Papa Francisco identifica y dirige su Pontificado.