Monseñor Ángel Fernández Collado: «Mi misión no es otra que anunciar a Jesucristo» - Alfa y Omega

Monseñor Ángel Fernández Collado: «Mi misión no es otra que anunciar a Jesucristo»

Toledo acoge, el sábado, la ordenación episcopal de don Ángel Fernández Collado. El nuevo obispo auxiliar tiene 61 años, y ha desarrollado en la diócesis muy diversas tareas, desde su ordenación sacerdotal, en 1977. La conoce al dedillo. Ha sido responsable de Cáritas, de Patrimonio Cultural, de Vida Consagrada, Director del Secretariado de Formación Permanente del Clero, capellán mozárabe de la catedral, Vicario General… Y, sin embargo, confiesa que sintió «cierta angustia» cuando le comunicaron el nombramiento. Porque ser obispo es más que realizar un trabajo: «Lo nuestro es ser pastores y amar a la gente, a los fieles que se nos ha encomendado y a aquellos que están lejos de la Iglesia», dice

Ricardo Benjumea
Monseñor Ángel Fernández Collado.

Ha sido usted Vicario General y ha desempeñado todo tipo de funciones en la diócesis de Toledo. Conoce ya bien el trabajo que le espera, pero ¿cómo se prepara un sacerdote para ser obispo?
Tengo la experiencia de tres años como Vicario General y, sobre todo, la confianza de que podré ir aprendiendo a ser obispo con mi arzobispo, don Braulio, pero cuando me comunicaron que el Santo Padre me había designado obispo sentí una cierta angustia. Me asusté, pero lo puse en manos del Señor. Y lo he asumido entonces con mucha alegría y con paz. He procurado estos días estar muy cerca del Señor, rezar mucho, para procurar servir a la Iglesia como Él quiere.

Ha elegido un lema netamente misionero, Evangelizare Iesum Christum, Anunciar a Jesucristo
Con las prisas, me salió espontáneo. Mi misión no es otra que anunciar a Jesucristo, por los cauces que el Señor me vaya indicando, de manera que mi persona sea un signo de la presencia de Cristo en el mundo, para que sea conocido y amado por todos.

Es usted uno de los primeros obispos de la era Francisco… ¿Cómo ve el momento actual de la Iglesia?
El Papa va marcando con mucha claridad, día a día, por dónde tiene que ir la Iglesia. Nos pide volver a las raíces, no quedarnos tanto en el ropaje externo, sino ir a lo esencial de lo que significa vivir como cristianos.

El Papa ha hablado mucho sobre la figura del obispo, que debe ser —dice— un pastor con olor a oveja
El pastor tiene que estar con las ovejas, conocerlas bien. Escuchando al Papa y leyendo las Cartas de san Pablo a Timoteo, he penado que por ahí debemos ir: ser pastores antes que cualquier otra cosa. Aunque a veces uno deba tratar con mucha gente, lo nuestro es ser pastores y amar a la gente, a los fieles que se nos ha encomendado y a aquellos que están lejos de la Iglesia.

¿Y cómo ve usted el momento de la sociedad en España?
El ambiente es de una gran secularización, y de falta de formación cristiana. A menudo, queremos transmitir la fe y vemos que no hay bases, que muchos están en otras coordenadas, muy alejadas. Es un reto para la Iglesia dar a conocer a Jesucristo, no presuponiendo nada, sino volviendo a lo esencial. Es muy importante el apostolado seglar y la familia, como lugar de transmisión y vivencia de la fe…

Es usted historiador, experto en la época visigoda, mozárabe. ¿Qué nos queda de esas raíces cristianas?
Las raíces están ahí. Hay muchas personas, familias, instituciones… enraizadas en la fe. Hay que dar gracias a quienes nos han precedido y han sembrado para que podamos recoger. Pero encontramos situaciones en las que parece que han desaparecido las raíces, y hay que volver a sembrar. Es muy importante el testimonio: que los demás, al vernos, sepan que Dios está con nosotros y que eso nos hace felices y nos da fuerzas para vivir.

Su escudo episcopal

Tras haber sido postulador, ¿qué supone para usted ir como obispo a la beatificación de Tarragona?
Toledo sufrió una terrible persecución. La mayoría de sus sacerdotes murieron mártires. Don Marcelo me encomendó sacar adelante la postulación de un sacerdote que era capellán mozárabe, el Beato don Ricardo Pla, y para mí fue una gran satisfacción. Ahora, la participación en la beatificación es un gozo. En la Iglesia en España, podemos alegraron de tener tantos testigos que han entregado su vida por Jesucristo y al servicio del pueblo de Dios. Tenemos ahí unos intercesores importantes para que no se pierda la fe en España.

Cita usted a menudo a don Marcelo. ¿Qué dejó el cardenal en usted?
Don Marcelo marcó mi vida, desde los tiempos de seminarista. Me fue orientando, me mandó a estudiar a Roma, me encomendó la Acción Católica, me envió al Seminario como formador y profesor… Don Marcelo ha influido mucho en mi vida, por su gran personalidad y humanidad, y porque coincidió con mis años jóvenes.

Su vocación sacerdotal fue muy temprana, a los diez años…
A los diez años, se lo dije al párroco de mi pueblo, y me respondió: «Habla con tus padres». Y mis padres reaccionaron muy bien. Me preparó el sacerdote del pueblo, y comencé a estudiar en el Seminario Menor de Talavera, que al año siguiente cerró, y pasamos al Seminario Menor de Toledo. Eran los años difíciles del post Concilio: secularizaciones, abandonos… Empezamos 125, y hemos terminado dos sacerdotes… Gracias a la familia y al entorno en el que yo me movía (era monaguillo), pude vivirlo con serenidad. Luego he tenido que ir discerniendo por dónde me llamaba Dios. Sabía que no era el más santo de mis compañeros ni el de más cualidades, pero Dios ha permitido que mi vocación siguiera adelante.