Mohamed Aziz, una oda a la literatura en el corazón de Marruecos - Alfa y Omega

Mohamed Aziz, una oda a la literatura en el corazón de Marruecos

Huérfano a los 6 años, trabajó como pescador para poder pagarse la escuela, pero tuvo que dejar los estudios porque los libros eran caros. Quizá por eso convirtió en negocio su sueño y se le puede ver, sempiterno, en su librería de Rabat

Soraya Aybar Laafou
Aziz lleva 60 años en el oficio de librero. Aquí, en su pequeño local en el centro de Rabat
Aziz lleva 60 años en el oficio de librero. Aquí, en su pequeño local en el centro de Rabat. Fotos: Francisco Sarrio Volpi.

El tiempo vuela, como también lo hacen las motos que cruzan, envalentonadas, cada callejuela de la medina de Rabat, en Marruecos. Una fila de viandantes se agolpa en un puesto de bocadillos. Al lado, un hombre saca brillo al zapato de su cliente de mediodía mientras un anciano, con años en su espalda, empuja una carretilla repleta de cajas de cartón recicladas.

Unos rayos de sol se cuelan en varios recovecos del local de Mohamed Aziz. El hombre, que está sentado sobre un taburete de madera, pasa lentamente las hojas del libro que sujeta con sus manos y que, de vez en cuando, apoya sobre sus muslos. Con la ayuda de una regla, arranca las páginas de un libro antiguo que posteriormente recobrarán otra vida en el mundo de la literatura. Una puerta de madera da la bienvenida a los viandantes, hasta a los más apurados, al rincón de la lectura y la restauración. «Llevo 60 años en este oficio, aunque los primeros diez no tenía este local y los pasé en la calle», cuenta desde Rabat. Es el librero más longevo de la ciudad vieja de la capital marroquí.

Admira las plumas extranjeras, pero sus favoritos se quedan en Marruecos
Admira las plumas extranjeras, pero sus favoritos se quedan en Marruecos. Fotos: Francisco Sarrio Volpi.

En el fondo se apilan montañas de libros. Las torres de papel, que en ocasiones parecen tambalear, siguen levantando la pasión de Aziz. En las últimas horas del día, el septuagenario continúa endeble dentro de su oasis desde donde cuenta que pasa más de ocho horas al día. No conoce el número exacto de los libros que le rodean, pero sí estima que tiene alrededor de 4.000. «Los compro en el mercado de las pulgas y cuando los traigo aquí los restauro, limpio y expongo para vender», explica mientras atiende a curiosos, turistas y locales. «4.000 no son suficientes», añade con suspicacia.

La vida de Aziz no empezó entre libros; quizás fue eso lo que le impulsó a seguir. Huérfano a los 6 años, trabajó como pescador con el sueño de estudiar y graduarse en la escuela de su barrio. Durante su adolescencia, y debido la situación económica de su familia, tuvo que dejar el colegio. «Los libros eran caros, no podíamos permitírnoslos», cuenta. Frustrado, empezó a buscar libros, reliquias, donde se sumergía antes de vender. Ahora su sueño se ha convertido en su negocio. Aziz ha leído en francés, árabe e inglés y, aunque admira a las plumas extranjeras, sus favoritos se quedan en Marruecos. «El pan a secas de Mohamed Chukri o cualquiera de Tahar Ben Jelloum, esas son mis recomendaciones», cuenta desde el interior de su librería en Rabat. Ha parado de leer y con un marcapáginas desgastado señala por dónde va antes de cerrar el libro. Enciende un cigarro mientras bebe un café solo y mastica unos dulces. Al rato, suena la llamada al rezo. Son los únicos momentos en lo que Aziz deja de leer: comer, fumar y rezar.

Tánger: una cuna literaria

Marruecos es rico en literatura y Tánger su sede principal. En 1923, y a raíz de la declaración de la ciudad como zona internacional, se la tildó de urbe cosmopolita y abierta; decenas de intelectuales y escritores, tanto marroquíes como europeos, tomaron la ciudad. Desde el continente americano, la generación beat se inspiró en las calles de Tánger para escribir sus líneas: desde Burroughs y Kerouac pasando por los Bowsles o Capote.

Ante la frivolidad y distanciamiento de algunas de las obras occidentales, las plumas autóctonas buscaron defender la marroquinidad del lugar. Día de silencio en Tánger de Tahar Ben Jelloum fue una de esas referencias literarias. El libro está expuesto en las mesas de madera del refugio de Aziz. Para Chukri en El pan a secas, Tánger era el lugar. Aunque vivió durante sus primeros años en la calle, como cuenta en uno de sus libros más importantes, la ciudad del norte del país recogía otras voces y rostros alejados de la visión idealizada y estereotipadas de las clases privilegiadas.

Decía Chukri que «en Tánger se cruzan historias y leyendas sobre su pasado, pero es una ciudad que nunca dará a conocer su eterno secreto, porque guarda su ilimitada memoria con un silencio enigmático, con un silencio embriagador y lleno de sabiduría».