Misionera en la tragedia - Alfa y Omega

Misionera en la tragedia

Lourdes Pérez es misionera de las Dominicas del Rosario en la ciudad de Puerto Maldonado, en medio de la Amazonía peruana

María Martínez López
Misionera ante la COVID-19 en la Amazonia
«Hermanita, ya nos estamos activando, otros lo necesitarán más», le dijo una familia a Lourdes (izquierda) hace poco. Foto: cedida por Lourdes Pérez

En 52 años en Perú, la misionera de las Dominicas del Rosario Lourdes Pérez ha conocido (no siempre de primera mano) el efecto de crisis políticas, inundaciones y terremotos. Pero ninguna «tragedia» que golpeara así «a todo el país», cuenta desde Puerto Maldonado, en la Amazonía.

Dado su continuo ajetreo, sobre todo como coordinadora local de la Mesa de Concertación para la Lucha contra la Pobreza, al principio «sentí con gusto la idea de estar ocho días en casa», asegura Lourdes Pérez, misionera en Perú. Pero el confinamiento se prolongó hasta el final de junio y llegó «el desconcierto de ver que no se acababa..». Por los medios iban siguiendo el colapso sanitario. En gran parte del país, incluida su ciudad, faltaban camas, personal y hasta oxígeno. «Veíamos imágenes de la gente muriendo a las puertas del hospital en Loreto», otra zona amazónica. Los puestos de salud rurales estaban cerrados, y las comunidades nativas se han salvado por la rapidez con la que cerraron sus territorios. En el vicariato de Puerto Maldonado, de 350.000 habitantes, ha habido 24.600 casos y 435 fallecidos. El país en su conjunto ha sido el séptimo en muertes, con 113 por 100.000 habitantes.

Recibían también noticias de cómo la gente se quedaba sin trabajo y muchos, con ocupaciones informales como la venta ambulante o el transporte en motocarro, veían amenazada su supervivencia y desafiaban las prohibiciones porque «preferían morir de coronavirus a que sus hijos murieran de hambre». «¡Qué impotencia!», recuerda. Si las tres hermanas que estaban en la comunidad no se dejaron llevar por el miedo, Pérez cree que fue sobre todo por ser «unas privilegiadas con nuestra casa, sencilla pero con baños y agua».

Otra experiencia desconcertante fue el parón de todos los proyectos de la Iglesia. «Pensamos “¿y ahora qué hacemos?”». Hasta que descubrieron las posibilidades de las nuevas tecnologías. Han hecho cursos online, y poco a poco pudieron retomar su trabajo y también dar forma a nuevos proyectos para responder a la doble crisis. Además de las campañas eclesiales a gran escala para donar oxígeno, medicinas y equipos de protección a los hospitales, «los religiosos tomamos la iniciativa de organizarnos», con aportaciones del extranjero y sus congregaciones y la ayuda de Cáritas, en un proyecto de reparto de alimentos a 113 familias. «El otro día un beneficiario me mandó una felicitación de Navidad diciendo: “Hermanita, nos sirvió muchísimo”».