Militar. Porra. Negro. Clandestino
La actriz Amparo Climent acaba de estrenar su documental Las lágrimas de África, rodado durante varios días de convivencia con inmigrantes en el monte Gurugú, cercano a Melilla, compartiendo con ellos sueños y palizas policiales
La primera vez que Amparo pisó el monte Gurugú contó que era artista. Sus nuevos amigos, inmigrantes subsaharianos que llevan meses –algunos, años– viviendo a la intemperie en este bosque marroquí, se sintieron inspirados. Rápidamente cortaron unos cartones, buscaron unos bolígrafos y se pusieron a pintar. Hicieron 40 dibujos. Todos retrataban los dos momentos más crudos de su travesía: el encuentro con la policía marroquí y las consiguientes palizas –«Militar. Porra. Negro. Clandestino sin vida» son algunas de las palabras que acompañan las imágenes–, y la valla llena de cuchillas que les separa del sueño europeo.
Todos menos uno. Mirei, una niña camerunesa de 14 años, pintó una bota y un balón de fútbol con una frase: «Algún día llegaré a ser tan grande como Leo Messi». Está camino de conseguirlo, porque «fue la primera mujer que saltó la valla, con tan solo 15 años», cuenta Amparo Climent. «Cuando conocí a Mirei ya llevaba dos años viviendo en el Gurugú. Algo muy duro, teniendo en cuenta que es una niña. Un grupo de amigos la protegían, por lo que pudiera pasar».
Una mujer marroquí llora frente a la cámara. Lleva un fardo de 20 kilos sobre la espalda y cojea. Tiene la pierna destrozada por una paliza y solo puede hacer un viaje al día. Ganará cinco euros. Tres irán directos al policía para que mire para otro lado cuando ella pase. El recuento final serán dos euros por cargar como una mula y soportar empujones y patadas. «Es el día a día de la puerta fronteriza entre Melilla y Marruecos. Los almacenes utilizan a estos porteadores –entre los que hay ancianos y discapacitados– para pasar la mercancía entre países. La puerta está abierta de 9 a 13 horas, y pueden hacer máximo tres viajes al día», explica Amparo. Los hombres aprovechan para vejar a las mujeres entre la multitud, y algunas mueren aplastadas. También un joven se quemó a lo bonzo en 2013 harto de humillaciones. Es la línea que separa España de Marruecos.
Intentó saltar tres veces la valla. La primera no lo consiguió. La segunda vez se cayó desde arriba. «Se cortó con las cuchillas por todo el cuerpo, y se desplomó malherida al suelo. La Policía marroquí se la llevó y la dio una paliza brutal; tanto, que estuvo seis meses en el hospital recuperándose», recuerda la actriz. Lejos de desanimarse, cuando tuvo fuerzas volvió al monte Gurugú para saltar de nuevo. «Las ONG, conmocionadas por la historia, se movilizaron para pedir los papeles de asilo. Pero ella no los quiso. Podría haber pasado fácilmente por la frontera y se negó. El motivo era que quería cruzar como el resto de sus compañeros, no quería tener privilegios frente a los demás». Mirei logró cruzar a Melilla esa tercera vez. Cuando Amparo la volvió a ver estaba en el CETI (Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes), y poco tiempo después una ONG francesa se hizo cargo de ella. «Ahora vive en Francia y está estudiando», cuenta Climent orgullosa.
La actriz prometió a Mirei y a los otros 39 inmigrantes que sus dibujos, con sus sufrimientos, llegarían hasta el Parlamento Europeo. Y así fue. En febrero de 2015 estuvieron expuestos en «la sala que da paso a la cafetería del Parlamento, un lugar privilegiado por toda la gente que pasa. Ahí nos dimos cuenta de que, fuera de nuestro país, nadie conoce lo que ocurre en la frontera», explica.
Dormir al raso, huir de la policía…
En febrero de 2014 murieron ahogados 14 subsaharianos en la playa del Tarajal, abatidos por la Policía española con pelotas de goma. «Aquello me impactó muchísimo y decidí saber, en primera persona, qué estaba pasando. Ese mismo día saqué un billete de avión a Melilla y me fui sola», recuerda.
Desde entonces ha viajado con asiduidad tanto al monte Gurugú como a Bolingo, otra zona donde acampan las mujeres y los niños. Ha convivido días enteros con los inmigrantes, ha dormido al raso en pleno invierno y ha corrido delante de la policía marroquí. «Venían en plena noche, con palos y dando gritos. Su objetivo era romper las muñecas y los tobillos de los chicos para que no intenten saltar», denuncia. «Yo no me invento nada, está todo grabado, como las imágenes de la Policía española de la valla con botes de espray de pimienta en las manos», recalca.
Aferrados a Dios
Enriette estaba embarazada de mellizos. Le faltaba un mes para dar a luz. «Me acuerdo mucho de ella porque se reía constantemente; era una chica optimista y alegre. Le faltaba un mes para dar a luz y contaba sin dudarlo que tendría a sus hijos en España. Algo que me descolocaba, porque era imposible. Pero su determinación es sorprendente». En la película aparece la mujer sentada con una tripa infinita, jugando a las cartas con otras mujeres; dando las gracias a Amparo por los chocolates; contando su deseo de saltar la valla. «Todo esto ocurrirá si Dios quiere», apostilla la chica.
Cuenta la actriz que «en las charlas que he tenido con los inmigrantes –había cristianos, musulmanes y animistas–, hacían referencia continuamente a Dios. El domingo, a la salida de un proyección, una señora me preguntaba por qué hablaban tanto de Dios. Contesté que si no tuviesen fe, no soportarían vivir en esas condiciones. Tienen que aferrarse a su fe».
Amparo Climent ha presentado el documental a los Goya 2016 y en febrero hará una gira por institutos suizos. El objetivo es darlo a conocer en colegios tanto de Europa como de los países de origen de los inmigrantes.