Migrantes venezolanos en Iberoamérica: hay ayuda a la vuelta de la esquina
El programa Puentes de Solidaridad, creado por el Vaticano para atender a los migrantes venezolanos, se integra en el CELAM para seguir respondiendo en red a este éxodo y a otros
«Entramos en Maicao por las trochas», pasos irregulares por el campo. Para llegar a esa localidad fronteriza de Colombia «había que pagar a los mecates 500 bolívares por cabeza, en total 2.000». Como les faltaban diez, relata esta mujer venezolana, pegaron a su hermano. «Y le iban a dar un tiro. Pero la niña, de 6 años, se le tiró encima, lo abrazó, y le dijo al señor: “¡Por favor, a mi papá no!”». Se salvaron. Pero casos así se repiten constantemente en los pasos fronterizos de toda Iberoamérica.
Los traficantes «se aprovechan de la falta de información de los migrantes para engañarlos». A Elvy Monzant, secretario ejecutivo de la Red Eclesial Latinoamericana y Caribeña de Migración, Desplazamiento, Refugio y Trata de Personas (Clamor), le impactó especialmente descubrir a un grupo de coyotes en una ciudad (no dice cuál por seguridad), a una manzana de un centro de atención a migrantes de unas religiosas. En una esquina ofrecían sus servicios a los venezolanos que pasaban. Otros lo hacen en las estaciones de autobús, donde les prometen visados a cambio de dinero.
Por eso considera fundamental que los migrantes sepan que muchas veces, «solamente a una cuadra», hay alguien que les dará comida, alojamiento, y atención psicosocial si son víctimas de abusos o de trata. O asesoramiento legal para intentar regularizar su situación en los países que lo ponen fácil, como Colombia; o al menos evitar que sean deportados, como está ocurriendo en Chile. Si piensan seguir su camino hacia otras ciudades, «les va a advertir de las zonas peligrosas y a orientarlos sobre a quién acudir» al llegar. Luego, avisará a esa otra organización para que los espere.
En comunión por los migrantes
La Iglesia en América Latina cuenta con 636 proyectos de atención como estos, en 345 ciudades de 22 países. La red Clamor los acaba de recoger todos en un mapa que presentó en abril. Este trabajo ha preparado el camino para que la red se haga cargo del programa Puentes de Solidaridad, de atención a los migrantes venezolanos. Lanzado en 2018 por la Sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, ahora se integra en Clamor. Y, a través de ella, en el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). Todo con el objetivo de actuar como «Iglesia en comunión, para hacer las cosas de forma articulada» y sinodal como pide el Papa, apunta Monzant.
Con la dotación inicial de 800.000 euros ofrecida por el Vaticano, Puentes de Solidaridad «generó una red de trabajo que facilitaba muchísimo el acompañamiento» a venezolanos en doce países, subraya Martina Maini, secretaria general ejecutiva del programa. Ahora, se abre a todo el continente. Ya sin financiación propia, la secretaría técnica seguirá asesorando a cada entidad para sistematizar sus proyectos y conseguir fondos externos. Y, sobre todo, continuará promoviendo que cualquier persona o familia pueda viajar hasta su lugar de destino de una forma lo más segura posible.
Maini piensa por ejemplo en una familia que contacta con Cáritas Venezuela antes de salir, y así comienza un itinerario que la lleva, etapa a etapa, a Chile o Argentina. «Los venezolanos siguen siendo una prioridad, porque continúa habiendo un flujo importante» de personas que se suman a los cinco millones que ya han dejado su país. La pandemia por COVID-19 ha agravado su situación. Al impacto de los confinamientos en la economía informal se suma que con el cierre de fronteras «han aumentado el tráfico y la trata», tanto para salir de Venezuela como para regresar. Por eso «la asistencia humanitaria sigue siendo muy necesaria». Al mismo tiempo, se intentan poner en marcha acciones paralelas de promoción e inserción.
Acompañamiento espiritual
Junto a esto, «nuestro plus como Iglesia es trabajar el acompañamiento espiritual y pastoral», añade Maini. «A veces lo necesitan más que un plato de comida». En Paraguay, por ejemplo, «hay grupos de oración que cada semana congregan a cientos de migrantes, y en los que también se van sanando» otras heridas. Del mismo modo, se ha aprovechado mucho la religiosidad popular, de forma que allí donde hay venezolanos se organizan fiestas en honor a la Virgen de Coromoto, e incluso «ferias donde los migrantes pueden emprender y vender comida y productos» de su país. «Es bueno que no siempre se vincule la migración al sufrimiento y a abandonar las propias raíces».
La apertura de Puentes de Solidaridad a todo el continente americano permitirá aplicar el mismo método de trabajo a otros fenómenos que preocupan a Clamor, como las caravanas que van desde Centroamérica hasta Estados Unidos, o la migración desde Haití. Y enriquecerlo con nuevos proyectos, como una investigación sobre las caravanas o un curso para formar a 150 personas en incidencia política.
• 43 % de venezolanos en Perú perdieron su trabajo entre marzo y julio de 2020 y el 10 % pasó hambre, según datos de la Universidad del Pacífico.
• En Ecuador, «el padre nos habló de una fundación que estaba aprobando créditos para emprendimientos», narra un migrante venezolano en el informe Pies para qué os quiero, de Clamor. «Nos dijo que habláramos con los de la Misión Scalabriniana. Decidimos montar un restaurante de comida rápida. Ya hicimos el plan de negocio, lo aprobaron y estamos esperando el dinero. Los jesuitas nos van a aprobar otro proyecto», un estudio de fotografía.
• Además de ofrecerles trabajo como auxiliares en la guardería de sus hijos en Barranquilla (Colombia), el proyecto La Milagrosa, integrado en Puentes de Solidaridad, ofrece a madres venezolanas psicólogos y abogados.
• La red Clamor en Venezuela prepara un programa de acompañamiento en el duelo a quienes se quedan atrás. Lo va a coordinar el Servicio Jesuita a Refugiados, con experiencia en este ámbito.
• La muerte de 19 migrantes guatemaltecos calcinados en Tamaulipas (México) en enero movió a la red Clamor a exigir por carta a los gobiernos de México y Guatemala que el crimen no quedara impune. «Tuvo muy buena acogida, y se han dado reuniones a otros niveles», explica su secretario general. También fue el detonante de una campaña para dar visibilidad y crear conciencia en todo el continente sobre el problema de la trata. En la imagen, entierro de uno de los migrantes muertos.