Miles de kilómetros y trámites para proteger a sus vecinos de una mosca
El arduo proceso para prevenir las enfermedades tropicales está amenazado por el cierre de la ayuda de Estados Unidos al desarrollo
Cada año, Promise Vonyon tiene que recibir las pastillas de ivermectina y dárselas a sus vecinos en Garpue Town, pequeño pueblo del condado de Grand Bassa (Liberia). Es vital para que ninguno enferme de oncocercosis; entre ellos, su pequeña hija que, sentada, mira a la cámara. La enfermedad se transmite a través de moscas negras infectadas por un parásito y puede producir ceguera y lesiones que desfiguran la piel. Su trabajo es vital, el paso final de un hercúleo proceso que comienza meses atrás en Pensilvania (EE. UU.). Allí tiene su sede la farmacéutica Merck Sharp & Dohme (MSD), que patenta la ivermectina. Desde 1987, dona las pastillas necesarias para que la oncocercosis pueda erradicarse. En 2023 la usaron 250 millones de personas en zonas de riesgo, el 99% en África y Yemen.
Llevarlas a cada una no es sencillo. Cada país tiene que rellenar una vez al año el Joint Application Package, una serie de documentos especificando el número de pastillas con una lista de personas tratadas que viven en zonas de riesgo. He ahí el primer reto: cuántos son. En 1999, el Ministerio de Salud de Liberia hizo un recuento y descubrió que la oncocercosis estaba presente en sus 15 regiones. Aunque entonces tenía 2,8 millones de habitantes y ya son 5,7. A ello se suma eliminar cada año de la ecuación a las mujeres embarazadas y a los niños menores de 5 años, a los que no se les suministra por seguridad. El cálculo se complica si se añade que cada vez más población en África vive en zonas urbanas y la falta de recursos para llevar un control. Hasta 2018, casi dos décadas después del primer recuento, Liberia no realizó un estudio de prevalencia. Y aun así, se hizo en unos pocos condados, por lo que es imposible saber cuánta gente necesita el medicamento y si se está avanzando en erradicar la enfermedad.
La oncocercosis es una de las 21 enfermedades tropicales desatendidas (ETD). Causadas por una variedad de patógenos —virus, bacterias, parásitos u hongos—, se calcula que uno de cada seis humanos está infectado con una o más y que más de medio millón mueren al año por su causa. La OMS tiene el objetivo de erradicarlas en 2030, una ambición desmedida. «Tal vez no sea posible acabar con esta ni en todos los condados en Liberia. Si la reducimos a cinco sería un éxito», dice Sonnie Ziama Gebwo, coordinadora de oncocercosis en el departamento de ETD del Ministerio de Salud de Liberia.
El objetivo se aleja aún más con el desmantelamiento de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID por sus siglas en inglés) que está llevando a cabo la Administración Trump. USAID tenía un programa exclusivo para las ETD que entre 2005 y 2020 —los datos posteriores ya no se pueden consultar en su web— distribuyó medicación a 1.400 millones de personas.
Ocho meses para recibirlas
Cada 15 de agosto, Gebwo ya tiene que haber realizado el pedido de pastillas para el año siguiente. Se tarda un mínimo de ocho meses para recibirlas y deben llegar hasta tres meses antes de ser distribuidas para ser clasificadas en el terreno, divididas y enviadas a cada centro de salud. En agosto de 2024 llegaron al puerto de Monrovia, pero en octubre todavía no habían salido. La temporada de lluvias había anegado la carretera, dificultando el transporte, otro dolor de cabeza. El trayecto a las regiones más alejadas puede durar más de una semana, teniendo que dormir en el camión. Un año incluso tuvieron que contratar helicópteros ante la imposibilidad de llegar.
En cada condado se guardan en el depósito, pero de nuevo desde allí hacen falta medios para asegurar que lleguen bien. Hace unos meses, unos vándalos entraron de noche y robaron el cableado de uno de los dos aparatos de aire acondicionado del depósito del condado de Margibi. Los medicamentos como la ivermectina deben mantenerse por debajo de 30º C, por lo que si este sistema fallara, podrían ser inservibles. Si todos los escollos se salvan, hace falta un coche para llevarlos a los centros de salud; 4×4, claro. El trayecto del centro de salud Barcoline hasta Garpue Town es de poco más de 20 kilómetros, pero se tarda más de dos horas entre los baches del lodo que se acumula tras las lluvias.

Una vez llegan allí, Promise debe convencer a sus vecinos para tomar una pastilla para una enfermedad que no tienen y que puede generar efectos secundarios como vómitos o escalofríos. No es sencillo, pero resulta más fácil que en las ciudades. «En ellas la gente va más a su aire, suelen ir a trabajar por la mañana y vuelven por la noche a su casa, cuando la distribución a los hogares ya ha finalizado. En los pueblos no es así y hay una red comunitaria con líderes religiosos, jefes de comunidad y grupos de mujeres en los que los vecinos confían. Nos apoyamos en ellos para transmitir la información y generar confianza», afirma Gebwo.
El año que viene se deberá repetir el proceso de miles de kilómetros, papeles e impertinencias para que la pastilla llegue de nuevo a las manos de Promise y sus vecinos. Si no, de nada habrá servido.
Acceda a El viaje del medicamento, un trabajo de África Mundi y la Fundación Anesvad, entidad bilbaína que trabaja por erradicar las ETD.