Misioneros hasta el fin
«Si nos matan por fascistas, poca gracia y poco mérito tiene, ya que hay fascistas de todo color. Pero si nos matan por decir Misa y por ser católicos, esto es meritorio ante Dios, esto es ser mártires»
Este sábado, 21 de octubre, serán beatificados 109 mártires claretianos en la basílica de la Sagrada Familia de Barcelona. La inacabada obra de Gaudí acogerá por primera vez en su historia una celebración de este tipo, con la presencia de unos 3.500 fieles. La ceremonia será presidida por el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. Le acompañarán el arzobispo de Barcelona, cardenal Juan José Omella, el nuncio de Su Santidad, monseñor Renzo Frattini, y numerosos obispos de las diócesis catalanas, del resto de España y de otros lugares del mundo, incluyendo un grupo de 14 obispos claretianos. La Eucaristía, que comenzará a las diez de la mañana, será transmitida en directo por TRECE y por diversas plataformas de internet.
Este numeroso grupo de mártires claretianos se une a los 75 que han sido beatificados a lo largo de los últimos 25 años. El 25 de octubre de 1992, san Juan Pablo II beatificó en Roma a los 51 mártires de Barbastro, el «seminario mártir», como él mismo lo denominó. La película Un Dios prohibido (2014) difundió su conmovedora historia. 13 años después, el 20 de noviembre de 2005, en Guadalajara (México), fue beatificado el padre Andrés Solá Molist, misionero claretiano catalán, asesinado el 25 de abril de 1927, en el rancho San Joaquín, cerca de la ciudad de León, en México. Y el 13 de octubre de 2013, en Tarragona, fueron beatificados otros 23 mártires claretianos (asesinados en Sigüenza, Fernán Caballero y Tarragona), que formaban parte del grupo de 522 mártires del siglo XX en España que fueron beatificados ese día.
Los 109 mártires provenían de las comunidades claretianas de Barcelona (ocho), Castro Urdiales (tres), Cervera-Mas Claret (60), Sabadell (ocho), Vic-Sallent (15) y Valencia (cuatro). En el encabezado de este nutrido grupo de mártires figuran tres nombres: Mateu Casals (sacerdote), Teófilo Casajús (estudiante) y Ferran Saperas (hermano). Ellos simbolizan a los 49 sacerdotes, 31 hermanos y 29 estudiantes que serán beatificados. Catalanes (la mayoría), navarros, aragoneses, castellanos… todos compartían la común profesión religiosa y un gran amor a Jesucristo y a la Iglesia. Salvo dos, que murieron en 1937, todos fueron martirizados en los últimos meses del año 1936, durante la persecución religiosa que tuvo lugar en la guerra civil española. En la página web que los misioneros claretianos han creado con motivo de la beatificación (109cmf.org) se pueden encontrar las biografías de cada uno de ellos y diversos relatos de su martirio.
Abundan los testimonios sobre su manera de afrontar la muerte. El padre Julio Leache, navarro de 27 años, asesinado en la finca Mas Claret, junto a Cervera (Lérida), aclara bien los verdaderos motivos del martirio: «Si nos quieren matar, quisiera que fuese solo por Dios, o sea, que me maten celebrando, administrando los sacramentos o rezando. Pero no por otros motivos humanos o políticos… Si nos matan por fascistas, poca gracia y poco mérito tiene, ya que hay fascistas de todo color. Pero si nos matan por decir Misa y por ser católicos, esto es meritorio ante Dios, esto es ser mártires». El padre Jaume Payàs, martirizado en Sallent (Barcelona), explicita que mueren sin odio, perdonando a sus verdugos: «Perdono a todos los que me quieren mal, y les doy un abrazo de amistad; no guardo rencor a nadie, ni a los que me han tirado en casa como a un perro; también a Ti te lo hicieron». El padre Emili Bover, asesinado en el cementerio de Cervera el 20 de agosto, exclamó antes de morir: «Os perdono de corazón por amor de Dios».
No es fácil comprender hoy la fuerza impresionante de estos testimonios. En la carta que el superior general de los claretianos, el indio Mathew Vattamattam, ha publicado con motivo de la beatificación, escribe: «En tiempos líquidos como los nuestros, estas actitudes sólidas nos desarman y nos estimulan. Con la gracia de Dios, siempre es posible ser fieles a Jesús por más difíciles que sean las circunstancias. Estamos llamados a ser testigos valientes en medio de muchas pruebas y contradicciones». Y, más adelante, añade: «Una beatificación es siempre una celebración de la fe y del perdón, no un juicio o una venganza. Por eso, tiene siempre sentido. No es un ajuste de cuentas con el pasado sino una apuesta de futuro. Solo podemos vivir juntos cuando aprendemos a respetarnos y perdonarnos».
El lema escogido para la beatificación es Misioneros hasta el fin. La palabra misioneros resume la identidad carismática de los claretianos. La expresión hasta el fin, escrita en letras rojas, que simbolizan la sangre derramada, evoca una vida misionera llevada hasta sus últimas consecuencias: dar la vida por Cristo como él hizo por nosotros (cf. Jn 13, 1).
Gonzalo Fernández Sanz
Vicario general y prefecto general de Espiritualidad de los misioneros claretianos